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Miguel Salvatierra

Sin fronteras

La misión imposible de Netanyahu

Aunque todavía no se puede hablar de una tercera Intifada, como las de 1987 y  2000, se mantiene el temor de que el inesperado brote de violencia, que ya ha costado la vida a más de sesenta palestinos palestinos y a nueve israelíes, pueda provocar un nuevo estallido generalizado de violencia.

Un agente de policía israelí permanece junto a la navaja empleada presuntamente en un apuñalamiento perpetrado por un palestino en una parada de tranvía en Jerusalén, el pasado 30 de octubre. EFE

Un agente de policía israelí permanece junto a la navaja empleada presuntamente en un apuñalamiento perpetrado por un palestino en una parada de tranvía en Jerusalén, el pasado 30 de octubre. EFE

Aunque estos nuevos ataques, caracterizados por el uso de cuchillos, haya pillado por sorpresa a los dirigentes israelíes y palestinos, la lógica apuntaba a que tarde o temprano la olla a presión en que se han convertido los territorios ocupados tendría que estallar. Por otro lado, tanto Netanyahu como Abbas se han mostrado incapaces de encontrar una mínima rendija por la que abrir un nuevo marco de negociaciones. El primer ministro israelí, aliado con las fuerzas nacionalistas más extremas, no lo ha puesto nada fácil con su política de mano dura. Sus repetidas y mortíferas operaciones de castigo sobre Gaza, en paralelo con su política de aislamiento y la expansión de los asentamientos ilegales de colonos le ha enfrentado abiertamente incluso con la Administración Obama. Como se ha comprobado y desgraciadamente se demostrará una y otra vez en el futuro, embolsar el conflicto palestino en sus reductos con muros, vallas e imponentes fuerzas de seguridad está destinado al fracaso. Mientras no se acuerde un statu quo válido para ambas partes y no impuesto por la fuerza, la violencia estará presente.

En cuanto a Abbas, ha sido la viva imagen de la impotencia. Sus esfuerzos por maniobrar en el campo diplomático, prácticamente el único terreno en el que se puede mover, con la declaración de Palestina como Estado observador por la ONU y la ruptura con los Acuerdos de Oslo, no han movido un milímetro la posición israelí ni han servido para mejorar las precarias condiciones de vida de la población.

En una reciente y excelente entrevista de Mikel Ayestaran en ABC, el escritor israelí Amos Oz insistía en la única alternativa al actual callejón sin salida: “Dos Estados, seguir el ejemplo de países como Checoslovaquia. Dividir esta casa en dos apartamentos y vivir como vecinos, no hay otra solución posible. Los fanáticos de ambos lados tratan de convertirlo en un asunto religioso, pero es una cuestión de tierra”.

El primer ministro israelí fracasa en su intento de embolsar el conflicto palestino con medidas de fuerza y aislamiento

Una mirada sin prejuicios ideológicos a una actualidad del mundo cada día más interconectada con nuestra realidad

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