Nos vamos a tener que acostumbrar. Algunos lo presentan como una catástrofe y otros, con cierto alivio. Lo cierto es que es una realidad y lo será más todavía en el futuro. Es el fin de la hegemonía de un partido u otro. En adelante, nos encontraremos con pequeños grupos que se convertirán en determinantes para el gobierno, ya sea Ciudadanos, Podemos, Compromís o todos ellos. No juntos, desde luego; pero sí un tanto revueltos.

El sondeo de Sigma Dos así lo presenta en la Generalitat y el Ayuntamiento. La bajada de PP y PSPV permite la entrada de otros partidos con los que hay que contar para gobernar. O viceversa. Si disminuyen es porque sus votantes huyen a otras formaciones. Visto así, parecen inevitables los pactos y ahí reside el riesgo para esos votantes satisfechos con su opción minoritaria pero esencial. La falta de costumbre sobre la declaración de intenciones postelectoral es casi tan proverbial como el empeño por proteger con silencio a los mecenas que financian partidos. No hay hábito de transparencia para las cuentas ni para las intenciones. Sin embargo, los ciudadanos deberíamos tener esos datos antes de tomar nuestras decisiones. En esta etapa, ha llegado la hora de exigir saber. Es justo saber quién respalda con su dinero a un partido para vigilar mejor que los intereses de ese partido respondan al bien de los ciudadanos o únicamente al de sus benefactores. Del mismo modo, lo justo sería participar en el juego electoral con todos los ases en la manga. O, al menos, sabiendo con cuáles juega cada participante. De lo contrario, el votante que se siente mejor representado por una fuerza pequeña recién incorporada, puede encontrarse con el chasco de que ésta decida apoyar a un partido grande, se pliegue a sus deseos y apenas imponga algo de sus compromisos electorales. Puede suceder también lo contrario, que el intento por sacar beneficios electorales tiente tanto a un partido pequeño que se resista a pactar y provoque inestabilidad en el gobierno. Lo que está por ver es si el bipartidismo de verdad ha caído o simplemente asistimos a su transformación. En ese caso los grandes partidos se convertirían en enormes planetas que atraen en su órbita a pequeños satélites dispuestos a lo que sea por no alejarse de la fuerza del poder. De esa forma, el voto a pequeñas formaciones podría llegar a perder valor. O se aclara desde el principio o algunos creerán que estamos ante una nueva etapa de todopoderosos que fagocitan al resto asumiendo sus propuestas. Ya pasó en Alemania con la incorporación del mensaje “verde” en otros partidos hasta dejar al partido original sin contenido, y podría suceder con algunas reivindicaciones de los “nuevos”. No obstante, si ocurriera, sería dentro de unos años. De momento, la curva de intención de voto para ellos todavía es ascendente. Y lo será por un tiempo.