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Carlos Pajuelo

Pajuelo: la chispa

LA LLUVIA Y EL MILAGRO

LA LLUVIA Y EL MILAGRO

        Ayer llovía y eso que en el Norte gallego, o en otro Norte, no es noticia, a mí me puso contento y mire usted por dónde me fui a la calle, a hacer cosas que tenía que hacer y me fui andando con paraguas; es uno muy grande que parece de portero de hotel acompañando a los viajeros hasta la puerta- (el hotel debe ser como mínimo de 4 estrellas y debe estar en el extranjero, porque aquí ni flores).  Vuelvo a lo mío.

        Como es natural, se sabe desde el Cid, que en Valencia cuando caen tres gotas y media, los imbornales, que sufren lo suyo porque no tienen normalmente agua que llevarse a la boca, se dan una panzada y se indigestan de agua con tropezones y ya no tragan y los charcos acumulados se trabajan las aceras y los bordillos, llegando el charco a media calle.

        Yo tenía sufrido el charco sobre mí, o sea estaba avisado y permanecía pegado a la fachada de la casas frente a los semáforos para esperar el verde peatonal y salir indemne. No señora. Nada, que si quieres arroz, toma tres tazas.

         Pese a todo el “cochecito” de los huevos, aprovechando el ámbar, se cuela y me deja un extraordinario manchón de agua sobre pantalón gris.

        No digo nada, pero creo que en la mirada se nota. La señora que está a mi lado enarca las cejas y mueve la cabeza y frunce los labios en un intento de conmiseración; ella, más lista, se había puesto detrás de mí. Saben mucho las amas de casa y debía serlo por la carmela que arrastraba todavía vacía.

        Busco aceras más anchas, pero Ribó no ha llegado a mi barrio. Sorteo mediante juegos de sube y baja paraguil los otros compañeros de acera estrecha, también hago mucho juego de caderas lo que me ahorra la clase de baile, el zumba ese u otro que me dicen que debo tomar para flexibilizarme.

        No quiero cansarles. Lo he pasado bien. Regreso en bus y he cogido una largo de esos que parecen dos, unidos por una goma central y he contemplado el milagro del día. Un joven le cede el asiento a una señora.

        Vuelvo a casa hecho una sopa, pero contento. Ha llovido y he visto un milagro. Seguiré…creo.

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Por Carlos Pajuelo

Sobre el autor

Profesor emérito Universidad, escritor , publicitario y periodista. Bastante respetuoso con los otros. Noto la muy mayoría de edad física. Siempre me acuerdo de aquello de "las horas hieren y la última mata" y para aquel que trate de averiguar que significa esto ; cada uno que crea y piense lo que quiera


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