Prácticamente cada civilización ha tenido su calendario. Unas basadas en los meses lunares, otras en los solares. Pero nunca ha habido una disparidad tan grande como se dio en el orbe cristiano hasta la reforma gregoriana de 1582. Según países y épocas, el año podía comenzar en enero, marzo, abril, diciembre. Valencia no fue la excepción. Desde la reconquista de 1238 el antiguo Reino de Valencia pasó por tres estilos de medición del año diferentes y no fue hasta principios del XVII cuando el calendario adoptó la forma con la que ahora es conocido y el 1 de enero fue el primero del año.
A efectos civiles se ha impuesto en todo el mundo el uso del calendario gregoriano (por el Papa Gregorio XIII) de 1582. Aunque algunos países (como Rusia o Grecia) no lo adoptaron hasta bien entrado el siglo XX.
Las bases del calendario actual las puso Julio César el año 46 antes de Cristo (calendario juliano), aunque su reforma mantuvo algunas imprecisiones. En el calendario de la Roma republicana, al igual que el de otras grandes civilizaciones antiguas, el año embezaba el equinoccio de primavera al considerarse una imagen del inicio de la vida. Pero unas revueltas en Hispania a mediados del siglo II AC obligaron a la República a trasladar las elecciones consulares, que marcaban el inicio del año, a enero. De esta forma en primavera los cónsules estarían ya dispuestos para entrar en batalla.
Julio César intentó racionalizar el calendario romano de forma que se impidiera a los altos cargos hacer todo tipo de maniobras para alargar de sus magistraturas. Desde César, los años tienen doce meses. Pero en lugar de iniciarse el año el solsticio de invierno (datado el 25 de diciembre) estableció que el primer día del año fuera el 1 de enero. Al parecer el motivo fue que el primer día del año en el que entraba en vigor el nuevo calendario coincidiera con una luna llena.
Con el cristianismo, el calendario se mantuvo más o menos invariable hasta el Concilio de Nicea (325). No modificó el desfase entre Navidad y el solsticio de invierno (que es el 21 de diciembre). La fecha del 1 de enero como comienzo del año se había mantenido porque enlazaba bien con la tradición cristiana de que Jesucristo como judío fue circuncidado a los 8 días de nacer. Así Cristo habría nacido la noche del 24 al 25 de diciembre (el solsticio de invierno) y el 1 de enero se celebraría el comienzo del nuevo año coincidiendo con el día de la circuncisión de Jesús.
Pero en numerosos pueblos cristianos se resistieron a que el año comenzara con un mes dedicado a una deidad pagana. Ante ello en gran parte de la Edad Media se recurrió o bien al Anno Incarnatione Domini (Año de la Encarnación) con lo que el primer día del año era el 25 de marzo, o bien al Año de la Navidad en el año arrancaba el 25 de diciembre o, incluso, el Año de la Pascua, donde el comienzo variaba de año en año. Hubo países como Polonia donde se mantuvo el estilo del Año de la Circuncisión y el año empezaba el 1 de enero.
En Roma el más utilizado fue el Año de la Natividad. Carlomagno adoptó el Año de la Encarnación y de ahí pasó a la marca hispánica (futuro condado de Barcelona). El Concilio de Tarragona de 1180 impuso este calendario en los territorios dependientes del conde de Barcelona. Posteriormente con la reconquista este calendario se llevó al Reino de Mallorca (1229) y en 1238 al Reino de Valencia.
Este sistema de datación se mantuvo hasta que un decreto de las Cortes de Perpiñán de 1350 que impuso el Año de la Natividad en todos los territorios de la Corona de Aragón con lo que el año comenzaba el 25 de diciembre. En el caso del Reino de Valencia el cambio se produjo en 1358 durante el reinado de Pedro IV El Ceremonioso. Y así permaneció hasta principios del siglo XVII en el que se estableció el 1 de enero como el primer día del año.
A lo largo del siglo XVI se fue imponiendo el 1 de enero como primer día del año. En Alemania, en 1500; en Francia, en 1564; en España se generalizó hacia el siglo XVII (en el XVIII en Cataluña), y en Inglaterra hubo que esperar a mediados del siglo XVIII mientras que Rusia y Grecia no lo introdujeron hasta entrado el siglo XX.