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Arturo Checa

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Hijos de perra

Así reza parte del título de una joya de Don Arturo Pérez-Reverte, un escritor que si no existiera habría que inventarlo. Un Alatriste de la pluma. Un tipo que adora a los perros. Y, por lo tanto, un buen tipo, aunque su fachada sea la de alguien bronco, malhablado y engreído. No tengo el gusto de conocerlo personalmente, pero alguien que en toda su vida ha tenido cinco perros y que los ama tanto, sólo puede ser buena persona.

Aún voy por la mitad de ‘Perros e hijos de perra’, una delicia de poco más de 100 páginas que me regaló mi buen amigo y compañero Juan Antonio Marrahí, pero un puñado de páginas ya han bastado para que me lance a recomendar su lectura. Es una delicia para cualquier amante de los canes, una oportunidad para que los que aún no lo han hecho se enamoren un poco de ellos y una imperdonable opción de que, aquellos necios que los odien o critiquen, se reconcilien con el mejor amigo del hombre.

‘De perros e hijos de perra’ trata justamente de eso; de los adorables peludos y de los malnacidos que demasiado a menudo les rodean. El libro es una recopilación de historias, de escenas, de personajes caninos deliciosos, como parte de algunos de los relatos publicados semanalmente por el maestro Pérez-Reverte (entre 1993 y 2014) en el XL Semanal. Y algunas de estas ‘fábulas’, todas estremecedoramente reales, son imprescindibles.

Por encima de todas la de Tanis Semielfo, “Tanthalas en el lenguaje de los elfos Qualinesti”, un poderoso fila brasileño de más de 50 kilos de peso y “con 72 centímetros a la cruz”, como relata el Maestro. Una máquina de matar, y sin embargo protagonista de ‘El asesino que salvó una vida’. Apenas cinco páginas pero la manera definitiva y magistral de echar por tierra uno de los tópicos que más daño hacen a los perros: para dejar claro que un perro no es como nace, sino como se le hace, y que el más mortífero de los canes de presa puede tornarse en un ser pacífico al lado un amo, de un buen amo, que sepa educarlo y controlarlo. Y si tiene al lado a un hijo de perra, pues acabará convertido en un asesino.

Pero no fue el caso de Tanis Semielfo, “Tanthalas en el lenguaje de los elfos Qualinesti’. Ahí os va el enlace del artículo para el que quiera conocer toda su historia. Real, por supuesto. Y no puedo resistirme a reproducir aquí (con su permiso, Maestro) algunos de los memorables párrafos de esa historia en la que el perro asesino acaba convertido en el salvador de un niño…

“Tanis era un perro hecho para el combate, un guerrero antiguo con una estirpe gladiadora tan vieja como la Historia: el moloso persa, griego, asirio, el onzeiro, el cabezudo, el boiadeiro brasileño. Hace dos mil años, sus antepasados destripaban leones en el Coliseo de Roma, acompañaban a las legiones de César, cuidaban su ganado y despedazaban bárbaros con idéntica eficacia (…). Por eso los cachorros fila tienen ojos de viejo, y alma llena de costurones, y mirada resignada (…). El hombre los hizo asesinos, y lo saben“.

¿O acaso se puede explicar mejor por qué atacan los perros de presa?

“Eso era Tanis: un sicario. Una pistola cargada y amartillada en manos de los hombres. Uno de esos perros que, cuando el amo baja la guardia, salen en los periódicos y en el telediario, convertidos en criminales por la estupidez o crueldad del dueño, porque la naturaleza tiene extrañas oscuridades, o simplemente porque, en un mundo lleno de gente desquiciada, es lógico que se desquicien los animales“.

Pero Tanis Semielfo, el asesino, el matahombres, el sicario, acabó salvando una vida. Es sólo una de las historias maravillosas que contiene ‘De perros e hijos de perra’. No desgranaré mucho más del libro. ¡Cómprenlo! Merece la pena disfrutar de los perros de la Brigada Ligera, del chucho anónimo de la batalla de Rocroi, del mestizo mejicano andrajoso, atropellado y medio muerto, adoptado por toda una barriada. Merece la pena conocer  Sombra, el labrador negro del Maestro que una y otra vez se reencarna en los adorados perros de mi tocayo. E incluso merece la pena disfrutar con’Los perros del PP’. por qué no… No me iré sin incluir algunas de las frases mágicas del libro. Permítame esa última licencia, Maestro. Si luego le caen algunos ‘mortadelos’ más, como usted los llama, porque alguien que compra su libro después de leer estas humildes líneas, bienvenidos sean…

Pero que calle el mundo, que habla el Maestro…

“He tenido cinco perros. No hay compañía más silenciosa y grata. No hay lealtad tan conmovedora como la de sus ojos atentos, sus lengüetazos y su trufa próxima y húmeda. Nada tan asombroso como la extrema perspicacia de un perro inteligente. No existe mejor alivio para la melancolía y la soledad que su compañía fiel, la seguridad de que moriría por ti, sacrificándose por una caricia o una palabra”.

Como no, un buen libro, merece un buen comienzo. Preciosa frase…

“Durante la mitad de mi vida conviví con perros, y de ellos he aprendido mucho de cuanto sé, o creo saber, sobre las palabras amor, desinterés y lealtad. Éstas no son frecuentes entre los humanos, al menos las dos últimas; y desde luego, tampoco la primera, amor, en el sentido en que podemos aplicarla a esos nobles animales”.

unas palabras, las definitivas, imposible mejorarlas, sobre los infames que participan en peleas de perros o crían canes con el único objetivo de que se destroce peleando con un congénere….

“Malditos sean quienes hacen posible que todo eso ocurra, y malditos sean también los alcaldes, los policías municipales y los guardias civiles y todos los demás que lo saben y lo consienten. Y es que hay chusma infame, gentuza sin conciencia, salvajes miserables a quienes sería insultar llamar hijos de perra“.

 

 

 

 

 

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