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Arturo Checa

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Sansa, la gata que perdía la cabeza

“Cómo decíamos ayer…”, que afirmara Fray Luis de León tras regresar a dar clase después de… cinco años entre rejas…, pues, parafraseando al gran pensador, ¡Almas con patas esta de vuelta! Espero que con más regularidad y fidelidad con los lectores que en el último año largo de ‘condena’ sin aparecer. Y no podía dejar de regresar con una de esas historias bonitas, bonitas. Nos la cuenta el periodista y colaborador de Las Provincias Luis Carbonell. Un crack, no hay más que leerlo….

Hay historias que suceden una vez en la vida. Son historias que merecen ser contadas. Como la de Sansa, una gatita que nació con la sentencia de muerte prácticamente grabada en la frente –seguid leyendo y entenderéis que la frase no es ni mucho menos gratuita- y que, gracias a unos ‘ángeles de la guarda’ muy especiales, hoy disfruta de una calidad de vida con la que nunca habría soñado.

En verano de 2017, el Hogar Felino ‘Todo por ellos’ de Albal recibió una llamada telefónica. Les alertaban de una camada de gatos abandonados en un descampado en la avenida del Puerto de Valencia. Y allí que se fueron. Al llegar, la gente los había ido recogiendo a todos. O mejor dicho, a todos menos a uno: Sansa, nuestra protagonista.

Sansa nació con un problema congénito muy visible. Presentaba un bulto de enormes dimensiones en la parte superior de la cabeza, que a simple vista era fácil de identificar como un tumor. Quizás por ese motivo, al pensar que se trataba de una gata desahuciada, nadie se la llevó. Hasta que llegaron Rosa y sus compañeros de ‘Todo por ellos‘.
Sansa, antes de la operación.

Sansa, antes de la operación.

 

Lo primero que hicieron fue llevarla al Centro Veterinario Terra de Catarroja, donde le hicieron una primera exploración radiográfica y rápidamente se dieron cuenta de que no se trataba de un tumor, sino algo mucho más extraño. Agustín, el veterinario de Terra, optó por derivarla a Aúna Especialidades de Paterna, uno de los hospitales más importantes de España donde están acostumbrados a lidiar con casos extremos. Allí se implantó hace algunos meses el primer marcapasos de humano puesto en un perro en la Comunidad Valenciana, o se pusieron patas biónicas a dos perros de grandes dimensiones con tumores en sus extremidades delanteras.
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Sansa fue atendida por Alejandro Luján, Diplomado Europeo en Neurología y Neurocirugía veterinaria. Debido a su corta edad no se le podía hacer siquiera un TAC por temor a que no superase la anestesia, pero una primera ecografía reveló la naturaleza del problema. ¡Sansa había nacido sin la parte superior del cráneo!. Esta patología, denominada meningoencefalocele, provocaba que un tercio del cerebro de Sansa sobresaliera por fuera del cráneo y quedara expuesta, protegida únicamente por la capa de piel. Además Sansa era ciega de nacimiento.
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El caso supuso un reto para el neurocirujano valenciano, que junto al resto de Aúna Especialidades Veterinarias decidieron hacerse cargo del mismo, tanto a nivel asistencial como económico. Luján optó por un tratamiento pionero a nivel mundial. Implantar a Sansa una prótesis de plástico biocompatible que le hiciera de “casco” y le protegiera la parte expuesta del cerebro. Se trata de una cirugía que solo se había realizado una vez antes en EE.UU., si bien se trató de un caso mucho menos arriesgado, ya que el animal presentaba una abertura mucho menor, por la que sobresalían únicamente las meninges y no fue necesario implantar ningún tipo de prótesis. Bastó con cerrar la abertura con cemento quirúrgico.
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Pero en el caso de Sansa no iba a ser tan sencillo. En primer lugar porque debido a su corta edad había que esperar a que tuviera ocho meses para que el animal finalizara su crecimiento óseo. Ocho meses en los que cualquier golpe podía tener graves consecuencias para Sansa, por lo que hubo que extremar las precauciones. De ello se encargó Rosa, de ‘Todo por ellos’ que la acogió en su casa.
 
Sansa, explorada tras la intervención.

Sansa, explorada tras la intervención.

En segundo lugar porque, tratándose de una gata ciega, estaba mucho más expuesta a accidentes. Si alguien se pregunta como puede vivir un gato ciego, la respuesta es “como cualquier otro”. Lo que pierde con la vista lo suple con el olfato y el tacto. Únicamente “es una gata terrestre”, explica Rosa. “Va siempre por el suelo y no se sube a sitios elevados”. Aunque esto no siempre era cierto. Como buen cachorro, Sansa pasaba buena parte del día explorando y jugando, lo que le hacía susceptible a cualquier tipo de golpe fatal.
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Y en tercer lugar, porque pasados unos meses aparecieron las convulsiones. Sansa comenzó a experimentar ataques eplilépticos que aumentaban exponencialmente el riesgo de una lesión cerebral. Afortunadamente tras una rápida visita al Hospital Aúna, estos ataques quedaron controlados con medicación.
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Mientras, Sansa se hizo ‘famosa’. Su caso se hizo conocido en redes sociales, donde empezó a tener un gran seguimiento. No solo por lo raro de su patología, sino por su carácter. Amiga de otros gatos, de los perros y de los niños, rápidamente se ganó la simpatía de la gente.
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Por fin, pasados ocho meses y varias pruebas diagnósticas más como un TAC 3D para medir con exactitud las dimensiones del meningoencefalocele, este pasado mes de febrero Sansa pudo ser operada. La cirugía duró tres horas. En la misma se procedió a exponer el cerebro, acoplarlo mejor en la cavidad craneal, colocar la prótesis y volver a cubrirlo todo con la piel.
 
Los primeros pasos tras la operación.

Los primeros pasos tras la operación.

La mejoría fue inmediata. Apenas unas horas después de la cirugía Sansa despertó y dio sus primeros pasos. Solo tres días después volvió a casa. Y ya, por fin, puede dar rienda suelta a su instinto felino y jugar, saltar y subirse a su rascador sin miedo a que una mala caída pueda poner en riesgo su vida. Alejandro Luján, su segundo ‘ángel de la guarda’ junto a Rosa, explica su anhelo: “Confiamos en que la cirugía mejore también sus episodios epilépticos y que, aún con las limitaciones propias de su ceguera, Sansa disfrute de la misma calidad de vida que cualquier otro gato. Ganas, como nos ha demostrado, no le faltan”.
Amor, la mejor rehabilitación.

Amor y compañía, la mejor rehabilitación.

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