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Arturo Checa

Almas con patas

El hombre y el perro

Hoy voy a ser muy breve. Porque hay muy poco, o posiblemente nada que añadir a esta maravilla de vídeo, una deliciosa conjunción de dos cosas tan maravillosas como los perros y la donación de órganos. Posiblemente ya lo habréis visto. Lógico cuando en poco más de medio mes acumula más de seis millones de visualizaciones. Queda hasta feo llamarlo vídeo viral. Es un canto al amor perro-hombre. Pero me resisto a que esta joya no tenga un lugar en Almas con patas. Allá va.

Es imposible decir más con menos. No se puede transmitir más amor por los animales y por la grandeza del género humano en apenas minuto y medio que dura el vídeo. Nadie conoce a un ser humano mejor que su perro. Al menos nadie puede conocerlo mejor en su esencia, en la parte más íntima de su ser. Es maravilloso ver a ese terrier mestizo desviviéndose por su amo. Su amo o el centro del universo. Acompañarlo callado y fiel a su lado mientras el hombre se toma la infusión de la mañana. Siguiendo cada uno de sus pasos. Aguardando a la puerta de cada tienda o bar siguiendo con pasión y al mismo tiempo cierta inquietud cada gesto de sus manos, de su cara, de sus piernas. Sin que haya nada más ni nadie más en el mundo para él. Descansar su cabeza en la pierna de su amo en el salón, mientras al hombre se le va la vida. Correr como alma que lleva el diablo detrás de la ambulancia en la que el amo agoniza. Esperar día tras día, de noche, con lluvia y en soledad, a las puertas del hospital.

 

¿Por qué lo hace? Por nada en concreto. Por simple fidelidad, amor y entrega. Nosotros los humanos somos incapaces de igualar un sentimiento tan puro. Siempre nos mueve, en el fondo, algún otro sentimiento más egoísta. El de quedarnos solos, el de perder (nosotros, no a él) a la persona amada. El miedo a la incertidumbre del futuro.El dolor por dejar atrás tantas vivencias, tantos recuerdos, tanto vivido…

Pero a ellos no. A ellos les guía el más puro amor, fidelidad y cariño. Al ser en sí mismo. Por eso, cuando la mujer a quien el amo ha donado algún órgano sale del hospital, el buen terrier se arroja como un loco sobre ella. Seguro de que su amo está ahí. Y, al mismo tiempo, ella lo recibe alegre, confiada, mientras sus acompañantes les miran extrañados. Ambos se reconocen. El maravilloso vínculo que jamás se rompe entre amo y perro brilla hasta después de la muerte.

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