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Mikel Labastida

El síndrome de Darrin

Los clásicos (IX): The Good Wife

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En la jerga seriófila se denomina ‘serie procedimental’ a aquella que está compuesta por episodios autoconclusivos e independientes entre sí. Es decir, los que plantean al principio un caso que se resuelve durante el resto del capítulo. Son esas series, normalmente con temática policiaca, con una trama genérica muy básica y que permiten que el espectador acceda a ella cuando quiera, sin necesidad de que se enganche y sin que pase nada porque se salte alguna entrega. A todos seguramente nos vendrán posibles ejemplos a la cabeza, como ‘CSI’, ‘Castle’, ‘Bones’ o ‘El mentalista’, por citar algunos de los últimos vistos en pantalla.

Las procedimentales son esas producciones que mejor funcionan en términos de audiencia (porque permiten al público ir y venir y ser infieles sin consecuencia ninguna), pero también las que más menosprecios reciben por parte de la crítica, que suele considerarlas simples y poco renovadoras. Alguna excepción ha habido –’Expediente X’ podría ser la más relevante–, pero raro es el palmarés de galardones en el que se distinga un título de este estilo.

Por eso llama la atención la cantidad de loas y encomios que recibió ‘The Good Wife’, desde que se estrenó en la cadena CBS en septiembre de 2009 y a lo largo de las siete temporadas que conforman esta ficción, que puso su punto y final el pasado mes de mayo. Su caso, precisamente, ha sido completamente contrario al de la mayoría de los procedimentales. Nunca ha gozado de datos de audiencia espectaculares, pero siempre ha sido respaldada por la crítica y por los premios más influyentes.

La premisa no hacía presagiar que esa producción fuese a contar con semejantes defensores arduos. Una mujer reanuda su trabajo como abogada en un prestigioso bufete después de que su vida personal se desmorone. Esto sucede cuando su marido, un político bastante popular, se ve inmerso en un escándalo sexual y es acusado de malversación de fondos. A partir de entonces Alicia Florrick –así se llama la protagonista– ha de enfrentarse a la educación de sus hijos –a los que trata de aislar de la polémica que rodea a su padre– y a un oficio que hace años que no ejerce. Pese a que el argumento era atractivo (y se parecía a algunos casos reales, como el del gobernador de Nueva York Eliot Spitzer, que perdió su cargo por un escarceo sexual con una prostituta), ni el planteamiento con casos aislados semanales ni la cadena generalista que la emitía permitían esperar un resultado tan notable como el que obtuvieron Michelle y Robert King, sus creadores.

¿Qué tiene ‘The Good Wife’ para haber conseguido ser mucho más que otra serie de abogados? Ambición. Ahí está la clave para entender cómo un procedimental básico llegó a convertirse en un título bastante valiente. Nunca se conformó con lo que era y siempre pretendió dar pasos adelante. Lo habitual en este tipo de ficciones es mantener el nivel y proporcionar a sus seguidores lo que se les prometió en un principio. En ese sentido, la evolución de propuestas como ‘Mentes criminales’ o ‘Numbers’ es prácticamente nula. Son muy similares tanto al principio como al final. Incluso producciones como ‘Caso abierto’ o ‘CSI’, con una puesta en escena y unos guiones excepcionales, nunca buscaron crecer del modo en que lo hizo ‘The Good Wife’. Piense en alguno de los protagonistas de los títulos anteriormente mencionados y valore si encuentra muchas diferencias entre cómo era en los capítulos iniciales y en los últimos. Apenas encontrará cambios sustanciales más allá de los físicos.

La Alicia Florrick que conocimos en los albores de ‘The Good Wife’ poco tiene que ver con la que se despidió el año pasado. Ese es uno de los grandes aciertos de esta serie, la transformación que vive y nos muestra la abogada. Los espectadores son testigos de cómo se va despojando de capas impuestas por la sociedad y por ella misma, gana seguridad y se deja llevar por lo que necesita en todos los aspectos. La serie le sigue los pasos. Planteó una primera temporada convencional para ir superándose en las siguientes, una vez las cartas se pusieron sobre la mesa y el público se familiarizó con unos secundarios que no estaban colocados para servir de comparsa sino para dar lugar a momentos más que interesantes.

Con estos elementos ‘The Good Wife’ discutió sobre la moralidad de los políticos, lanzó alegatos feministas, se permitió poner en duda los cimientos del matrimonio tradicional y dejó al descubierto –en numerosas ocasiones– las miserias y perversiones del sistema legal. Si bien es cierto que sus temporadas finales no estuvieron a la altura de las expectativas generadas –se echó de menos el salto definitivo–, eso no hizo desmerecer el resultado final de una serie que fue de menos a más. A mucho más.

 

Este retrato ha sido realizado a propósito de la lista ‘Las mejores series del siglo XXI’

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Sobre el autor

Crecí con 'Un, dos, tres', 'La bola de cristal' y 'Si lo sé no vengo'. Jugaba con la enciclopedia a 'El tiempo es oro' imitando al dedo de Janine. Confieso que yo también dije alguna vez a mi reloj: "Kitt, te necesito". Se repiten en mi cabeza los números 4, 8, 15, 16, 23, 42. Tomo copas en el Bada Bing. Trafico con marihuana en Agrestic y con cristal azul en Albuquerque. Veo desde la ventana a mi vecino desnudo. El asesino del hielo se me aparece en cada esquina y no me importaría que terminase con mi vida para dar con mis huesos en la funeraria Fisher.


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