Recuerdo mi infancia como una lucha constante por merendar ‘phoskitos’ y el empeño de mi madre en darme pan con chocolate o pan con jamón. El caso era no comprarme ni donuts, ni ‘panteras rosas’ ni ‘phoskitos’, que eran mis preferidos, y darme cualquier cosa con pan.

Mi madre no sabía nada de grasas saturadas pero sí que ella respondía por todo lo que llevaba el bocadillo hecho en casa, en cambio no podía decir lo mismo sobre los productos envasados y llenos de conservantes, aromatizantes o antiaglomerantes que vendían por ahí.

Ahora resulta que tiene razón y el gobierno quiere prohibir la venta de esos productos en las máquinas de los colegios. O sea, que al paso que vamos tendremos que comprar ‘phoskitos’ de contrabando en esta nueva ‘ley Light’ cual ‘ley seca’ contra el alcohol en Estados Unidos.

Me parece estar asistiendo a la instalación de mi madre -y todas las madres de su generación- en el ministerio de Sanidad. Que no fumes, que comas fruta, que no corras, que no comas porquerías, que te acuestes pronto, que no bebas. Propongo que el próximo vídeo electoral no lo protagonice Zapatero y que hagan como las campañas de algunas grandes marcas: que escojan a gente real. Así, nada mejor que grabar a una madre en ese ‘momento-DGT’ que todas tienen cuando el chaval sale de casa para ir al instituto.

Lo que viene a demostrar esta tendencia no solo es que el gobierno se erige en autoridad materna o paterna sino que lo hace por la ausencia de ésta en temas tan importantes como la educación alimentaria. Una servidora no necesita que el ministerio alerte sobre el abuso de la bollería industrial. Me lo enseñaron en casa hace mucho.

El problema es que estas generaciones, quizás, no han tenido quien les enseñe a comer cosas sanas, propias de la tierra y de la temporada pero sí, demasiado producto apetecible donde elegir. En mi casa si no había jamón, ponían aceite y sal. Y si para desayunar no había galletas, en lugar de cereales, llenábamos el vaso de leche con migas de pan. Ahora me alegro.