Tengo que decir que “Podemos” me ha sorprendido. No en su forma de pensar ni en sus posiciones ante algunos temas sino por su poca cintura para aceptar las críticas. Entiendo que son molestas porque algunos en esa formación creen que son enviados de Atenea para salvar al pueblo heleno de las garras de los persas y no conciben que el resto de los humanos seamos incapaces de apreciarlo. Pero sobre todo les inquieta la crítica cuando no viene de Esperanza Aguirre o Cristina Cifuentes, la derechona rancia y fascistoide, sino de dos personajes nada sospechosos de carcundia como Willy Toledo y Joaquín Sabina. Ahí les duele. Que les critique el alcalde de Valladolid es motivo hasta de celebración porque hace subir el pan y la intención de voto a grupos radicales. Pero que lo hagan dos “rojos” más coloráos que la reina de corazones es un mandoble difícil de soportar. Lo que más llama la atención es cómo les escuece el consejo de Sabina de rebajar su marxismo, algo demodé en el siglo XXI. Hace mucho que el PSOE cayó del caballo en Suresnes y que Santiago Carrillo hizo lo propio antes de colocarse la peluca. Sin embargo, en “Podemos” critican a los conservadores más inmovilistas y actúan como ellos mirando hacia atrás con nostalgia. Hasta 1917, aproximadamente, que ya es mirar. Eso da la medida de su falta de sentido de la realidad.
De cualquier forma lo más sorprendente es el tono agrio con el que contestan a Sabina, espetándole que haga lo que sabe hacer que es cantar. Les hacía yo un poco más tolerantes y menos dogmáticos, capaces de aceptar un debate en asambleas pero no, al parecer, una crítica constructiva en público. Lo propio, según ellos, es razonar, pero ese comentario reduce a Sabina a titiritero y le niega su condición de ciudadano libre capaz de opinar de lo político.