El Moro Muza ha pasado a formar parte del acervo cultural de España. Varias expresiones aluden a este personaje. Así, el valenciano hace referencia a él en una expresión utilizada para asustar a los niños. En castellano, su nombre se emplea en una frase hecha (‘Es cosa del Moro Muza’) que se aplica cuando alguien quiere desentenderse de algo.
Hay quien podría pensar que el tal Moro Muza se mueve entre la realidad y la leyenda, tal y como ocurre con Wilfred el Pilós o Don Pelayo y tantos otros personajes de la época. Pero Muza existió y jugó un papel tan decisivo en la historia de España que su influencia perdura y ha hecho que nuestro país se convierta en uno de los territorios más deseado por los islamistas.
Muza fue el caudillo árabe que asentó en un par de años la presencia musulmana en la Península Ibérica y puso las bases para una conquista que a mediados de la década del s. VIII había concluido (hay que tener en cuenta que el proceso de recuperación se prolongó durante ocho siglos). Aunque conocido en España como el Moro Muza, habría que puntualizar que de moro tenía poco, ya que era de raza árabe, concretamente yemení, y estrictamente no se le puede aplicar el término ‘moro’, ya que se refiere a las poblaciones bereberes del norte de África.
El tal Muza era el gobernador nombrado por los Omeya para controlar el Norte de África. Tarik, uno de sus lugartenientes, se dio cuenta de la decadencia del reino que los visigodos habían implantado en España a inicios del siglo VI. Aquí las fuentes son dispares, pero la leyenda cuenta que Don Julián, caudillo godo de Ceuta, pidió ayuda a los musulmanes para enfrentarse a Don Rodrigo, el último rey visigodo.
Tras cruzar el estrecho de Gibraltar (inicios del 711), sus tropas derrotan a Don Rodrigo en Guadalete (julio del 711). Al poco tiempo llega el Moro Muza con miles de guerreros. Antes de finalizar el año ya habían conquistado Toledo, la capital visigoda. Un año más tarde, los principales enclaves estaban ya en manos musulmanas.
Pero final de Muza no fue el de un héroe como podría parecer. Al regresar a Damasco cayó en desgracia por el reparto del botín obtenido en España. Fue condenado a muerte, pero su pena fue conmutada y murió en la más absoluta miseria unos años más tarde.