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María José Pou

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Disculpas de la “casta”

La capacidad de adaptación y regeneración de los políticos es asombrosa. Ya sabíamos que eran camaleónicos y sabían flotar más que un corcho. Lo que nos faltaba por confirmar era que sabían resurgir de sus cenizas en grupo, no solo de forma individual. De momento lo están intentando. Aún no sabemos si lo conseguirán pero estamos asistiendo a un gran espectáculo de supervivencia. La “casta”, que diría Pablo Iglesias, está ahora más amenazada que nunca y, sin embargo, no parece que le afecte el riesgo ni las perspectivas de hundirse definitivamente. Yo creo que los políticos piensan que ellos son y serán; que resultan imprescindibles y que “después de mí el abismo” y no se dan cuenta de que todo eso puede no ser cierto. Si de verdad estamos ante un cambio de era, es posible que nos encontremos con una especie en peligro de extinción aunque ahora aún no seamos capaces de imaginar un mundo sin ellos. Supongo que los empolvados señores de la corte de Maria Antonieta tampoco podían soñar siquiera que el Antiguo Régimen fuera a desmoronarse. Nosotros lo vemos en la distancia y sabemos que aquello no era más que una forma antigua de intentar perdurar tras el cambio de ciclo. Sin embargo, para ellos, era el mundo. Sin paliativos. Era la realidad.

En esa clave cabe entender que nuestros políticos, manchados por la corrupción propia o ajena, crean que únicamente pidiendo perdón pueden continuar como si tal cosa. Aún no se han dado cuenta de que el ciclo está cambiando. Las disculpas son respetables y dignas de agradecimiento pero serán incapaces de parar la rotación de la Tierra. Son como las concesiones in extremis que quisieron hacer los nobles al populacho mientras a Robespierre le cambiaba la voz. Un último intento por mantener el statu quo.

Lo que llama la atención es el rechazo de esas disculpas acogiéndose a su vinculación con la cultura católica a diferencia de la protestante. Más de un tertuliano anda quejándose de que la opción de pedir perdón es la impronta que la iglesia ha dejado en nuestra cultura. E incluso se remontan al siglo XVI. La explicación que dan es que la influencia católica de la confesión invita a pecar pues se confía en el perdón recurrente para salir bien del pecado. Por el contrario, la inexistencia de esa intermediación penitencial en el contexto protestante hace que uno asuma su culpa y se marche. No termino de verlo pero dudo de que Bill Clinton estuviera bajo influjo alguno cuando pidió disculpas por el caso Lewinsky, salvo la perspectiva electoral. Tampoco lo encuentro en Japón cuando sus políticos lloran y piden perdón por televisión. Lamentar el error y disculparse por el daño causado no son inventos católicos. Son normas elementales de convivencia. Tal vez lo sea el sentimiento de culpa pero, por lo que vemos, eso no parece que lo tenga nuestra muy católica “casta”.

Socarronería valenciana de última generación

Sobre el autor

Divide su tiempo entre las columnas para el periódico, las clases y la investigación en la universidad y el estudio de cualquier cosa poco útil pero apasionante. El resto del tiempo lo dedica a la cocina y al voluntariado con protectoras de animales.


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