Cisco Fran presenta su primer trabajo en solitario, Gigante, el próximo 26 de noviembre en la sala George Best de la capital valenciana
Tras tres décadas dirigiendo la locomotora que guía los destinos de La Gran Esperanza Blanca (LGEB), Cisco Fran ha decidido editar un trabajo en solitario, Gigante (Peanut Records, 2016), arropado por una increíble y celestial nómina de colaboradores (Santi Serrano, José Sala, Juanma Pastor, Rebeca Ibáñez, Gilberto Aubán, Eduardo Hirschfeld, Txema Mendizábal…). ¿Deuda pendiente, exorcismo necesario? «Es más sencillo, las canciones lo pedían. Hablaban desde mi interior con fuerza y profundidad. Con la banda, estas canciones habrían sido otras; vi claro que tenía que buscarles un acomodo diferente. Es verdad que son más íntimas que otras, pero tampoco mucho más. No he cambiado demasiado mi forma de expresarme», aclara. Efectivamente, el espíritu de LGEB permanece (faltaría más); no obstante, cuando uno degusta con calma Gigante (que será presentado el 26 de noviembre en el George Best de la capital valenciana) puede adivinar ciertos elementos (poco tangibles, más bien sensoriales), que invitan a establecer marcas emocionales que, en ocasiones (la conmovedora Desaparecer) acongojan: «He intentado buscar unos tempos nuevos, unos ritmos diferentes, permitir que existieran espacios vacíos en algunos temas, que dieran una profundidad a la canción a la vez que tiempo para adentrarse en el ambiente de la misma. Es verdad que mi voz y mi forma de escribir siguen estando ahí, pero yo pienso que sí hay una diferencia clara».
Despojado de la seguridad que puede conferir una banda permanente y rodada tras lustros de correrías, Cisco asegura que no ha sido demasiado complicado tratar de coordinar las buenas maneras del buen puñado de amigos que han querido arroparle en este disco. No ha habido ensayos, ha bastado un par de encuentros y, en ocasiones, directamente la magia ha surgido en el mismo estudio, casi de manera improvisada. Nuestro protagonista suele estructurar los temas en su cabeza para, después, buscar los músicos necesarios para convertir en realidad su ensoñación: «Ha sido muy fácil trabajar en el estudio. El mérito es de Luis Martínez, que ha ejercido de co-productor conmigo. Es un gran profesional y con él todo fluye de una manera natural y muy satisfactoria. Aunque los quiero como hermanos de sangre, digamos que no eché de menos a mis compañeros de LGEB. La sensación y los sentimientos han sido de alegría y muchas emociones positivas», celebra.
Quien haya seguido de cerca la carrera de Fran adivinará cuáles han venido siendo sus referencias a lo largo de gran parte de su recorrido artístico. Efectivamente, en Gigante también están presentes, tanto Bob Dylan, como su idolatrada Nueva York. Pero, no sólo ellos dos: «Hay sólo un tema que podría remitirnos directamente a Dylan, pero yo veo más cosas de Richard Hawley, Conor Oberst e incluso M. Ward. Respecto a Nueva York, para mí es algo que vivo intensamente, cuando estoy allí o cuando estoy aquí. Es natural, va en mis venas, pero no me siento atrapado. Pienso en Lou Reed o en Patti Smith. Ellos creo que tenían una relación del mismo tipo con la ciudad». ¿No existe, pues, cierto grado de obsesión? «Si a lo que te refieres es que si el abundar en un tema puede ser positivo para una obra artística, creo que no tiene influencia de ningún tipo. La obra será buena o mala, independientemente de que su génesis venga provocada por una u otra razón. Para mí, Nueva York no es una obsesión en modo alguno, la vivo y disfruto, la tengo en mi vida, me hace feliz», sentencia, mientras nos parece acertado retornar a la figura de Dylan. A raíz de la concesión del Nobel de Literatura al cantautor estadounidense, muchas han sido las voces que han mostrado su disconformidad. Cisco, como era de prever, discrepa: «Sólo he leído reacciones contrarias de escritores que, en su interior, se consideraban más merecedores del premio que el propio Dylan. Gente con un ego infladísimo. Aparte de exhibir un nulo conocimiento de su obra, han argumentado de una forma tan pueril que era de vergüenza ajena. En mi ranking de lo absurdo, los primeros puestos son para Sánchez Dragó, Muñoz Molina, Juan Manuel de Prada e Isabel San Sebastián. Por otro lado, las opiniones de la gente son como los culos, todos tenemos una, y en las redes sociales se han leído verdaderos chistes de Eugenio. He visto todo este asunto con cierta superioridad, ¡qué le vamos a hacer! Yo nunca critiqué los últimos Premios Nobel, simplemente porque no conocía la obra de los mismos; nunca dudé de que lo merecieran. Por cierto, la reacción de Dylan ha sido lo mejor de todo».
Con el peculiar optimismo que irradia Gigante bueno, el tema que abre el trabajo de Cisco Fran, el artista mira al horizonte y, dispuesto a superar inseguridades, emprende un camino en solitario que, con toda probabilidad, tendrá continuación: «De momento sí que quiero hacer un poco más de recorrido como Cisco Fran. Quiero grabar otro epé con otros cinco temas y ver si tiene el mismo tipo de eco que el de Gigante, que está siendo muy reconfortante. La banda sigue en activo, y cada vez con más energía y ganas, aunque después de la celebración del 30 aniversario tenemos que planificar bien dónde y cómo queremos tocar. Ambos proyectos son totalmente compatibles. No podría dejar de hacer música con mis amigos de tantos años; tenemos una conexión que trasciende el tiempo y el espacio: nuestra amistad».
Los discos de la semana
Yihad Anal en Matalascabras (Varios sellos, 2016)
A España hay que enfrentarse sin prejuicios (faltaría más). Sin tomárselos demasiado en serio, pero tampoco restándoles su mérito. Un mérito basado en el espíritu de aquellos primeros Siniestro Total, o de aquellos Punk Floyd a partir de los cuales surgió esta surrealista aventura, atrevida, incorrecta, insolente como pocas que, a partir de una sólida base instrumental, aquí al servicio del punk rock más descarado y trallero, se convierte en perfecto envoltorio en el cual Augusto Sena se desenvuelve como pez en el agua a la hora de desparramar unas letras tan provocativas («Hitler era un panadero de Melbourne, que se llamaba Gertrudis»), como divertidamente desconcertantes («en la Plaza de las Ventas están medio Ejército Rojo y el Otoño Alemán»). Bajo el apoyo de media docena de sellos, por cierto, este trabajo de España ha sido editado en un vinilo compartido con Retraseres.
Músicas para hacer el amor (Varios sellos, 2016)
Efectivamente, si con alguien debían compartir elepé España, esos debían ser Retraseres. Tras su celebrada maqueta Cocktail de gambas, y más de un año después de su primer larga duración, Grandes Éxitos Vol. III, estos apasionados del punk primigenio vuelven al ataque con seis composiciones (12 minutos en total) de ritmo desenfrenado y salvaje ejecución, con algún que otro guiño recurrente (búsquenlo en alguno de los riffs de Dinero), y que, en ocasiones, es brindado a partir de ciertas estructuras un tanto más elaboradas que sus anteriores criaturas sonoras. Como era de prever, también aquí los textos juegan un papel capital, y tiran de irreverencia y desfachatez.