Hay personajes en la vida pública que se hacen imprescindibles. Incluso, aunque caigan mal y sean foco de todas las críticas. Le ocurre a Belén Esteban en la televisión y a Esperanza Aguirre, en la política. El mundo tiene otro color sin ellas, a pesar de lo incómodo que resulta cuando se hacen notar. Por eso me alegra asistir a la vuelta de Esperanza Aguirre, hasta cuando se equivoca, se cree con bula para hacer lo que quiera o bombardea la estrategia de su propio partido yendo por libre.
En sus últimas apariciones públicas ha demostrado que su condición de verso suelto se ha reforzado con Rajoy en el poder. Hace unos años, cuando el actual presidente no era más que un aspirante eterno, Aguirre tenía otra forma de señalar su discrepancia y, aunque nunca ha dejado de mostrar que tiene una propia línea, su vuelta de la retirada voluntaria que anunciara hace poco más de dos años parece haberle dado alas. Más alas aún. Prueba de ello es lo sucedido este fin de semana. Al interés natural que suscita cualquier declaración suya, se unió su presencia en la manifestación del sábado contra el aborto. Esa concentración, convocada por organizaciones Provida, no era un acto político a priori pero es difícil obviar la clave política cuando lo que se reclamaba era el cumplimiento de una promesa electoral que resultó fallida y acabó con la carrera de Ruiz Gallardón. Entonces ya extrañó el “suicidio” del ministro de Justicia comprometiéndose con una causa tan necesaria como difícil. ¿Acaso no pensó el exalcalde que nunca llegaría a buen puerto un compromiso como ése? Tal vez creyó que las huestes del partido estarían con él. No fue así. Por eso resulta curioso ver a la lideresa echando un pulso a Rajoy tan significativo. No plantó cara cuando la salida de Gallardón aunque estuviera de acuerdo con él, quizás por antiguas pendencias. Sin embargo, lo hace ahora de forma pública y manifiesta, rodeada de “indignados” con el PP. Indignados que no han votado a otro partido proabortista, probablemente. Pareciera que Aguirre se ayudara de la manifestación para decirle a Rajoy: estos son mis poderes. No sé si los de Vox o los propios.
En cualquier caso es un mensaje claro. Ningún otro miembro destacado del PP se hubiera atrevido a protestar contra la política de Rajoy de ese modo. Ahora toca averiguar si ello se debe a que lo ve débil o a que “la lideresa” ya ha tomado la determinación de marcar el ritmo en el partido. Aguirre tiene vocación de hortador, aquel que tocaba el tambor en una galera para indicar a los remeros la cadencia de su ejercicio. Tal vez ha llegado el momento de porfiar para lograr el sillón del jefe. Se me dirá que lo va a hacer desde un humilde puesto de alcaldesa de Madrid pero todos sabemos que el poder y el carisma no siempre van unidos. A veces, como en este caso, juegan en ligas diferentes.