¿TE HAS VISTO BIEN?
Hace tiempo que es Navidad en los grandes almacenes, que luchan por estar abiertos eternamente. El regalo es un rito. Los sociólogos tienen ahí un campo para dar consejos de auto ayuda y consumo responsable, que hace mucha falta.
Los comercios aumentan plantilla y los candidatos sufren selecciones cada vez más exigentes, a la vista del número de aspirantes. Prima el guapo y delgado.
He descubierto un texto de María Palmero que hace referencia, en un reportaje, al autor de ‘La cara oscura del capital erótico’ José Luis Moreno Pestaña.
Ahí he leído cosas que podrían ayudar a ser elegido, aunque sea eventual y no te digo ya si fuera fijo el empleo. Veamos.
Uno tiene lo que él llama “capital erótico”, que no solo está compuesto de cuerpos de modelo intimísimo en ellas o de cachas armónicamente musculados, vía gimnasio.
Hay humanos que nacen “guapos”. Eso ya es atrayente, aunque seas pobre. Si das el canon, ya es un paso para mejorar la posibilidad de ser contratado. Es que no lo soy. No pasa nada.
Si no eres guapa/o no te desanimes. No te des a la bebida o te conviertas en ermitaño o te retires a un pueblo abandonado.
Si eres normalito tienes que cultivar el llamado don de gentes, simpatía, empatía etc. sabiendo que eso sirve a trabajos no demasiado técnicos.
Se sabe que un astrofísico o un experto en modelos matemáticos para uso de reactores nucleares, lo digo por ponerlo difícil, aunque tenga un parecido con Quasimodo no es preocupante.
Para los trabajos de “cara al público” se necesitan algunos atributos – ojo con el mal aliento o el sudor intenso esencial – y no puedes confundir la amabilidad con el chalaneo con el comprador, dándole palmadas en la espalda o tuteando a alguien que podría ser tu abuelo. No es conveniente presentarte sin afeitar, en chándal y bostezando sin taparte la boca y echando el aire a la cara de quien te va contratar.
Elemental. ¿No? Te harán” la cobra” psicológica.
Una lectora me dijo que no la habían querido contratar porque parecía gorda, de donde se deduce que hay que cuidar ese aspecto, sin llegar, claro está, a la anorexia. Seguiré