La libertad de expresión existe.
No es necesario ver aprobada la ley Lassalle de mecenazgo para ver protegidas la dignidad de las artes escénicas y el micromecenazgo. Los ‘creadores’ -antiguos intelectuales- se sienten amparados por la estricta regulación del mercado y por la nueva reforma fiscal y sus bondades para la financiación de proyectos. Al dinero le chifla invertir en arte. Las ideas se protegen y miman más allá de los fines meramente comerciales, la dignidad del oficio anula el plagio y los derechos de autor se salvaguardan de forma escrupulosa. Internet ofrece infinidad de ventajas y las descargas ilegales serán finalmente reguladas de algún modo, en breve. Se potencia la independencia e imparcialidad de artículos y obras mientras la cultura oficial es la que debe ser siempre -para mucha gente- y sus vaivenes por etapas resultan enriquecedores. El mundo de la información, la cultura y las artes no puede ni debe estar politizado y cuenta con mecanismos de control para ello. El espíritu crítico no recibe su nombre de su estado crítico y comatoso y se premia. El mecenazgo ha existido siempre – es necesario y sano-, y no equivale a malbaratar la sensibilidad artística.
La no aprobación de la ley de mecenazgo Lassalle, periódico ' El Mundo'.
La libertad de expresión existe y su dignidad está garantizada.