¿Sabes que fue el Tratado de Madrid? ¿Y que España se gastó 13,6 millones de rublos de los 1817 para comprar una flota que en pocos años estaba ya desguazada?
En 1817 apenas hacía tres años que Fernando VII había vuelto a reinar como monarca absoluto. España era entonces una potencia venida a menos, aunque todavía tenía un gran imperio que defender en América del Sur. Para ello necesitaba una flota de la que no disponía desde que Carlos IV pusiera a disposición de los franceses su armada en 1805 que fue prácticamente aniquilada en la batalla de Trafalgar.
La necesidad era urgente. Pero las arcas reales tampoco estaban para echar cohetes y, como viene siendo habitual entre los españoles, se escogió el camino más corto contra el consejo de los expertos. Tras muchas negociaciones secretas con diferentes países los gobernantes españoles optaron por comprar una flota prácticamente entera a los rusos, los más baratos y de segunda mano. Por supuesto el Gobierno hizo caso omiso de la oposición de los altos mandos de la Armada, que ya habían adquirido alguna embarcación de otros países entonces parece que más fiables.
En 1817 se había establecido un Programa Naval que abordaba la necesidad de tener una flota con 30 fragatas, 18 corbetas, 20 navíos, 18 goletas y 26 bergantines. Para ello se recurrió a Francia e Inglaterra en primer lugar, aliados naturales de España en aquellos momentos. Con estas gestiones se consiguió el Nereida, La Galga y las dos corbetas María Isabel y María Francisca, todo por cerca de 5.150.000 reales.
Pero después se procedió a una nueva adquisición, esta vez a Rusia pero, a diferencia de las compras anteriores sin el conocimiento de los marinos profesionales y de otros altos cargos. Fue una decisión del propio rey que al parecer se dejó llevar por su amistad con el embajador ruso.
Y firmaron lo que se conoce como el Tratado de Madrid en 1817. El secreto acuerdo establecía que España compraba 5 navíos de línea y 3 fragatas, aunque quería cinco pero Rusia no disponía de las suficientes para su venta.
Entre ls acuerdos se estableció que la escuadra se entregaría en Cádiz, armada, amunicionada y aprovisionada. La forma de pago se estableció de la siguiente manera: el precio de los barcos sería de 13.600.000 rublos que serían pagados bajo las siguientes condiciones. 400.000 libras esterlinas se entregarían provenientes de la indemnización que el Reino Unido le iba a entregar a España por la abolición del tráfico de esclavos.
Un segundo plazo se debería satisfacer antes del 1 de marzo de 1818.
El resultado, como era de esperar de las características de la compra, arrojó, tras una inspección, las graves deficiencias que tenían los barcos: cascos podridos, no había material de repuesto, mala calidad de las maderas (el material era pino y no roble), y un largo etcétera. La dureza de este informe motivó que todos los barcos fueran declarados como inservibles, a excepción de una fragata. Lo único bueno de estos barcos que resaltó el informe fue la artillería que portaban, pero ni eso bastó para dar el visto bueno.
La mala calidad en los barcos provocó que ninguno de ellos permaneciera más de cinco años en la Armada. Además, tuvieron que ser sometidas a continuas reparaciones. Ante esta situación se requería la necesidad de mandar a Rusia a expertos de la marina a supervisar y comprobar de primera mano todo lo que aún quedaba por comprar, pero Fernando VII y su gente de confianza nunca lo llevaron a cabo. La operación provocó la indignación de numerosos personajes de la Corte. Tal era el descontento que el Rey intentó hacer que estas operaciones quedaran en el olvido lo más rápidamente posible. Pero la situación era ya incontrolable y la Hacienda pública cayó en bancarrota.
Entre 1820 y 1823 todas las naves que se habían recibido de Rusia acabaron en el desguace junto a varios millones de reales. Pero lo que ahora hubiera ocupado las portadas de periódicos pasó desapercibido y el Rey salió de rositas en un asunto que olía mal por todos los costados.