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Mikel Labastida

El síndrome de Darrin

Mira quién tiene bigote

“Bonito bigote Chandler, por cierto, cuando llegues a la pubertad te crecerá cantidad”

Richard Burke

 

 

Sobre el bigote no está, ni mucho menos, todo escrito. Los encontramos por las calles tipo El Zorro, Poirot, Asterix, Clark Gable, Dupont o Dupond. Antes era cosa de carcas y ahora se ha vuelto tendencia entre los modernos. Están los bigotes abundantes como el de Zapata, y luego los ligeros, los imberbes. En México a los que caen por los lados se les denomina bigotes de aguacero. En el ejército los oficiales jóvenes portaban bigotes pequeños, mientras que los de mayor graduación los llevaban bien espesos. Hay bigotes de gato, de foca, de delfín o de rata. Algunos refranes machistas son sobre bigotes: “A mujer bigotuda de lejos se saluda”. Y otros, que no pecan de machistas, también van sobre bigotes: “El bigote al ojo, aunque no haya un cuarto”. Existen los bigotes húngaros, los imperiales y los ingleses. El bigote más largo del mundo lo lleva un señor indio y le mide más de cuatro metros. Hay una película francesa que se llama ‘La moustache’, que es como los de París y alrededores llaman al bigote, y trata sobre un hombre cuya vida cambia cuando se lo corta. En inglés bigote también se dice moustache. Y en alemán, schnurrbart. Y en italiano, baffi.

Y esto es sólo el principio porque haber, hay mucho más. Noviembre es el mes del bigote. Lo es desde que alguien se inventó un movimiento llamado Movember y que consiste, básicamente, en dejarse bigote. Eso sí, por una buena causa. Se trata de no afeitárselo durante todo el mes para concienciar acerca de la salud masculina y para apoyar la lucha contra el cáncer en el hombre (el de próstata, el testicular…). El bigote es el símbolo. Un buen bigote, que se vea bien, para que los demás le pregunten y usted pueda explicar las razones. Además de permitir que crezca el pelo sobre el labio se puede (se debe) hacer aportaciones económicas. Lo que comenzó como una broma entre amigos en Melbourne en 2003 acabó convertido en una campaña con la que el año pasado se recaudaron más de 115 millones de euros.

 

Por eso hoy Darrin se endosa un bigote. Si los Beatles se lo dejaron para el ‘Sgt. Pepper’s’ yo no iba a ser menos. Y para dar ideas a los que se quieran unir enchufo la tele para observar los bigotes más famosos de la pequeña pantalla y tomar ideas. Y mostachos catódicos no faltan, desde el mítico de Hulk Hogan hasta los ficticios que a Miley Cyrus (lo que antes era Hannah Montana) le gusta colocarse. Puestos a apoyar podríamos hasta adaptar las frases televisivas más populares. “Yo por mi bigote mato”, “Un poquito de bigote por favor” o “¿Quién me pone el bigote encima para que no levante cabeza?”. Viva el bigote.

 

 

El festival del bigote en la pequeña pantalla es variado. Hay material donde elegir. El de George Méndez, el guardia de ‘Orange is the new black’, que pasa las horas trapicheando entre celdas y acosando a las reclusas, es un bigote de depravado. Lo delata. No es casual que las internas de la prisión le llamen Pornstache. También el director de esta prisión, Joe Caputo, lo lleva y en un capítulo duda de la virilidad de este adorno facial ante el auge de su uso entre hombres de todo tipo. A Walter White lo conocimos en ‘Breaking bad’ con un pequeño bigote, algo ridículo, que imponía poco respeto, la verdad. El tiempo nos demostró que aquel profesor de química “tenía bigotes”, expresión anticuada que hoy hemos sustituido por “tiene huevos”. El mostacho más grotesco de la tele reciente lo lleva el delincuente de poca monta Earl Hickey; el más maquiavélico, el de Meñique, uno de los grandes estrategas de ‘Juego de Tronos’; y el más moderno, el de Adam, el lío-novio de Hannah en ‘Girls’. Si hubiese que escoger el más singular seguramente sería el de Richard Harrow, el protegido de Jimmy Darmody en ‘Boardwalk empire’, un tipo triste y sombrío que porta una prótesis facial (con bigote incluido) para ocultar una parte deformada de su rostro.

 

 

Los bigotes no se los ha inventado la televisión de nuestros días, claro que no. No vamos a retroceder hasta los húsares, los caballeros húngaros con cabezas rapadas y grandes bigotes caídos. Si buceamos en el pasado el más carismático que hallaremos es el de Tom Selleck, que lo popularizó durante ocho años en ‘Magnum’, enamoró con él a Mónica en ‘Friends’ y sigue usándolo en ‘Blue Bloods‘. Mucho más estrafalario resultaba el que se dejaba crecer el barman Isaac en ‘Vacaciones en el mar’. El bigote ha sido símbolo de distinción durante mucho tiempo, fino y engomado, y por ello no podía faltar en el refinado aspecto de Mr. Belvedere, uno de los mayordomos más populares de la pequeña pantalla (con permiso de Chao Li). Personajes como el doctor Mark Sloan, de ‘Diagnóstico asesinato’, George Roper, o George Papadapolis, el padre adoptivo de Webster, también lo gastaban.

 

 

“Eres más raro que un torero con bigote”, reza un dicho popular que no sé muy bien a qué se debe. Un poco de pelo encima del labio es capaz de transformar cualquier cara. Por eso llama tanto la atención cuando lo vemos en un personaje que no lo usa normalmente. Phil Dunphy, en ‘Modern Family’, se lo deja crecer para renovar su aspecto y parecer más masculino; Chandler Bing trata de imitar a Richard (Tom Selleck) en ‘Friends’, y Sheldon Cooper no tiene más remedio que probar cómo le queda cuando así lo deciden los dados de ‘Dragones y Mazmorras’. Ross Geller, en ‘Friends’, posiblemente querría olvidarse de que alguna vez lo llevó. Pero todos tenemos un pasado y momentos y looks en él que desearíamos borrar. No queda otra que aguantarnos. En peores garitas hemos hecho guardias.

 

Hay otros protagonistas de series a los que jamás hemos visto aparecer en ellas con bigote, lo cual no quiere decir que nunca hayan caído en la tentación de dejárselo. O el guión es el que les ha obligado. Al doctor House le dota de un aspecto elegante. Don Draper podría pasar por un vaquero. Dexter, sin su instrumental y con su bigote pelirrojo, impone menos, eso es así. Tyrion Lannister daría el pego como matón. El de Pete Campbell ayuda a olvidar lo patético que resulta a veces en ‘Mad Men‘. Y el de Nicholas Brody… Ése es más difícil de clasificar. Hay bigotes que producen ganas de decir: “límpiate encima del labio, que lo tienes manchado”.

 

Nadie quiere renunciar a él. En el siglo XIX en París su uso estaba restringido a algunas profesiones. Los meseros de los cafés llegaron a hacer una huelga para reivindicar su derecho a portarlo. El mostacho ha llegado hasta el reino animado. Sin haberlo deseado me ha salido un pareado. Yosemite Sam, el malhumorado enemigo de Bugs Bunny y el pato Lucas, fue traducido en España por el evidente nombre de Sam Bigotes. Premio para el que adivine por qué. El inspector Willoughby también fue rebautizado por estos lares, en un alarde de originalidad, con el apodo de Inspector Bigotes. Otro premio para el que acierte la razón. Menos mal que a Ned Flanders, el vecino de los Simpson, no se les ocurrió llamarle Ned Bigotes. También Cleveland Brown, amigo de Peter Griffin en ‘Padre de familia’, logró mantener su nombre sin que el hecho de llevar bigote obligase a un cambio de denominación.

 

En España la infancia de muchos de nosotros está asociada a bigotes míticos como el del presentador de ‘El tiempo es oro’, Constantino Romero. Fue quitárselo y no reconocerlo como uno de los nuestros. Los que los siguen manteniendo, aun pasen los años, son Paco Lobatón, desde aquel ‘Quién sabe dónde’, José María Íñigo, desde los tiempos de ‘Estudio Abierto’, o Manuel Campo Vidal, el hombre de las noticias que llegó a ser presidente. El nombre de Edmundo Arrocet seguramente no les dirá nada porque a él el bigote le cambió hasta el carné de identidad. “Piticlín, piticlín” repetía constantemente el mítico Bigote Arrocet ante las carcajadas (algo fingidas) de Mayra. Entre los presentadores actuales es más difícil encontrar bigotes y, tal vez, Juan y Medio sea de las pocas excepciones.

 

 

En lo que respecta a ficción nacional el Bigotes por excelencia (no, el que están pensando no forma parte, tristemente, de la ficción) es el frutero de ‘Siete vidas’. Pero después ha tenido dignos herederos como Mauricio Colmenero en ‘Aida’ o Maxi en ‘La que se avecina’. Imanol Arias se lo dejó para meterse en el papel de Antonio Alcántara, pero llegó un momento en que no fue necesario mantenerlo. Su hijo en ‘Cuéntame’ siguió su estela, en cuanto a bigotes se refiere. También para interpretar a Javier Alarcón en ‘Gran Hotel’ Eloy Azorín decidió poblar su cara.

 

 

Y aunque el bigote es cosa de hombres (como el brandy Soberano) algunas chicas no se molestan en disimular el que a ellas les sale. Rikiki, la guardia de la prisión en la que termina Sabrina Collins en ‘Raising Hope’, es una de ellas. Katy Perry no tuvo ningún problema en lucir bigote. Frida Kalho creó escuela.

¡Bel Got!

 

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Sobre el autor

Crecí con 'Un, dos, tres', 'La bola de cristal' y 'Si lo sé no vengo'. Jugaba con la enciclopedia a 'El tiempo es oro' imitando al dedo de Janine. Confieso que yo también dije alguna vez a mi reloj: "Kitt, te necesito". Se repiten en mi cabeza los números 4, 8, 15, 16, 23, 42. Tomo copas en el Bada Bing. Trafico con marihuana en Agrestic y con cristal azul en Albuquerque. Veo desde la ventana a mi vecino desnudo. El asesino del hielo se me aparece en cada esquina y no me importaría que terminase con mi vida para dar con mis huesos en la funeraria Fisher.


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