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Mikel Labastida

El síndrome de Darrin

Pero… ¿quién escribe los rótulos en televisión?

“Yo no fui, nadie me vio, nadie puede probarlo”

Bart Simpson



No es extraño que haya quien se pregunte quién se encarga en las televisiones de perpetrar los rótulos que suelen aparecer en los diferentes programas. ¿Un niño de ocho años? Muchos a esa edad no cometerían errores tan garrafales como los que vemos casi a diario.
Partamos de la base de que el que tiene boca se equivoca. Y el que tiene tecla también. Que levante la mano el que no haya cometido ningún error nunca y, es más, quien no lo haya dejado escrito para la posteridad, para que le persiga el resto de sus días. Lo digo yo que, en un titular de hace años, sitúe La Provenza en Italia y aún sigo flagelándome por ello. Ahí es nada. Lo que ocurre es que este tipo de errores deberían ser la excepción. Cuando comienzan a convertirse en un hecho cotidiano sólo nos cabe pensar que alguien está intentando crear un nuevo subgénero literario/periodístico o que tiene serios problemas para acometer su trabajo.

 

Las cadenas de televisión, siempre tan competitivas entre ellas, han iniciado una contienda para ver cuál coloca en su pantalla el rótulo más aberrante, aquel que sea capaz de hacer sangrar los ojos de los espectadores. Lo que en otros tiempos era una anécdota casual es ahora el pan nuestro de cada día. O la errata nuestra de cada día. No hay emisora que se libre del síndrome. Todas, con mayor o menor frecuencia, meten su pifia. Lo mismo nos sorprende Antena 3 con un “inpida”, olvidándose aquello de que delante de B y P siempre va una M, que TVE con una “espectativa” con S en vez de con X, La Sexta con un “chapuzero” con una enorme Z, o Telecinco colando una hache donde no venía. ¿Se cometen estos gazapos por ignorancia, por falta de medios o por las prisas? Alguien debería empezar a tomarse en serio las causas de tanta equivocación.

 

Hay rótulos que están escritos con la misma ligereza con la que se envían algunos mensajes de texto con faltas incluidas. Sólo falta cambiar los “POR” por X y los “QUE” por Q y nos habremos rendido al lenguaje de los móviles. Quizá en esa condescendencia con los errores ortográficos en redes sociales o en los SMS radique parte de la razón de tanta errata en las pantallas últimamente. La semana pasada TVE tuvo que pedir perdón por un “obtubo” que colocó en ‘Los desayunos de TVE’ con más bes de las que tocaba. No es la primera vez que la cadena pública ha tenido que salir a la palestra a darse un tirón de orejas por sus patadas ortográficas, como cuando se les coló una “hoya” en vez de “olla” o una tragedia con J. Muy trágico, sí. Y no salen a entonar el mea culpa más a menudo porque se hacen los despistados, porque si no estaban compareciendo cada jornada.

 

No es, por supuesto, un acto exclusivo de la tele pública. El resto de canales colaboran de vez en cuando en magullar el diccionario. Muchos fueron los que hace unos meses se sorprendían de que Pedro Sánchez hubiese llamado a ‘Sálvame’ para asegurar a Jorge Javier que está en contra de la celebración del Toro de la Vega, pero aún más lo hicieron al comprobar que quien había escrito el rótulo se había dejado una “H” por el camino. ¿Culpa de la celeridad para indicar lo que estaba sucediendo en el espacio vespertino? Seguramente. Pero no olvidemos que lo que tenía que escribir el rotulista era una frase, no un tratado de doce folios. Intereconomía hace unas semanas lanzaba su propio órdago, pero con “H”, mientras que La Sexta cometía un error “debastador”. Sí con B. Con dos narices.

 

 

Grafistas y rotulistas se encargan de incluir en la postproducción de los vídeos letreros que ayuden al espectador a situarse y a no perder el hilo argumental. En los programas en directo tratan de llamar la atención del que está viendo la tele sobreimpresionando frases que ha dicho el invitado, datos que corroboren lo que se está hablando o anunciando contenidos que se van a ofrecer en los siguientes minutos. Captar el interés de los espectadores es fundamental pero no hasta el punto de cometer errores de gran calibre para que no se hable de otra cosa en todo el día. Posiblemente la mayoría de fallos se deban a los recortes aplicados en personal o al exceso de tareas encomendadas a una sola persona, pero eso no exime a nadie de escribir con precisión y sin faltas de ortografía. Habrá que proponer a Cuadernos Rubio que envíen ejemplares a las cadenas para que hagan reparto entre los trabajadores dedicados a teclear la letra.

Las prisas no son buenas compañeras, es verdad. Más vale perder 30 segundos en repasar antes de cometer una irregularidad que hacerla por ser los primeros en informar de algo. Lo peor es que en la mayoría de situaciones los rótulos no exigen ninguna inmediatez y se dispone de tiempo suficiente como para insertarlos sin errores. Pero la dejadez tampoco es una óptima compañera de viaje. Y de esto algo hay entre quienes se encargan de teclear las letras en la tele. Con un poquito de calma y atención se consiguen mejores resultados. Y seguramente con más gente para distribuir bien las tareas también.

 


Hay errores para todos los gustos. Los que más duelen, por descontado, son los que abofetean sin pudor a la RAE, pasándose sus normas ortográficas por donde la espalda deja de serlo. En ‘MasterChef Junior’, programa dirigido al público infantil y juvenil pese a que termina a la una de la madrugada, nos contaban hace unas semanas que el Museo del Prado estaba en Madrid a escasos metros del Jardín Botánico. El problema es que sus escasos estaban escritos con X. No serían pocos los niños y no tan niños que se quedarían con esa grafía y en cualquier momento repetirán el error. En ‘Hable con ellas’ modificaron la grafía de Valladolid y la hicieron terminar en Z como perdiz o codorniz. Innovando.

 

Acontecen pequeños deslices que sin ser sangrantes también duelen. ¿Cuántas comas entre sujeto y predicado se habrán colado en los rótulos televisivos? No pocas. En la retransmisión de los Goya, por ejemplo, se dejaron ver unas cuántas. Tuvo de todo el especial de TVE. Lo mismo había un presentador hablando de actrices “colombianas pero guapísimas” que comas delante del verbo que no hacían falta ninguna. Lo que nos gusta una coma… En otras ocasiones es un cero de más o un signo de interrogación innecesario el que se escribe por error. El problema es cuando una letra de más o una de menos cambia completamente el significado de la frase. Porque no es lo mismo hablar de una ‘policía loca’ que de una ‘policía local’. No, no es igual. Las L cuentan. Y mucho.

 

Una mísera letra es capaz de echar al traste la identificación de un invitado, incluso de descalificarlo. En Antena 3 al exlíder socialista Alfredo Pérez Rubalcaba lo rebautizaron como Rubalcaca, con todas las connotaciones peyorativas que la ocurrencia tiene. En ‘El programa de Ana Rosa’ el espíritu de Chiquito de la Calzada se inmiscuyó en quien redactaba los rótulos y el Depor se convirtió en Pedor. No puedoooooor. En otras ocasiones se insertan letreros que más que informar despistan, como ocurre cuando al líder de Podemos se le adjudica el cargo de secretario general del PSOE o al presidente del Banco Santander se le pone la cara de Cándido Méndez.

 


A veces los errores no parecen tan fortuitos e inocentes, como cuando en la cadena pública se ilustró una información de Tania Sánchez con imágenes de Pablo Iglesias, o el día en que se identificó a la exdiputada de Izquierda Unida como pareja sentimental del secretario general de Podemos. Novios y residentes en Madrid.

 

Hay rótulos que se les van de las manos a quien los escribe, que empieza con unas intenciones y termina con otras bien diferentes, sin que nadie sepa qué ha pasado en el camino. Nadie sabe qué estaba pensando el empleado de Telecinco que indicó en un letrero que “tres de los cuatro marineros fallecidos” habían sido “dados de alta”. Cuánto daño hizo Anne Germain en esa cadena. Muy despistado estaba también quien en Antena 3 al gobierno de Italia lo identificó como “Gobierno de ETA”. O quizá había una intención valorativa que los espectadores no captamos en ese momento. Algunos cambios de cifras pueden dar lugar a disparates mayúsculos, porque no es lo mismo que la nieve alcance 30 metros de altura que 300 o que Isabel Pantoja disponga de 72 horas para ingresar en prisión que de 72 años. Que la justicia es lenta en este país, pero no tanto.

 


Cierto es que el trabajo de rotulista debería incluirse entre los de alto riesgo por las cosas que les toca escribir a veces. Donde antiguamente había que poner abogado o cocinero, ahora se debe indicar ‘experto en Gran Hermano’ o ‘experto en Eurovisión’. Imaginen los esfuerzos que tenían que hacer en su día los que se encargaban del grafismo en ‘El diario de Patricia’ con los ejemplares que pasaban cada día por Antena 3. Ahora se llevan la palma los de ‘Sálvame’, a los que entre tanta extravagancia se les escapan gazapos de todo tipo. Imposible concentrarse si quien está en plató anda contando que se arrepiente de haber mantenido relaciones sexuales mientras preparaba unas croquetas. Eso desconcentra a cualquiera.

 

La ilustración principal del post es real. Sucedió en una televisión chilena en la que se dejaron llevar por la emoción tras la elección del nuevo Papa y no se percataron de que el cambio de una “L” por una “R” modificaba por completo el significado del mensaje. Ciertamente el historial del canal no tiene desperdicio. Han dejado el listón alto. Pero hay quien quiere superarlo sea como sea. No andamos lejos por estos lares.

 

 

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Sobre el autor

Crecí con 'Un, dos, tres', 'La bola de cristal' y 'Si lo sé no vengo'. Jugaba con la enciclopedia a 'El tiempo es oro' imitando al dedo de Janine. Confieso que yo también dije alguna vez a mi reloj: "Kitt, te necesito". Se repiten en mi cabeza los números 4, 8, 15, 16, 23, 42. Tomo copas en el Bada Bing. Trafico con marihuana en Agrestic y con cristal azul en Albuquerque. Veo desde la ventana a mi vecino desnudo. El asesino del hielo se me aparece en cada esquina y no me importaría que terminase con mi vida para dar con mis huesos en la funeraria Fisher.


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