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Arturo Checa

Almas con patas

Los magos de la terapia

Sonrisas. Aplausos. EntusiasmoGritos de alegría. Hasta algún intento de saltar desde la silla de ruedas. Son algunas de las reacciones de las personas de la residencia Carmen Picó de Alzira al comenzar la terapia canina de todos los miércoles. Y así ocurrió la pasada semana.

Uno de los magos de la terapia.

Trasto, Cora, Cleo y Bicho no faltan a su cita. Su objetivo, reforzar las habilidades comunicativas, afectivas y motrices de las personas con diversidad funcional, discapacitados y ancianos. Los cuatro canes son el alma de la ONG Intervención Ayuda y Emergencias (IAE). Con ellos, los voluntarios de la entidad realizan actividades y juegos con los animales que hacen las delicias de la quincena de integrantes de la residencia.

Internos del centro de Alzira.

“El contacto con los perros les aporta un incentivo diferente del trato cotidiano con los humanos”, cuenta Elia Martínez, una integrante de la ONG IAE. Eduardo no tarda en convertirse en un ejemplo. Los voluntarios le colocan a Trasto sobre sus rodillas y Eduardo empieza a peinarle. “Hazle una cresta”, le aconseja alguien.  Eduardo no lo duda. Comienza a estirarle el pelo hacia arriba con mucha delicadeza. El perro disfruta del momento y cierra los ojos.

Magia.

Eduardo tiene unos niveles de comunicación muy bajos. Casi nunca interactúa con los compañeros y sólo, a veces, emite algún sonido. Trasto obra en él el milagro. “Cuando llegan los perros le cambia la cara”, explica el director y psicólogo del centro, Paco Hernández, que está al frente del lugar desde su apertura en 1989. Como Eduardo, con este tratamiento muchos usuarios establecen relaciones afectivas y sociales en través del lenguaje no verbal. “De todas las terapias que realizamos en el centro esta es una de las más llamativas porque proporciona beneficios que al ser humano se le escapan. Durante 45 minutos los perros se convierten en su apoyo emocional, relacional, comunicativo … Y esto nos da recursos y material para trabajar el resto de la semana “, puntualiza Paco Hernández.

Las personas con diversidad funcional que participan en terapias caninas como ésta reciben también el aprecio incondicional del animal, que los acepta más allá de cualquier prejuicio y prevención impuestas por la sociedad. En muchos casos se fomenta la autoestima de los pacientes, se palía su soledad y les ayuda a valorarse. Por eso, los animales que intervienen en actividades terapéuticas deben tener ciertas características: ser sociables, ágiles, inteligentes, muy cariñosos y obedecer tanto al cuidador como a los pacientes. También es recomendable que tengan un tamaño medio, pensando en las personas que están en la cama o en la silla de ruedas.

Otro mago es Bicho. Este pone una pata encima de una de las personas invidentes. Este, al abrazarlo, certifica que los perros siempre están “calentitos y suavets”. “La risa tiene un valor terapéutico muy importante” , afirma el director general de Diversidad Funcional de la Consejería de Igualdad y Políticas Inclusivas, Antonio Raya. El vínculo sentimental con el animal es casi milagroso, especialmente para las personas que se encuentran en situación de orfandad absoluta. A muchos usuarios del centro se les ha tenido que educar en el afecto a los perros para conseguir una conducta natural de acercamiento a los animales, donde el rechazo, la desconfianza o el miedo se arrincone para dejar paso a la alegría y la emoción. Este tipo de tratamientos, que se lleva a cabo sobre todo con perros y caballos, permite además a los terapeutas y voluntarios lograr una mejor interacción por parte de las personas enfermas. Sólo mimando a Cora o Trasto, los pacientes ejecutan ejercicios de motricidad fina que de otra forma serían imposibles.

Todo cariño.

Abrazarlos o pasear con los perros ayuda a los pacientes a reducir los niveles de ansiedad y aliviar los casos de depresión. La terapia en el centro de Alzira se desarrolla durante 45 minutos. E incluye ejercicios intelectuales que alimentan el aprendizaje y el trabajo en equipo de forma siempre lúdica. Los juegos trabajan los colores o los números, cuestiones muy básicas donde los perros son un apoyo fundamental. “Dos más dos?”, pregunta uno de los voluntarios. “Cuatro”, anuncia Esther, una de las personas con diversidad funcional que participa. Fali opta por levantar cuatro dedos de su mano. Llega entonces el momento más esperado por todos los presentes, ahora tiene que dar su respuesta Cora, una de las perras.“¿Cuánto es dos más dos?”, le preguntan. Y ella no lo duda: “Guau, guau, guau, guau”. Cuatro ladridos. Todos aplauden y silban. La magia lo ha vuelto a lograr.

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