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Carlos Pajuelo

Pajuelo: la chispa

VOLVER A CASA

VOLVER A CASA

         “Ha vuelto a casa” señalan algunos viejos compañeros de cárcel. “D. Mario está aquí. !

          Parece mentira con lo guapo y listo que es!” 

         Algún as en la manga se guardará. !Menudo es!. No ha llegado solo.  

         El patio de Soto del Real está murmurando en corrillos y dicen que el número que le han asignado es el mismo que tenía antes.  Son muy previsores. Quizás algún funcionario veterano se lo sabía ya. “Este volverá”, comentó en la cantina,  a propósito del hombre de la gomina.

         Era como aquel viejo programa de la radio llamado: “El criminal nunca gana”.

          A lo mejor se escapa con alguna empresa offshore, o como se llame eso de tener el dinero en algún paradisiaco lugar, donde los impuestos dan tanta risa que hasta te duele el estomago de un hartazgo de  carcajadas.

         Hubo un tiempo, no demasiado lejano, en que los comerciantes del ramo de perfumería se pusieron las botas porque a los jóvenes, mayormente estudiantes de Derecho o Económicas, les dio por ponerse gomina. Tenían un ídolo, un icono de nombre Mario.

         La gomina era el primer paso hacia la gloria.

         Era tan listo, apuntaba maneras ya de estudiante, que llegó a instalarse en una mesa bancaria en el puesto principal y ahí es nada o mejor,  ahí es todo.

         De repente pasó de principal a preso y por el camino honoris causa, lecciones de ética, por cierto, que continuó al salir del trullo.

         Su capacidad de seducción lo mantiene incólume, pero en la cárcel,  y el consumo de gomina ha descendido de forma catastrófica y ahora los estudiantes se sienten abandonados por sus ídolos porque no saben a qué carta quedarse.

         Está de moda emprender y se exprimen el cerebro con la tecnología punta,  para ver si le sacan ídem.

         Comentan que cuando D. Mario vio a la Benemérita en la puerta de su mansión exclamó: “Deben haber hecho sus deberes”.  Más o menos.

         Vivimos tiempos oscuros desde hace un par de milenios porque una cosa, dicen, es predicar y otra dar trigo o separar el granos de la paja . Cada día más difícil.

         Se ve que uno firma , se desdice y se queda más ancho que largo

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Por Carlos Pajuelo

Sobre el autor

Profesor emérito Universidad, escritor , publicitario y periodista. Bastante respetuoso con los otros. Noto la muy mayoría de edad física. Siempre me acuerdo de aquello de "las horas hieren y la última mata" y para aquel que trate de averiguar que significa esto ; cada uno que crea y piense lo que quiera


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