Ya has pasado la etapa de los pupitres pintarrajeados y los deberes por hacer. Por fin ha llegado el momento de lo que querías ser de mayor y siento mucho que tus infantiles y alocadas aspiraciones hayan quedado en la nada más absoluta. No haber apuntado tan alto, yo quería ser periodista y nada más cerca de la realidad. Ni astronauta, ni piloto, ni agente del FBI, pero oye, que te quiten lo soñado. Eso sí, durante aquellos años no todo fueron ambiciones imposibles, también hubo algún que otro delito consumado y más de un acuerdo susceptible de ser anulado. Como sabes, los menores no pueden prestar un consentimiento válido para contratar, aunque no te pienses que vas a poder recuperar la pasta que invertiste en las peonzas, gusanitos o viajes en bus, porque en estos actos de la vida diaria se tienen en cuenta las condiciones de madurez. De lo contrario, yo sería rica.
Como cantaría Serrat parafraseando a Miguel Gila, “los niños son esos locos bajitos, sin respeto al horario ni a las costumbres y a los que por su bien hay que domesticar”. Y pese a que lo más seguro es que ahora seas tú el que amanse a las fieras, recuerda que algún día hiciste estas 15 cosas que desde el prisma jurídico no son del todo “correctas”:
1 Intercambiar cromos Fijo que aprendiste lo que era el trueque gracias a estos contratos de permuta que se perfeccionaban por tu mero consentimiento y en los que te obligabas a dar una pegatina a cambio de recibir otra diferente. Así, como ya te he dicho, la capacidad para contratar sólo la tienen los mayores de edad no incapacitados y los menores de edad emancipados y dudo que fuese tu caso. Sinceramente y mirándolo desde la distancia, no sé para qué perdimos tanto tiempo si jamás pudimos terminar ni una sola colección.
2 ¿Quieres casarte conmigo? Todos hemos asistido a alguna boda en la que los novios iban vestidos de uniforme, el que hacía de cura era el mocoso de la clase y el patio entero coreaba al unísono el estridente “ta ta tataaaaan”. Pese a que ahora te lo pensarías dos veces antes de pedirle la mano a alguien, has de saber que en aquella promesa de matrimonio, al no haber alcanzado la mayoría de edad, tu consentimiento fue ineficaz. Tuviste suerte, igual a la próxima no eres tan afortunado.
3 Regalar tu peluche preferido “a la niña o niño que te guste más” Este acto de liberalidad por el que le diste tu preciado bien, presuntamente de forma gratuita y sin contraprestación alguna, supuso, aunque ni lo sabías, un contrato de donación. Sí, se quedó con tu muñeco, pero sepas que su enriquecimiento patrimonial a costa de tu empobrecimiento correlativo necesitaba que contases con la capacidad necesaria para disponer de tus bienes.
4 Firmar las notas Éste no fue mi caso, una de las pocas cosas buenas que tenía eran las calificaciones ¡Viva el PA! Pero es cierto que fui cooperadora necesaria en demasiadas ocasiones. Menuda destreza tenía para imitar el autógrafo de los progenitores de todas mis amigas. Pobre incauta, yo sin saber que estaba cometiendo un delito de falsificación en documento privado.
5 Robarle cien pesetas a tu madre No te niegues a reconocerlo porque quede feo y poco digno, párate a pensar y verás como más de una vez metiste la mano en el bolso para comprarte un paquete de pipas. La suerte es que hasta los 14 años no podías responder de los hechos dañosos tipificados que ejecutases, lo cual no quiere decir que no estuvieses cometiendo realmente un hurto.
6 ¿Qué te apuestas a que te gano la carrera? Como ya te dije en el post anterior, estos estúpidos jueguecitos en los que interviene la suerte o el azar suponen la creación de contratos aleatorios de juego o apuesta. Y aunque lo más seguro es que acabaste pagando con alguna vergüenza lo retado, la minoría de edad te podría haber salvado. Si es que en el cole no te enseñan lo realmente importante…
7 Beso, verdad, atrevimiento o pozo ¡Qué recuerdos! La de veces que elegiste atrevimiento para hacerte el valiente y cuando te dijeron el desafío te tocó dar la chaqueta como señal. Y otra vez estaba viciado tu consentimiento para realizar este contrato de prenda que constituiste para asegurar el cumplimiento de tu obligación principal, atreverte.
8 Pasar de campo en campo Estoy segura de que alguien, además de servidora, se ha dedicado a meterse entre los naranjos de otros sin saber que estábamos cometiendo un delito de allanamiento de morada. Esos pantalones no los salvaba ni el payaso micolor, el suelo se te quedaba corto para intentar que el dueño del terreno no te viese desde su caseta.
9 Vender pulseras en la puerta de casa El mecadillo dominguero estaba a la altura del betún en comparación con tu tenderete. Vendíamos de todo, anillos, chapas, muñecos antiguos… Y lo hacías sin saber que hasta los 16 años, salvo excepciones, tenías prohibida la admisión al trabajo, que no habías dado de alta en la Seguridad Social a tus afables dependientes y, por supuesto, sin que te hubiesen presentado a Cristóbal Montoro, Pedro Solbes o Elena Salgado, según los casos.
10 Mear en los árboles Aunque los sábados por la noche sigas haciéndolo, ¿a quién no le han puesto a orinar en un parque con todos los pantalones bajados para que dejases de dar por saco? Es verdad que tus padres lo hacían contra tu voluntad, menuda vergüenza te hacían pasar, ahora ve y diles que la Ordenanza Municipal de Limpieza Urbana de Valencia prohíbe “realizar cualquier acto que produzca suciedad o sea contrario a la limpieza y decoro de la vía pública”. ¡Que se creen muy listos!
11 Robar cartitas de amor Todos recordamos aquellos papelajos de colores adornados con dibujos y que además estaban perfumados. ¿Nuestro objetivo? Conseguirlos para revelar los secretos allí contenidos y que mantenían tus compañeros de clase. Quizá si lo hicieses ahora te podrían caer hasta dos años de prisión por difundir los hechos referentes a la vida privada de los demás que pudieran afectar a su fama.
12 Falsificar billetes ¡Cuánto daño hizo el Monopoly! Si es que nosotros en lugar de nacer con un pan debajo del brazo, lo hicimos con el símbolo del dólar tatuado. Tú también has intentado cambiarle a tus padres un billete del juego o pintado a mano por uno de 1.000 pesetas reales. Aunque es obvio que esa burda falsificación de moneda carecía de la idoneidad necesaria para lesionar un bien jurídico, si la perpetrases ahora y de una forma más refinada y precisa, igual te condenaban de ocho a doce años en Picassent.
13 Comprar chicles Son incontables las veces que has ido al quiosco para comprarte chuches, petardos o helados. Pero lo cierto es que para llevar a cabo estos contratos de compraventa en los que el dependiente se obligaba a darte una cosa determinada a cambio de que le soltases tus manoseadas pesetas sobre el mostrador, requerían de tu plena capacidad de obrar.
14 Pintar corazones en las paredes Con el tiempo aprendes que el noviazgo sin amor y sin compromiso es propio de la preadolescencia. El primer mal de amores, con el paso del tiempo, lo único que te deja son aquellas pintadas prohibidas por la ordenanza municipal en árboles, bancos y edificios. Por no hablar de las agendas llenas de Car x Juanjo o Laura y Joan.
15 Pegar a tus amigos Menudas trifulcas se montaban en el recreo, menos mal que al final todo era “cosa de niños”, porque el Código Penal castiga como falta contra las personas y con una pena de localización permanente de dos a seis días, al que golpee o maltrate a otra persona sin causarle lesión. Bastante teníamos con el castigo de nuestros padres: “hasta que cumplas dieciocho años olvídate de salir de esta casa”, a lo que entre líneas podías leer, salvo para ir al cole. ¡Que poca coherencia!
* Te ha costado, pero por fin has acabado de leer el post. ¡Peste! Tú la llevas, así que compártelo para pasársela a otro.
1 Artículos 1538 a 1540 del Código Civil
2 Artículos 42 y 43 del Código Civil
3 Artículos 618 a 656 del Código Civil
4 Artículos 390 y 395 del Código Penal
5 Artículos 234 a 236 del Código Penal
6 Artículo 6 de la Ley 13/2011, de 27 de mayo y 1798 a 1801 del Código Civil
7 Artículos 1857 a 1873 del Código Civil
8 Artículos 202 a 204 del Código Penal
9 Artículo 9 del Estatuto de los Trabajadores
10 Artículo 6 de la Ordenanza Municipal de Valencia de Limpieza Urbana
11 Artículos 171 y 197 a 201 del Código Penal
12 Artículos 386 a 389 del Código Penal
13 Artículo 1445 a 1537 del Código Civil
14 Artículo 6 de la Ordenanza Municipal de Valencia de Limpieza Urbana
15 Artículo 617 del Código Penal
Con estas líneas no pretendo cerrar la cuestión, sólo se trata de una exposición de ideas. Si se encuentra en esta situación acuda a un buen abogado y recuerde que siempre es mejor un mal acuerdo que un buen pleito.
Para sugerencias, quejas o recomendaciones puede escribirme a bzuniga@lasprovincias.es