Pese a quien pese, Mariano Rajoy pasará a la historia. Es el único presidente del Gobierno en funciones que gana unas lecciones. Bien pueden aplicársele las palabras del Quijote: “Dejad al tiempo que haga de las suyas, que es el mejor médico para estas y otras mayores dificultades“. Si Rajoy ha sabido pegarse con cola al sillón, en el caso opuesto hay dos políticos españoles que mostraron un desapego al cargo un tanto exagerado. Ambos fueron presidente de Gobierno apenas 24 horas. Uno fue el conde Cleonard en 1849 y el segundo Diego Martínez Barrio, por encargo de Manuel Azaña en julio de 1936.
La brevedad en el cargo del conde de Cleonard se lleva la palma hasta el punto de que llegó a causar la hilaridad entre sus contemporáneos. El susodicho noble, militar de carrera y de nombre Serafín María de Sotto, protagonizó en octubre de 1849 el conocido el ‘ministerio o gobierno relámpago’. Alcanzó la presidencia del Gobierno al verse inmerso, casi sin pretenderlo, en un complot orquestado por Francisco de Asís, marido de la reina Isabel II, contra el general Narváez.
La consecuencia directa fue que la supuesta víctima, Ramón María Narváez, duque de Valencia, también conocido como el espadón de Loja y siete veces presidente del Gobierno, salió más fortalecido políticamente que antes de la crisis.
Los sucesos tienen el antecedente inmediado de la conocida enemistad entre Narváez y el consorte de la reina, Francisco de Asís. Este último trató de aprovechar la conocida como ‘cuestión romana‘ en el pontificado de Pío IX.En pleno proceso de unificación italiana, los italianos intentaron anexionarse Roma. La cuestión no se cerró hasta los Pactos de Letran firmados en 1929.
Francisco de Asís aprovechó la crisis italiana para ganarse el respaldo del confesor de Isabel II y del nuncio en España del Papa con su respaldo a los Estados Pontificios.
El marido de la reina propuso de esta forma a la reina que nombrara al conde Cleonard, un hombre mediocre al que creía que podía manejar, presidente del Gobierno en lugar de Narváez. Pero Isabel II no dio su brazó a torcer y el ejecutivo del conde apenas duró 27 horas y Narváez volvió a la presidencia, obviamente con mucho más poder del que disponía un día antes.
Como colofón, el triste y casi involuntario protagonista de la intriga fue desterrado a un cuartel de Jaén. Irónicamente fue el mismo conde de Cleonard el que recibió años más tarde el mandato de crear la comisión regia, antecedente de lo que serían los servicios de inteligencias y contraespionaje españoles.
El esperpento fue seguido por un suceso de proporciones semejantes unos años después cuando en julio de 1854, en pleno Bienio Progresista, se sucedieron dos presidentes del gobierno en cuatro días. Fernando Fernández de Córdova estuvo en el poder dos dias y cedió la presidencia al duque de Rivas que tampoco consiguió mantenerla más de 48 horas.
También la II República tuvo un presidente que duró poco más de 24 horas. Pero fue en circunstancias mucho más dramáticas a las puertas de la Guerra Civil. Manuel Azaña le encargó a Diego Martínez Barrio la formación de un gobierno el 18 de julio, pero renunció el día 20 tras fracasar en el intento.
Martínez Barrio intentó formar una gran gobierno concentración nacional, Hugh Thomas llega a afirmar que le ofreció un puesto al general Mola, uno de los cabecillas de la sublevación militar. Tras un día de frenéticas llamadas telefónicas, Martínez Barrios abandonó la tarea apenas 24 horas después de ser nombrado.