Ayer estuve en la inauguración de una nueva marca de moda en Valencia (¡que te mueres de bonita y va a dar mucho que hablar!) y cuando por la mañana salíamos hacia el cole, como si hubiera un incendio en casa, el padre de las criaturas y yo intentábamos hablar de cómo organizar el día.
– ¿Entonces esta tarde tienes algo?
– ¡Claro! ¡La inauguración de Boovier! ¿No te acuerdas?
– Ah. Vale. Que te vas de compras..
– ¡Que no! Que tengo que ir, hombre, que sabes que tenemos que apoyar a Susana…
– Claro, claroooo… lo entiendo perfectamente (imaginad el tonito y la sonrisita)
Ya el puntito de sorna me hizo reír agachando la cabeza para que no me viera, pero es que ya son muchos años y poco a poco las cosas caen por si solas.
Pasó el día, y tras el trabajo, recoger al churumbel, acudir corriendo al cole, llevar a Adela a un cumple y tras la tarta y la animación, nos fuimos los tres de inauguración. Tomamos unos mojitos, unas palomitas de colores y entre “…pruébate este vestido”, “..mira qué camisa..”, “… Laura no mires ese cinturón que es mío!” fue pasando la tarde y por supuesto, cayeron las compras! Y claro, como había que apoyar a Susana, el padre acudió a la fiesta a felicitar a la emprendedora. Fue verlo venir por el pasillo y decirle a Susana: “Oye, déjame aquí la compra, que con los niños y todo, va a llegar a casa arrugadísimo”.. Cuando Susana mira y ve al padre acercarse, entiende perfectamente el mensaje y mete la bolsa debajo del mostrador. Pero el padre, que no tiene un pelo de tonto, nos mira a las dos y lo primero que dice:
– ¿Qué?.. ¿Qué tal?
– Nadaaaaa… ¿Por qué lo dices?
– No, me ha parecido que estabas comprando.. ¡qué imaginación tengo!
Que quede claro que a mi señor esposo no le importa que compre, que siempre le parece bien todo y hasta compartimos gustos, pero a veces hasta yo misma me doy cuenta de que me he pasado y entra el juego de:
– Oye, ese vestido es nuevo, ¿no?
– Uy, sí, nuevo.. ¡Si lo tengo en el armario desde antes de embarazarme!
– ¿En serio?
– Desde luego, qué poco te fijas en mi.. L (aquí es imprescindible la cara de pena)
También muy recurrida la modalidad “me lo ha comprado mi madre”:
– ¿Y esa camisa? No te la había visto.. ¿es nueva?
– Ah, sí. Sí. Me la ha comprado mi madre. ¿A que es una monada? J (aquí la sonrisa ha de ir de oreja a oreja)
O el típico:
– ¿Te gusta este vestido?, ¿Me lo dejo?
– Sí, muy bonito. ¿Es nuevo?
– Sí, es de Zara (¡¡mentira!!). Total, lo he visto por 29,95€ y he pensado que es muy ponible.. (¡zasca! Aquí imprescindible aguantar la risa)
La última modalidad, la de “Me ha costado 29,95€” tiene múltiples aplicaciones y es muy resolutiva para muchas ocasiones. Puede servir para ropa nuestra, ropa de los niños, sábanas nuevas, un juego nuevo de tazas de té.. Todo, en todas las tiendas, cuesta 29,95€. Eso es así.
Y es que somos taaaaan diferentes. Ellos se compran lo que quieren, se gastan 30 o 300, vienen y te lo dicen. Sin problemas. Si te viene bien, como si te viene mal, ahí está. Y es que al final de todo esto no se trata de ocultar nada. No se trata de mentir ni esconderse, la emoción está en poder ser tú misma muchas veces y comprar libremente sin pensar nada más. Para mi, las compras son terapia. Os parecerá frívolo, pero el rato que estoy pensando en cómo lo voy a combinar, si le daré uso, si tengo zapatos a juego, etc.. es un rato de sanación mental. A algunos les pasa con la lectura, a otros con algún juego, unos salen a correr y otras nos vamos de compras. Y así, entre capítulo y capítulo de estas modalidades, nos pasa la vida. Nos reímos cuando nos pillamos las mentirijillas, pero oye, ¿y lo monas que salimos a cenar con ellos cuando venimos de “Zara” y hemos hecho una compra de “29,95€”?
¡Buen fin de semana!
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