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María José Pou

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El genio de la patata

El sueño de la razón produce monstruos y el del talento, damnificados. Al menos, en los programas que pretenden descubrirlo. Si algo están demostrando los concursos de cantar, bailar, coser dobladillos en punto de cruz, imitar el trino del camachuelo trompetero en época de cría o planchar la raya del pantalón en un chándal de ganchillo es que en este país hay mucha nenaza. Que no se me enfade el ala feminista pues lo de nenaza es solo una forma de hablar. La “nenaza” es una “moixa” y el “nenazo” es un buenorro. Qué le vamos a hacer, son cosas del lenguaje. Por si acaso, lo dejaremos en “blandengue”.

El caso es que en la última edición de Masterchef, el programa de cocina que intenta descubrir el talento del cocinillas domésticos -Oh my “gore”-, apareció él. Ni nenaza ni nenazo. Tan blando por fuera que diríase todo de algodón. Era como ver a Arguiñano preguntándose “a qué huelen las nubes”. Tutu-tutu-tutu. Cuando lo conocí y supe que estudiaba para médico en la terreta, deseé fervientemente que ganara. Y que se dedicara, desde entonces, a envenenar al personal en su propia fonda. De lo contrario, la sola perspectiva de tenerlo de traumatólogo y verle ponerme una escayola en homenaje a las víctimas del estucado rococó, me producía escalofríos. Justo lo que me ocurrió cuando le supe expulsado sin gloria ni honor.

La razón de la ejecución sumarísima fue un engendro colosal. Qué digo colosal, hercúleo, titánico, ciclópeo, ¡me falta Olimpo y “rodalies” para poder calificarlo! Una verdadera patata (sic). Ahora bien. Esa porquería (marranada, dijo el jurado, benévolo) expuesta en Arco le quitaría el sitio al pillo que ganó 20.000 euros por un vaso de agua. Y sin hielo.

Algunos han lamentado que los chefs estuvieran duros con él. Efectos de la ñoñería elevada a principio pedagógico que sufrimos. Lo duro no es la crítica. Lo terrible es que los clientes ignoren el local cuando el llorón se decida a vivir de eso.

Lo que Pepe le espetó al Platero de los fogones es pura ternura comparado con Tripadvisor. En esta web son los usuarios los que califican, recomiendan o se quejan amargamente de hoteles y restaurantes. Los hay que terminan con un amable “no volveré” y a algunos solo les falta firmar como “la reina de corazones” y pedir “¡que le corten la cabeza … y el cucharón!”.

El sistema educativo nos está reblandeciendo. Su prioridad no es acostumbrarnos al halago sino a la crítica. El mejor legado de un maestro es el uso equilibrado del palo y la zanahoria. Saber cuándo aplaudir y cuándo censurar al aprendiz. Y, sobre todo, enseñarle a que sepa hacerlo consigo mismo todos los días si quiere llegar a ser un genio. Justo lo que falta a muchos participantes de realities con un autoconcepto demasiado elevado y escasa genialidad. Me temo que estamos descubriendo talento muy por encima de nuestras posibilidades.

Socarronería valenciana de última generación

Sobre el autor

Divide su tiempo entre las columnas para el periódico, las clases y la investigación en la universidad y el estudio de cualquier cosa poco útil pero apasionante. El resto del tiempo lo dedica a la cocina y al voluntariado con protectoras de animales.


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