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Carlos Pajuelo

Pajuelo: la chispa

EL ANCHOVITA

EL ANCHOVITA

Me pregunto: ¿A los miembros de la formación política de Podemos no se les llama, amistosamente, “podemitas”?

Me contesto. Sí.

Y sabiendo que es que si ¿Por qué lo comenta aquí ya que es cosa sabida?

Por darme a mí mismo el argumento que me permita llamar a los consumidores de anchoas con el nombre popular de “anchovitas”.

Los podemitas de referencia tienen un jefe y una especie de portavoz que se llama Pablo Iglesias – aunque realmente no sea el portavoz, pero como siempre le preguntan a él y no para de “cascar” debe ser, digo, el portavoz oficioso.

Pues a los grandes consumidores de anchoas en España, o sea a los anchovitas, les ha salido un jefe cántabro que se llama Revilla.

Por lo que se ha sabido ahora- y-siempre amparando la afirmación mediante las diversas fuentes de los medios de comunicación que han dado la noticia – la inversión en anchoas de este señor ha sido de más de 500 mil euros o lo que es lo mismo cada día de ejercicio del poder en Cantabria tenía que haber comprado 20 latas de anchoas sin descontar fiestas de guardar, Semana Santa, vacaciones, Navidad, nada, sin saltar un día. ¡Qué tío”!

Se le acusa de usar la anchoa como regalo para ser atendido en los medios y promocionarse. Parece ser que anchoa va, anchoa viene, el Sr. Revilla se ha hecho un hueco, al tiempo de hacerle un hueco a la bolsa presupuestaria de su Cantabria querida.

Hasta aquí lo que se dice, hasta aquí de lo que se habla.

Y ahora yo me pregunto. ¿El uso generoso de productos de la tierra para lograr mayor presencia mediática es licito o no?

Un caso que llevó a la oposición a denunciar a la señora Barberá, desafortunadamente desaparecida, fue el del regalo de naranjas a la cúpula de su partido. El asunto ha quedado, en la práctica, en agua de borrajas. ¿Pasará aquí lo mismo?

Se dice que aprovechando la llegada de las anchoas el Sr. Revilla estaba día sí, día no, como invitado en los medios dando su opinión sobre toda cuestión que en ese momento era noticia destacada.

¿Quién iba a ir a opinar en caso de que no fuera él?

El hombre de la anchoa rampante y viajera era él, se le había identificado y parecía estar lleno de buena voluntad y dejaba las cosas negro sobre blanco, que se dice, con bastante claridad y contundencia.

¿Debe suponerse que el medio o el comunicador de turno se dejaba comprar por un plato de lentejas o lo que es lo mismo por unas latas de anchoas? Mal asunto, mala calificación para el que le invitaba, digo yo.

Imaginemos que en vez de anchoas fuera el presupuesto de la comunidad cántabra destinado a contratar anuncios que sirviesen para elevar la consideración general de la geografía y de la cultura de la zona.

¿Hubiera alcanzado la misma importante difusión y de paso los proveedores de anchoas que han sido seleccionados como tales hubieran vendido tanto?

Pero, digo yo que dirán en la oposición, el que sale o salía siempre era Revilla y no la comunidad cántabra.

Ahí queda la cosa. Juzgar al anchovita es cosa de los electores.

En todo caso debe quedar claro que la anchoa, con o sin Revilla, está buenísima y en un par de horas voy a colocar sobre queso blanco fresco tres ejemplares. Veremos qué pasa entretanto.

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Por Carlos Pajuelo

Sobre el autor

Profesor emérito Universidad, escritor , publicitario y periodista. Bastante respetuoso con los otros. Noto la muy mayoría de edad física. Siempre me acuerdo de aquello de "las horas hieren y la última mata" y para aquel que trate de averiguar que significa esto ; cada uno que crea y piense lo que quiera


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