Dicen los responsables que la polémica es artificial e intencionada. Nada me haría más feliz. No solo porque prefiero la serenidad al nerviosismo, aunque sea en el ámbito político, sino también porque demostraría que nuestros representantes públicos están más evolucionados, incluso, que muchos de nosotros. O, sencillamente, que resisten mejor la ola de calor que la que suscribe y no se alteran por un quítame allá esos posters.
El caso es que en el Salón de Plenos del Ayuntamiento de Biar hay un Cristo que, a juicio del actual consistorio, necesita ser tapado durante plenos, asambleas o visitas protocolarias. Eso es que no esperan la visita del Papa Francisco. No les culpo. No es previsible que se desvíe hasta Biar cuando vuelva de Cuba y Estados Unidos en el próximo septiembre, aunque con este hombre nunca se sabe. La cuestión es que, si aparece por allí, le dirán que el Cristo reina pero no gobierna. O sea, que decora pero no preside. Christus Rex, ora pro nobis.
El argumento es el del Estado laico y bla bla bla. Es cierto que el Estado es aconfesional pero que el Estado no tenga religión oficial no significa que no la tengan sus ciudadanos. También los de Biar. He de confesar que me daría cierto canguelo rezarle a un Cristo en un Ayuntamiento. No porque el Señor no me escuche con la misma atención que si lo hago en la Catedral sino porque quizás le acompañen otros en la escucha. Aunque sea oración mental al más puro estilo teresiano en este año de Centenario. Los espías de la NSA seguro que pueden deducir lo que se le está pidiendo por el solo movimiento de los ojos. Como para fiarse.
La insistencia en cambiar la decoración no es más que un gesto. Irrelevante, aunque necesario, valga la paradoja. En un Estado moderno, es conveniente la separación Iglesia-Estado. A quien más le conviene, por cierto, es la Iglesia. Así no tiene que deber ni pagar favores a nadie. Sin embargo, la necesidad de hacerse notar por ese hecho no deja de resultarme un poco adolescente. Como los quinceañeros, se reafirman contra otros, no por lo que son. El verdadero Estado laico y normalizado es aquel que puede tener un Cristo en sus paredes porque es historia y raíz de la comunidad que allí se reúne sin que nadie se escandalice ni se incomode. Y sin que nadie pretenda que esa imagen está marcando la línea política. Aunque no estaría mal si les inspirara preocupación por el prójimo antes que por uno mismo, interés por el bien común y prioridad por el desfavorecido y no por cualesquiera poderes terrenales. Quizás necesitan reivindicar como propio todo ese mensaje de buenismo reconquistado. Ojalá nunca se cumpla la profecía de Houellebecq en su libro “Sumisión” pero si así fuera lo del Cristo de Biar nos va a parecer un chiste. No se está tapando un altar sino un origen que nos explica, aunque nos empeñemos en negarlo.
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