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César Campoy

Banda sonora

Al calor del hogar

Manolo Tarancón publica un nuevo disco en solitario, Historias mínimas, cocinado, en compañía de Carlos Soler, con mimo y mucha paciencia

 

Tarancón abre las puertas de su último hogar sonoro, Historias mínimas (La Viejita Música, 2015), con la digna confianza que supone marcarse un dúo con Xoel López en la arrebatadora Casa vacía (magnífica, la línea de bajo). Si, hace pocos lustros, las nuevas generaciones de músicos de este país perdieron la vergüenza a la hora de reivindicar a muchas de las bandas españolas de los 60 del siglo pasado, en los últimos tiempos, nuestros artistas están dando al traste con otro tabú: El de la música melódica de los 70. El de Burriana es uno de ellos, y el tema mencionado, una buena muestra de ello: «Es que no entiendo por qué en este mundillo hay tantos tabús y miedos a aceptar ciertas cosas. Yo escucho de todo. Siempre lo he hecho. Pero parece que hay ciertas cosas que no se pueden confesar, y no entiendo por qué. Cuando componía el disco volvió a mis manos un vinilo de Adamo, cantando en castellano, que no dejé de escuchar en todo el verano. A pesar de que sobre ese disco no hay prácticamente información, se nota que es un trabajo grabado en una o dos sesiones, en mono, con toda la banda, con unos arreglos de órgano, guitarras, clavicordio, que ya les gustaría a muchos. Seguramente ese disco y otros que fui escuchando después me influyeron en la forma de cantar algunas canciones, como Casa vacía, por ejemplo. Ya que lo comentas, te diría que he escuchado mucha canción melódica en castellano de los 60 y de los 70, sobre todo», afirma Manolo.

 

Reflexiones. Por Eva HM.

Porque estas Historias mínimas, que serán desmenuzadas por Tarancón y su banda el próximo 11 de diciembre en el Espai Octubre (también se subirá al escenario Simeón Gausí), suponen muchísimo en la carrera del valenciano. Editado tres años después de su última referencia en solitario, ha sido cocinado con un mimo supino y artesanal, durante, prácticamente, un año. El resultado, respetando el bagaje previo del creador de Reflexiones, apunta nuevos derroteros, filosofía… «Si estás en esto tienes que estar con toda la ilusión posible. No puede ser que aspectos externos a la propia música acaben incluso en la intención de claudicar. Pero si estoy aquí, otra vez, continuamente, es porque soy un enfermo (en el buen sentido) de todo esto y es inevitable, como contaba en el documental que acompañaba el anterior disco. Es la inercia de la costumbre. Necesitaba un tiempo, pensar en muchas cosas para volver con ánimos renovados y muchas ganas. Ahora siento que no tengo nada que perder, tanto si el disco funciona como si no, y he hecho lo que me apetecía, donde me apetecía y cuando he querido».

 

Bala perdida. Por Eva HM.

Y buena parte de culpa de que esto haya sido así la tiene el también músico y productor Carlos Soler, viejo compañero de fatigas de Tarancón. Entre ambos, prácticamente se han encargado de tocar todos los instrumentos e ir cincelando, sin prisas, esta obra: «Buscaba precisamente eso. Un disco que pudiéramos hacer con calma, sin prisas. Carlos se ha convertido en un pilar de mi música. Nos entendemos perfectamente y sabe enseguida lo que quiero. Eso es así. Me gusta mucho cómo mezcla los discos, con las guitarras acústicas cristalinas tocándote ahí delante. No quería que fuera un disco donde los músicos fueran viniendo a grabar. Queríamos tocar lo máximo que fuera posible entre él y yo, alternándonos y disfrutando el momento sin que el reloj corriera. Es el mejor compañero de viaje para esta aventura. Sin duda. Yo quería animarme a la producción (la firmamos a medias) y de otro modo no hubiera sido posible. Hemos estado tanto tiempo con este disco que creo que llegamos a perder, en algún momento, la perspectiva, que luego volvimos a recuperar. Creo que es el trabajo que marca mi experiencia componiendo, grabando y tocando en directo estos últimos diez años. Te diría que tiene un poco de todos mis discos anteriores, y creo que esa experiencia es lo que ha marcado la composición», asegura un Manolo que se muestra claro a la hora de desgranar los derroteros de este Historias mínimas (la portada ha corrido a cargo de Adolfo P. Suárez y el diseño es de Javier Sáez): Sí, sigue oliendo a rock en muchas de sus vertientes, pero también se vislumbra un ligero incremento de cierto espíritu pop: «Sí, pero creo que ya estaba presente en la primera parte de Reflexiones, precisamente la que grabé con Carlos. Última esperanza, Más de mil manías o Buenos tiempos son temas que podrían caber perfectamente en este disco. No dejo de lado la americana que tanto me gusta (está más presente en Cosas que nunca te dije) o la parte más visceral y oscura en Como una sombra o Frío. Creo que es un trabajo variado donde hay un poco de todo, y ha salido de una forma natural, sin premeditar. Y me gusta mucho cuidar la parte lírica. Las letras son fundamentales, el 50 por cien de mis canciones. Me llama la atención, al leer críticas de discos en castellano, que cada vez se cuidan menos o se les da menos importancia, aunque es totalmente respetable, claro».

 

 

Y en esas trabajadas letras, además, varios conceptos recurrentes (aparte de las referencias cinéfilas). Uno de los más evidentes, las continuas alusiones a la “casa”, al “hogar”: «Jajaja. Pues, ¿sabes? Creo que me hago mayor. Antes escribía canciones sobre la calle, lo que ocurría en ella. Cada vez me siento más a gusto en mi casa, entre mis cosas, mis libros, mis discos, mis películas, mi gente… Y eso es parte de esas referencias. Con el tiempo construyes cosas, pero sobre todo, y es muy importante, hay que construir un hogar. He sufrido muchas mudanzas en los últimos años y creo que eso me ha pasado factura. Un tema como Casa vacía, por ejemplo, habla de la soledad tras una despedida. Sabes que esa persona se va, por un tiempo, sabes de sobra lo que vas a encontrarte al llegar a casa, el vacío de nuevo, pero, a pesar de saberlo, caes derrotado igualmente en cuanto llegas y cierras la puerta. Fue una dura despedida que merecía una canción, y como fue el principio y el eje conductor del disco, todo gira en torno al hogar».

 

Tarancón, con ánimos renovados. Por Eva HM.

Donde no se ha sentido solo Tarancón, eso sí, ha sido en el estudio. Allí se ha hecho acompañar, además de por Soler y otros músicos como Alejandro González, Gerard Vercher, Nacho García o Txema Mendizábal, por otros viejos amigos como el mencionado Xoel López, Fabián o Mikel Erentxun: «Quería cumplir un sueño y lo he hecho. Me quedo con la predisposición de cada uno de ellos, cómo me han arropado para poder hacerlo finalmente, pese a las distancias y las dificultades. Creo que, cada una de las colaboraciones, está más que justificada: opino que son canciones casi a la medida de cada uno. El toque pop mediterráneo de Casa vacía encajaba con Xoel; las guitarras arenosas de Cosas que nunca te dije, con Mikel, y la introspección, la tranquilidad y la lírica, en Volverán, para Fabián».

 

 

Todo apunta a que, hoy por hoy, Manolo Tarancón mira al futuro con otros ojos. Nos basamos, al afirmar esto, en las vibraciones que emanan de este trabajo, y en su manera de explicarlo. Estamos convencidos de que su paso por Reno, en compañía de Sergio Sanisidro, Cristian Costa y Alejandro González ‘Panxi’, (una aventura musical que «en cualquier momento» puede volver a juntarse y grabar) también ha tenido buena parte de culpa. ¿Fue aquella una experiencia necesaria? ¿Se trataba de vivir una especie de exorcismo o depuración, de cara a coger impulso? «Efectivamente, Reno ha sido un exorcismo para mí, y sólo ha supuesto consecuencias positivas. De alguna manera, estaba algo cansado de asumirlo todo en mis propios discos a todos los niveles, en las cosas buenas y en las malas, y Reno somos cuatro tipos que pensamos muy diferente pero que debatimos hasta la última decisión. Se gestó en la vuelta de El Puerto de Santamaría, donde Torre de Control y yo, por otro lado, habíamos tocado en el Monkey Week. Compartí vehículo de vuelta con Cristian y Sergio, me contaron que su banda andaba ya muy tocada y pusieron unas maquetas que el propio Sergio había grabado en su casa, donde ya estaban Relatividad temporal, Despedidas… Empecé a entusiasmarme con aquello. Por entonces Sergio y yo quedábamos y tocábamos en su casa de Manises. De ahí nació Ferrari y luego propusimos a Panxi y a Cristian entrar a partes iguales. Reno deja que extraiga otras inquietudes, otros sonidos que me encantan, de los que suelo empaparme en casa y en los conciertos. Me gustó la idea de firmar la mitad del disco y que Sergio propusiera la otra mitad. En todos mis discos hay canciones que perfectamente encajan en Reno: Se me fue de las manos, Música fácil… Al final es un concepto puro y duro de producción, buscar otras cosas. Creo que me ha salido un disco mucho más pausado, cristalino y reposado precisamente porque con Reno ya desataba mi parte más eléctrica. Digamos que ha servido para posicionar las cosas. Sé que a algunos no les ha gustado, o me han criticado por ello (nunca de frente, claro, algo muy típico en Valencia), pero he hecho lo que me ha apetecido y no puedo estar más seguro de las decisiones que se han ido tomando. Y, sin Reno, y toda la energía que me dio cuando más me faltaba, nunca me podría haber planteado Historias mínimas», sentencia.

 

 

Los discos de la semana

 

Sopas del mundo

El diablo baila claqué (Granja Beat, 2015)

Incansable en su cruzada por demostrar sus increíbles posibilidades creativas e interpretativas, el ubicuo Antonio José Iglesias se ha embarcado (reactivado), en compañía de Pablo Chávarri y Nidal Kateb en un crucero variopinto y tremendamente agradecido que ellos mismos han bautizado como ‘Música de entreguerras’. Chanson, tango, cabaret, copla, samba… música popular, al fin y al cabo, brindada con una habilidad y una elegancia gamberra innegables, a partir de un virtuosismo que entra a la primera, y que encuentra en la imbricada L’opereta dell’amore, la frenética y pizpireta Miss Katiuskas, la agridulce ¿Dónde puedo comprar flores para usted?, o en una sideral revisión del grandioso Golden Brown de The Stranglers, algunas de sus cimas. La banda, por cierto, presentará este El diablo baila claqué el próximo 5 de diciembre, junto a Stéphanie Cadel et La Caravane, en Radio City.

 

Inèrcia

Sendes salvatges (Mésdemil, 2015)

El segundo larga duración de los alicantinos llega tres años después de aquel No és cap simulacre, que ya dejó bien claros los derroteros de un combo que se desenvuelve como pez en el agua en los terrenos más clásicos y frecuentados del punk rock cultivado, sin medida alguna, en los años 90 del siglo pasado. Ahondando en aquello que ya sembraron, las gentes de Inèrcia se han ayudado de Mark Dasousa y Roger Garcia para depurar sus guitarras y limpiar su sonido con el objetivo de abrigar esas letras combativas y reivindicativas a las que nos tienen acostumbrados. La llavor del canvi, o la explícita Caminant entre elefants (con el concurso de Prozak Soup) son dos buenas muestras de ello.

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Sobre el autor

Curioso por naturaleza. Más de media vida escribiendo.


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