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María José Pou

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Ecce mulier

Terminaremos por acostumbrarnos pero aún llama la atención la afición de algunas actrices y otras famosas por cambiar de cara. No me refiero a retocar unas patas de gallo o rellenar unas arruguitas en la frente sino a emular a los grandes “capos” mafiosos que se operan y cambian de identidad para no ser reconocidos por la policía. En el caso de las reinas del papel couché resulta extraño porque viven, precisamente, de lo contrario que el delincuente: de que les conozcan y reconozcan por ser quienes son. No por parecer otras personas.

El último caso que hemos conocido es el de Uma Thurman. Cuando vi su nueva cara, temí que Cecilia, la restauradora del Ecce Homo de Borja, hubiera dejado sus pinceles y se hubiera metido a cirujana en Los Angeles. ¡Tan irreconocible es la nueva Uma!

Por eso creo que la protagonista de Kill Bill necesita a Calderón. El de la Barca. El mismo que dejó escrito en apenas un fragmento de “La vida es sueño”, todo un modo de enfrentarse a la vida, en crisis, en bonanza y sobre todo en el fondo del pozo. La diva de Hollywood debería escuchar ese fragmento del diálogo entre Segismundo y Rosaura en el que ésta habla de un sabio que solo comía hierbas y pensaba en que no habría nadie más pobre y triste que él, hasta que se volvió y vio a otro sabio recogiendo las hojas que él tiraba. Solo así se daría cuenta de que su cara ha sido la envidia de muchas que hubiera hecho cualquier cosa por parecerse a ella. Millones de mujeres pedirían sus rasgos si pudieran pagarse una operación de estética.

Esa lección la aprendí hace años en Londres cuando una estudiante japonesa dijo envidiar mis ojos. A ella le parecían preciosos cuando yo nunca los había considerado en demasía. La única razón es que ¡eran redondos! Supe después que muchas en el país nipón se operan para “occidentalizar” sus ojos rasgados mientras que aquí los suyos nos parecen más curiosos, precisamente, por su peculiaridad. Aquella escena me hizo verme como el sabio de Calderón: mirando hacia atrás, segura de encontrar a alguien recogiendo lo que yo descarto por desechable. Su cara no satisfacía a Uma, aunque para muchos haya sido un rostro angelical en la historia del cine. Ya no entro en si la de ahora es mejor o peor, o más o menos expresiva. Me limito a considerar cuántas veces nos parece poco lo que nos ha dado la naturaleza mientras que solo eso haría felices a otros, con muchos menos recursos, belleza o gracia natural. No es motivo para dejar de arreglar lo que uno cree desastroso, pero sí para mirarse con los ojos del que va detrás, de quien nos envidia y quien desea lo que a nosotros se nos ha regalado sin que seamos conscientes de ello. Lo triste no es que alguien se opere para verse mejor sino que ese bisturí haga desaparecer un rostro único e irrepetible que, además, en este caso, era bello sin artificios.

NOTA: como se demostró posteriormente, su nueva imagen se debía al maquillaje, no a la cirugía.

Temas

cine, famosos, mujer

Socarronería valenciana de última generación

Sobre el autor

Divide su tiempo entre las columnas para el periódico, las clases y la investigación en la universidad y el estudio de cualquier cosa poco útil pero apasionante. El resto del tiempo lo dedica a la cocina y al voluntariado con protectoras de animales.


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