Jessica Fletcher, en la Feria del Libro | El síndrome de Darrin - Blogs lasprovincias.es >

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Mikel Labastida

El síndrome de Darrin

Jessica Fletcher, en la Feria del Libro

“Las palabras son lo único que me queda para jugar”

Hank Moody

 

 

Ermitaños, poco sociales, solitarios. Adictos al alcohol, al tabaco, al caos y a la autoflagelación. Ególatras, frágiles y con un riquísimo mundo interior. Siga usted añadiendo a la lista tópicos que se suelen asociar con los escritores. Seguramente le quedará un repertorio de lo más variado y manido. Posiblemente gran culpa de ello la tengan Burroughs y toda la Generación Beat. O las leyendas sobre los cambios de humor de Baudelaire. O lo que escribió Paul Verlaine. O lo que sucedió en City Lights Bookstore, la librería del editor Lawrence Ferlinghetti.

La imagen del escritor maldito también ha sido alimentada en el cine con autores ficticios como Jack Torrance, el profesor que se aísla en un hotel para escribir un libro en ‘El resplandor’; Paul Sheldon, el creador de best-sellers románticos secuestrado por su más ferviente admiradora en ‘Misery’; o Sutter Cane, el autor que desaparece en extrañas circunstancias en ‘En la boca del miedo’.

 

¿Y la televisión? Pues también ha contribuido a esta imagen con unos cuantos escritores, que bien podrían firmar ejemplares esta semana a propósito del Día del Libro o en las ferias que comienzan en diferentes ciudades de España. No cabe duda de que sería la inefable Jessica Fletcher la que lograría mayores colas. Tras la muerte de su marido se dedica a escribir novelas policíacas, algo que nadie entiende por qué no comenzó a hacer antes dada su sagacidad para resolver crímenes pero, sobre todo, para provocar que sucedan a su alrededor. No había semana en que alguien relacionado con esta ‘adorable’ anciana no muriese en extrañas circunstancias. Y de cada caso, ella se sacaba un libro. Porque eso sí, usaba máquina de escribir, pero tecleaba a una velocidad de vértigo. El índice de mortalidad de Cabot Cove debía de ser el más alto de todo Estados Unidos. Ella sí que era maldita. O ceniza, o gafe, qué sé yo. La ‘literatura’ de la protagonista de ‘Se ha escrito un crimen’ logró tal popularidad que incluso traspasó la pequeña pantalla y en las librerías se comercializaron libros firmados por este personaje de ficción. Ríete del negro de Ana Rosa…

Qué rabia me dio a mí siempre lo metomentodo y resabida que era la Fletcher…

 

En la misma línea pero más actualizado está Richard Castle, un autor superventas que se queda sin inspiración y la encuentra de nuevo al lado de la detective que dirige una unidad policial en Nueva York. Comienza una relación con ella cuando un asesino en serie imita los asesinatos de sus novelas. Como Kaczynski con Joseph Conrad o John W. Hincley. Bueno, más o menos.

La cuestión es que a Castle se le agota el ingenio y lo busca en los casos de la policía. Tanto es así que no sólo le ha dado para escribir obras en la ficción, sino también en la realidad. Si husmea en alguna caseta localizará libros como ‘Calor desnudo’, ‘Calor helado’, ‘Aumenta el calor’ o ‘Ola de calor’, firmados enigmáticamente por el propio Richard Castle.

 

Con poca inspiración se halla Jonathan Ames cuando se inicia la comedia ‘Bored to death’, la serie creada por el también escritor Jonathan Ames, que cedió al protagonista su propio nombre. Ames, después de publicar su primera novela, se topa con un folio blanco que se convierte en su peor enemigo y es incapaz de escribir una sola línea. Esto le hace dudar de su talento y la crítica negativa que de su libro hizo un periodista de ‘GQ’ tampoco ayuda. Por eso decide convertirse en una especie de detective privado que resuelve casos por Brooklyn con bastante torpeza. Ha visto tantas películas donde los escritores consiguen así argumentos para sus obras que cree que será una buena salida.

 

La maldición de la primera novela también amenaza a Hank Moody, que conoce el éxito en ‘Californication’, gracias a su primer título, ‘God hates us all’ (Dios nos odia a todos). Su best-seller es adaptado al cine y él no queda muy satisfecho con el resultado. Que les pregunten a García Márquez, a Marsé o a Louis de Berniere lo que han hecho con sus textos…

El caso es que Moody ve cómo su debut literario se convierte en una comedia romántico-boba llamada ‘Una cosita loca llamada amor’ en la que no hay ni rastro del sarcasmo e ironía que él imprime a sus escritos. Así que se lanza al alcohol, las drogas y el sexo para ver si entre whisky y sábanas surgen las ideas. Y no sólo es que no surjan sino que incluso algunas se las roban. Es lo que ocurre cuando se acuesta con una joven que resulta ser menor de edad, aquello le inspira, escribe una novela y ella acaba plagiándosela.

El libro de Hank Moody, por cierto, también saltó a las librerías reales.

 

Los problemas y aventuras que suceden en la cama sirven de argumento a Carrie Bradshaw cuando recibe, en ‘Sexo en Nueva York’, el encargo de una editorial de trasladar a un libro sus columnas sexuales.  De la noche a la mañana pasa de ser una columnista cualquiera a una autora de éxito en todo el mundo (París inclusive). Le llaman para dar charlas, se acuesta con otros escritores e incluso Matthew McConaughey se interesa por hacer una adaptación. Llegar y besar el santo, vamos. Y el top ten de las ventas también.

 

La feria de escritores de ficción se completaría con personajes que en su serie nunca se plantearían escribir un libro, pero que aquí, al otro lado de la pantalla, sí asaltan las librerías. Pelayo, Manolito y Marcelina, de ‘Amar en tiempos revueltos’, se atrevieron con una particular visión de España y más tarde con un recetario. También Artie Bucco se decantó por un libro gastronómico, inspirado en su restaurante de ‘Los Soprano’, el Doctor Mateo contó las vivencias anteriores a que comenzará la serie, y Barney Stinson, los trucos para ligar que tan bien le funcionan en ‘Cómo conocí a vuestra madre’.

 

Si quieres saber lo que leen los personajes de las series puedes pasarte por aquí. Si lo que te interesan son los libros que escriben los presentadores de la tele, echa un vistazo a este post.

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Sobre el autor

Crecí con 'Un, dos, tres', 'La bola de cristal' y 'Si lo sé no vengo'. Jugaba con la enciclopedia a 'El tiempo es oro' imitando al dedo de Janine. Confieso que yo también dije alguna vez a mi reloj: "Kitt, te necesito". Se repiten en mi cabeza los números 4, 8, 15, 16, 23, 42. Tomo copas en el Bada Bing. Trafico con marihuana en Agrestic y con cristal azul en Albuquerque. Veo desde la ventana a mi vecino desnudo. El asesino del hielo se me aparece en cada esquina y no me importaría que terminase con mi vida para dar con mis huesos en la funeraria Fisher.


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