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César Campoy

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Fidelidad y pasión por las raíces

La Hora del Té presenta su último disco, The end of the war, el día 20 de mayo en el Loco Club valenciano, en compañía de The Strangers

 

Hace poco más de tres años, La Hora del Té asomaba la cabeza de entre ese frondoso maizal en que se ha convertido nuestra competida escena. Lo hacía desde el virtuosismo interpretativo merced a brillantes composiciones del estilo de Hold me tonight, At the top of the tree o la fantástica Don’t believe in ghosts. Inmediatamente, aquel sexteto pasaba a encabezar la lista de combos valencianos a seguir de cerca. Hoy por hoy, tras un segundo larga duración (un Outstanding places, editado en 2016, que mostraba gemas del calibre de Old hippie o I’ll be back), decenas de vistosos directos y algunos cambios en su formación, la banda sigue aguantando el tipo, y perfilando ese sonido que siempre se ha movido entre el rock con esencias folk norteamericanas, el blues, el soul y el funk. El mismo que desgranan en su última criatura sonora, The end of the war (a presentar el 20 de mayo en Loco Club, junto a The Strangers), que, de nuevo, irrumpe en un formato, el del epé o mini-elepé, al cual la banda sigue siendo fiel: «La idea original era hacer un elepé partido en dos. The end of the war sería la continuación de Outstanding places. De hecho, cuando grabamos aquél, ya teníamos sobre la mesa casi todas las canciones de éste. De ahí el formato. Al final, la cosa se fue liando, hicimos nuevos temas y, de forma natural, el nuevo epé fue adquiriendo vida propia (más allá del anterior). Lo que iba a ser una segunda parte, al final no tiene mucho que ver con la primera. Tampoco tenemos que olvidar las limitaciones económicas y de tiempo. Nos gusta jugar con formatos más reducidos, pero con cierto minutaje. Siete canciones son una medida perfecta para trabajar y hacer que todo tenga una coherencia y no caer en eso de completar el disco con canciones de relleno. Los temas pueden ser mejores o peores, pero podemos asegurar que hemos vivido intensamente todos y cada uno de ellos, y que les hemos dado muchas vueltas», aseguran.

 

Peldaño a peldaño. Por Adama Momparler

Esto explicaría que, también ahora, La Hora del Té haya optado por ponerse en manos de uno de nuestros productores con más solera, un Paco Morillas que les recibió, con los brazos abiertos, en sus Estudios Elefante, para registrar una producción que ha corrido a cargo del propio conjunto: «Paco sabe hacernos sonar de manera espectacular. Es alguien con quien se trabaja de forma muy eficiente y el ambiente es inmejorable. Esto último es crucial. Durante la grabación sentíamos que estábamos haciendo algo importante y había un sentimiento de equipo brutal», afirman, mientras recuerdan con ilusión un proceso realizado, prácticamente, en vivo: «Trabajamos previamente mucho en nuestro local de ensayo para ir con las ideas muy claras al estudio. Una vez allí, grabamos todas las sesiones en directo y después añadimos voces, arreglos, etc. Por supuesto, siempre nos dejamos asesorar por una persona tan sabia como Paco Morillas, pero de entrada iba todo bastante masticado».

Efectivamente, de lo que se trataba es de explotar, hasta las últimas consecuencias, uno de los puntos fuertes de La Hora del Té, la solvencia y virtuosismo que desgranan en unos directos de altura: «¡Totalmente! Somos una banda de directo y siempre aprovechamos para reivindicar la música orgánica, tocada por seres humanos, real. No sabemos muy bien cómo definir a La Hora del Té en estilo, pero, en líneas generales, podemos decir que hacemos americana. Y la mejor forma de hacer que eso funcione es grabar en directo. Por supuesto, es música relativamente sencilla que nos permite hacerlo de este modo. Intentamos hacer las cosas técnicamente correctas, pero para nosotros tiene más valor la intención de una toma, el groove o la complicidad entre músicos. Todas estas cosas quedan registradas en el estudio. Es algo que de otro modo no sería posible conseguir. No se puede falsear. En este último epé el proceso ha sido mucho más llevadero de lo que imaginábamos. El caso más bestial fue la grabación de Underwater (Riding through Arizona). Si te paras a analizar la canción, la cantidad de partes que tiene, los obligados o los arreglos en los que todos los instrumentos tienen que ir superpegados y doblándose con distintas voces, te puedes volver loco. No sabemos aún cómo, pero salió a la primera y dudo mucho que volvamos a tocar una toma así en la vida. No hicimos más tomas, ni siquiera para tener material para editar», confiesan.

 

 

Esta última sesión, además, forma parte del proceso de refundación que viene viviendo La Hora del Té desde hace un tiempo, eso sí, manteniendo la esencia primera. ¿Una prueba? La necesidad de revisitarse y volver a registrar un tema como Listen darling, ahora reformado a base de mayor empaque: «Es un himno para nosotros. El año pasado, con el cambio de formación, Listen darling resurgió de las cenizas y le dimos un buen giro. Durante todo el año ha sido la canción con la que hemos acabado los conciertos y probablemente con la que más hemos disfrutado. La grabación antigua realmente era una maqueta que nos grabamos nosotros mismos en el antiguo estudio de Paco, un día que nos dejó trastear. Queríamos hacer honor al tema y a lo que actualmente es, comparado con la versión antigua, así que decidimos incluirlo en The end of the war». Esos cambios, como apuntaba la banda, también han cristalizado en la remodelación de su estructura. Sin ir más lejos, con la entrada de Pablo Pérez (The Kojaks, Johnny B. Zero) y Rafa Adrián (Badlands), con los cuales, además, les une una sólida relación, tanto personal, como profesional: «Su incorporación ha supuesto un enriquecimiento brutal a nivel de recursos, arreglos y musicalidad de los temas. Rafa y Pablo aportan dos visiones muy distintas. Son músicos con influencias algo diferentes y eso nos gusta. Tirando de la cuerda en dos direcciones opuestas han surgido cosas muy interesantes. El punto más fuerte quizás sea la incorporación del saxo porque es un instrumento que nunca había sonado en nuestra música. Sinceramente, nunca habíamos pensado en arreglar nuestras canciones con saxo, pero cuando tienes a un amigo que es una persona increíble y que además vive y toca la música a otro nivel, es imposible no amarle, no invitarle a irse de bolo con la banda y finalmente no contar con él para grabar el disco. Por supuesto, estamos flipando con el saxo y nunca hubiéramos imaginado que conectase así con nuestra música».

 

Repletos de amor. Por Adama Momparler

Una amistad con las formaciones apuntadas (y algunas otras) que les ha llevado a formar parte de una suerte de gran familia, una más de las numerosas que pueblan la escena musical valenciana. ¿Se está tendiendo a crear demasiadas ‘tribus’, más o menos cerradas, u, hoy por hoy, con toda su variedad y calidad, dicha escena es abierta y la relación entre la mayoría de músicos es fluida? «Inevitablemente, nos vamos agrupando por afinidad. Todos los grupos que se han mencionado tenemos mucho en común musicalmente. Además, creemos que es una cuestión generacional. Todos o casi todos tenemos edades parecidas, salimos por casi los mismos sitios y tenemos una fijación por la música americana en sus diferentes vertientes y estilos. Por supuesto, tenemos amigos que vienen de palos distintos y adoramos a otras bandas que no tienen nada que ver con la nuestra. En nuestro caso, no creo que seamos cerrados; la mayoría somos cero puretas, y muy abiertos. Nos enganchamos de cualquiera al que le guste la música, y por nuestro local ha pasado de todo. Hemos trasteado con todos los estilos que te puedas imaginar y con toda clase de músicos. En cuanto a la escena, no creemos que sea todo lo abierta y fluida que podría ser. A veces hay un cierto aire de rivalidad entre grupos o entre los diferentes segmentos (tribus, o como quieras llamarlo) de la música independiente de la ciudad. Seguramente todo sea cuestión de esforzarse por abrirse un poco más».

 

 

Los discos de la semana

 

Frontera

Ha llegado el Rey (Autoeditado, 2017)

Hace un par de años, Juanjo Frontera soltó lastre con un epé Agua verde, que le permitió encarar con mayor libertad el camino que le ha llevado a construir un larga duración rotundo, con el cual, en compañía de unos Hi-Lo-Ray (repite producción), José Montoro (brillante) y Rubén Marqués (cada día más inspirado) en estado de gracia, explora las vertientes más extremas y heterodoxas del pop. ¿Se imaginan a Alberto Montero dialogando con Ray Manzarek, mientras El Niño Gusano se toma unas copas con Vainica Doble y Serrat, servidas por El Ser Humano? Pues, ni tan siquiera así seríamos capaces de definir la esencia de piezas como Los pescadores, Benàmer, Mi paradero o Confesionario. Juanjo presentará Ha llegado el Rey el 27 de mayo en la Sala Russafa, en una sesión doble que también tendrá como protagonista a Sempere, que mostrará las virtudes de su disco homónimo.

 

Señora Oswald

Nada suena como ayer (Autoeditado, 2017)

Tras casi dos años de trabajo, el combo integrado por miembros de Reno y Superseco por fin muestra orgulloso, públicamente, su habilidad para moldear, sin pretensiones, pero con eficiencia, las tremendas posibilidades que ofrece el pop de toda la vida; ése que es capaz de brindar instantes luminosos (la propia Nada suena como ayer o la agridulce Al despertar) y emocionantes (ogado del diablo, Continuar), y el mismo que ofrece estribillos de fácil asimilación como los de Decadencia o La caja de Pandora. Señora Oswald, por cierto, mostrarán su directo el 19 de mayo en Wah-Wah. Lo harán acompañando a Rufus T. Firefly, en la celebración del 7º aniversario de Redacción Atómica.

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Sobre el autor

Curioso por naturaleza. Más de media vida escribiendo.


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