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Mikel Labastida

El síndrome de Darrin

Camarero, saque a Albert Rivera de mi sopa

 

Que se sepa a Albert Rivera le falta por acudir a ‘Saber y ganar’ para intentar superar el reto o la calculadora humana, a ‘Gran Hermano’ para esconder el objeto que otorga la inmunidad de cara a las nominaciones, y a ‘Pasapalabra’ para resolver el rosco. Todo se andará. Y si no, al tiempo. “Voy a ir a debates, entrevistas y a todo lo que me inviten”, aseguró el líder de Ciudadanos hace unos días en ‘El programa de Ana Rosa’. Con ella había empezado la temporada televisiva subido en una moto, en una serie de especiales que la presentadora de Telecinco grabó en los que pasaba 24 horas con los principales líderes políticos. Desde entonces las apariciones de Rivera en la pequeña pantalla han sido frecuentes. Muy frecuentes. Demasiado frecuentes, diría yo. Tanto que si un día no interviene en algún programa saltan las alarmas. Muy celebrado ha sido el sketch de ‘Polònia’ satirizando la sobreexposicion del político catalán en los medios.
 


 

No es para menos. Con Ana Rosa paseó por Barcelona haciéndose selfies; con María Teresa repasó canciones que han marcado su vida como “Sin documentos” de Los Rodríguez, “Vivir mi vida” de Marc Anthony o “Noche de bodas” de Sabina; debatió con Pablo Iglesias en un bar invitado por Jordi Évole; montó en un kart con Pablo Motos y en un coche de rally con Jesús Calleja; discutió con Ana Pastor sobre refugiados y rentas mínimas; y a Pedro Piqueras le expuso las medidas que tomaría en la lucha antiterrorista si fuera presidente. Ese es su objetivo: llegar a La Moncloa. O influir en quien llegue. Y las encuestas publicadas le ofrecen unos datos muy positivos para sus propósitos, así que él no para. “Eres la pieza a batir”, le espetaba Ana Rosa el pasado jueves descubriendo la pólvora. Su popularidad ha crecido un montón en unos meses y las expectativas de voto para su partido, también. Sólo había que observar el entusiasmo que despertaba su presencia en el teatro Trui de Mallorca para el inicio de campaña. Los espectadores pudieron verlo, por supuesto, retransmitido por televisión. En este caso a través de ‘Un tiempo nuevo’, que anoche emitió un reportaje sobre las primeras horas del candidato de Ciudadanos durante la campaña oficial. Sopa, sopa y más sopa. Y lo extraño es que Rivera no termina empapado de nadar entre tanta sopa. Y eso que bucea en todo tipo, de ‘El intermedio’ de La Sexta pasa a los debates de 13TV, sin decir que no a Risto Mejide, a Ferreras, a Susana Griso o a Javier Ruiz. Al único al que no ha visitado ha sido a Bertín, pero porque no le han invitado. No por otra cosa.

 

 

Pero ¿ha acudido realmente Rivera a tantos programas en comparación con los otros candidatos a la presidencia del Gobierno?, ¿se exagera cuando se asegura que el de Ciudadanos está hasta en la sopa? ¿Es omnipresente o qué pasa? En realidad su periplo televisivo no ha sido tan diferente al de los líderes de otros partidos. Por ‘El hormiguero’ también pasó Iglesias y el martes acudirá Sánchez; Ana Rosa rodó sus especiales 24 horas con todos los candidatos y María Teresa también cuenta con todos para repasar canciones. A Ana Pastor se le escapan Sánchez y Rajoy, y con Calleja sólo se había atrevido el líder del PSOE. El balance, pese a todo, es muy similar entre los cuatro y sin embargo a Rivera se le ve más que a nadie. O se hace más repetitivo, eso según quien lo mire.

Lo que ha ocurrido con este político es que su sobreexposicion televisiva ha aumentado y mucho tras las elecciones catalanas. Hasta límites insospechados. Tanto que a más de uno nos han dado ganas de llamar al camarero y pedirle por favor que nos cambiase el plato porque se había caído un Albert Rivera dentro. Lo de Iglesias fue más poco a poco y después se mantuvo de forma más constante, de hecho podríamos decir que el líder de Podemos fue un producto de la tele, nacido cuando las tertulias políticas empezaron a ponerse de moda. Rajoy y Sánchez se han prodigado, de manera más espaciada y cada uno a su manera, por distintos programas. Pero a Rivera los medios le han prestado más atención a raíz de los buenos resultados obtenidos en Cataluña y una vez se hizo evidente que Ciudadanos sería una fuerza determinante en el congreso español. A partir de ese momento no había debate donde no fuese requerido ni presentador que no haya solicitado entrevistarle. Ponga un Rivera en su vida. Y él se ha dejado querer y ha mostrado su mejor cara en casi todos los espacios. Se gusta, se quiere, tiene la autoestima en su sitio. Y lo demuestra en cuanto ve una cámara encendida. Ha comprendido perfectamente cómo funciona el juego televisivo y se le ve cómodo en él.

 

 

Atrás quedan sus inicios en la pequeña pantalla, cuando llegó a ser jurado de una especie de concurso que presentaba Ruth Jiménez en Cuatro y en el que compartía silla con Mercedes Milá. Se llamaba ‘El comecocos’ y a él se concurrían seis participantes que debían demostrar sus habilidades como oradores ante el jurado y 700 personas del público. Rivera era por aquel entonces diputado catalán y se le conocía, sobre todo, por la campaña que había protagonizado unos años atrás exhibiéndose desnudo en los carteles electorales, adelantándose a las que ahora desde sus filas saltan a Interviú. Lo suyo parecía más bien de anécdota. Nada hacía presagiar por aquel entonces su traslado a la política nacional. El programa de Cuatro no duró ni un mes por su escasa audiencia y el político no probó suerte en ningún otro formato. Pasaría un tiempo hasta volver a verle asiduamente en la pantalla.

Sólo en su último encuentro con Ana Pastor perdió su gesto habitual y la pose de yerno ideal y se le pudo ver algo molesto con la insistencia de las preguntas y repreguntas de la periodista. Esa fue la excepción de la regla, porque al joven político no se le suelen descomponer las formas ni una actitud que está estudiada al milímetro para parecer cordial, humilde y siempre sonriente. Esa es la imagen que programa tras programa se nos vende de Rivera y que, pese a los múltiples experimentos a los que se ha expuesto, es difícil desmontar. Quizá si alguno le plantease alguna cuestión relativa a Kant pinchaba, pero tampoco están las teles muy volcadas con la filosofía. 

 

Posiblemente de todos los candidatos presidenciales sea el que más estudiado tenga la imagen que proyecta ante las cámaras, lo cual no es malo, pero hace sospechar si será real o sólo producto del marketing. Si fuese solamente un papel opciones de desenmascararlo no han faltado y las habrá en los próximos días porque el líder de Ciudadanos ha llegado a la tele para quedarse.

Queda mucha sopa donde encontrar a Rivera, ya que en lo que resta de campaña (y después) él amenaza con seguir acudiendo a tantos platos como pueda. Aparecer en ellos no le pasa factura. Todo lo contrario, la popularidad le beneficia y a pesar de que sus discursos y respuestas parecen idénticas en cada sopa él se las apaña para que nadie se atragante y vuelvan a contar con él como condimento. Misterios de la gastronomía y de los caldos. Y de la política, claro.

 

 

 

En capítulos anteriores: Pedro Sánchez: de ‘Sálvame’ a Bertín Osborne

                                         Pablo Iglesias quizás, quizás, quizás acuda a ‘Sálvame’

                                             ¿Cuántos votos ganó Rajoy gracias a Bertín?

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Sobre el autor

Crecí con 'Un, dos, tres', 'La bola de cristal' y 'Si lo sé no vengo'. Jugaba con la enciclopedia a 'El tiempo es oro' imitando al dedo de Janine. Confieso que yo también dije alguna vez a mi reloj: "Kitt, te necesito". Se repiten en mi cabeza los números 4, 8, 15, 16, 23, 42. Tomo copas en el Bada Bing. Trafico con marihuana en Agrestic y con cristal azul en Albuquerque. Veo desde la ventana a mi vecino desnudo. El asesino del hielo se me aparece en cada esquina y no me importaría que terminase con mi vida para dar con mis huesos en la funeraria Fisher.


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