Mañana domingo hay convocada en toda España una manifestación bajo el eslogan ‘Toma la calle. Democracia real ya‘. Es una propuesta que no nace de partidos políticos ni de organizaciones sindicales. Es una iniciativa ciudadana ‘cocinada’ en las redes sociales.

Eso da miedo. A algunos les aterra no saber de dónde procede ni adónde va. Y seguramente eso es lo interesante: el camino está por hacer y no va de la mano de los de siempre. A otros les preocupa que los carteles anunciadores apelen a que los ciudadanos no somos marionetas de banqueros o políticos. Eso es más terrible todavía. ¿Quién ha dicho que no estamos ahí para financiar sus desmanes? ¿Acaso no es lo que hacemos desde que cayó Lehman Brothers?

La propuesta que concentrará a los valencianos en San Agustín y a otros muchos en las principales ciudades de España no es una protesta al aire, tiene mensajes concretos: mayor control de la clase política y de sus privilegios; mayor supervisión de las entidades bancarias; potenciación del transporte público; mayor democracia interna en los partidos. E ideas tan perfiladas como la supresión de la SICAV.

Es sobre todo un movimiento cívico que busca dar protagonismo a quien de verdad debería tenerlo: el ciudadano. No el votante ni el consumidor sino el ciudadano, el individuo y el grupo organizado de forma pacífica y provechosa para el bien común.

Lo mejor para ver su potencial es comparar sus propuestas y las de los partidos políticos en sus programas. El enfoque es prometedor aunque se note cierta desproporción en los ítems mencionados. Por ejemplo, lo desarrollado que está el apartado sobre los bancos frente al de reducción de gastos a excepción de los militares. Quizás no esté maduro pero ningún movimiento ciudadano nació completamente estructurado. Habrá que confiar en que crezca y algún día sean esos los contenidos de los programas que votaremos en días como el 22-M.