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César Campoy

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El ronroneo de la vida

Julio Bustamante estrena ‘En el nombre del gato’, un colorido disco producido por Cristian Pallejà (Fred i Son), Hans Laguna y Ferran Resines

 

Julio es un hombre tranquilo; tímido, pero obstinado; de aquellos que lavan sus heridas abierta y públicamente sin importarle el qué dirán. Pieza clave de nuestra música desde hace cuatro décadas, como el felino solitario, pero hasta cierto punto sociable, recorre su sendero sin prisa, pero con firmeza y serenidad. En su dilatada carrera, varios hitos le acompañan: In Fraganti, su soleada y optimista aventura junto a Remigi Palmero y Tico Balanzá; Cambrers (ÀnecDial, 1981), su primer disco en solitario, o Entusiastas (ChewakaVirgin, 1998), un trabajo que acabó por consolidar su solvencia creativa y su intransferible e identificable universo, a finales de los 90. Todos ellos, así como el resto de su recomendable y fructífera cosecha artística, se convirtieron, ya entrado el siglo XXI, en motivo suficiente para que la figura de Bustamante fuera reivindicada por propios y extraños, a base de proyectos musicales con nuevas generaciones y homenajes por parte de diversos sectores del espectro musical, algo no muy corriente por estas lindes: «Me sorprendió en un primer momento, cuando Cayo [Bellveser], Xema [Fuertes] y Jorge [Pérez] me propusieron colaborar juntos. Después de sacar adelante Maderita, vi que había toda una generación con la que podía entenderme perfectamente, y viceversa. Fundamental ha sido la aparición de Fred i Son, con los que sigo colaborando, y sus ideas y proyectos, el documental [la producción Bustamante Perkins, dirigida por Pep Garrido y Xesc Cabot], etc…», asegura.

 

Julio Bustamante, a orillas de su adorado Mediterráneo, visto por A. Merenciano.

Fruto, precisamente, de esa continua interacción con esas nuevas hornadas de músicos que ven en Julio una singular fuente de inspiración, acaba surgiendo su nueva criatura sonora, En el nombre del gato (Comboi Records), un disco brillante que huele a banda, repleto de instrumentaciones y un tanto alejado de la marca «cantautor» que casi siempre ha acompañado a nuestro protagonista: «El sonido estaba pensado antes de ponernos a trabajar juntos en el estudio. Cada tema ha sido producido en ese sentido, para darle al álbum la máxima variedad y riqueza posible. La incorporación de teclados, trompeta, cello y voces, así como los temas más desnudos, son consecuencia de este plan. Sinceramente creo que mi labor como cantautor y compositor ha resultado más coherente», sentencia, mientras valora su colaboración con Cristian Pallejà (Fred i Son), Hans Laguna y Ferran Resines, productores de este proyecto, gestado en los estudios Cal Pau, en una finca rural del Penedès: «La colaboración entre nosotros ha creado influencias de unos sobre otros, algo lógico. A nivel personal siempre nos hemos entendido muy bien; a lo largo de estos años vamos disfrutando de nuestra amistad cada vez más. Cristian tuvo la gran idea de grabar fuera de Barcelona, en un lugar tranquilo, para poder trabajar intensivamente durante una semana. Comboi puso todos los medios para ello. Las mezclas, post-producción y mastering se hicieron en el estudio de Cris y Ferran, Caballo Grande, en Barcelona».

 

 

De esta manera, En el nombre del gato, a partir de unas sentidas melodías y letras, en castellano y valenciano, marca de la casa, nos permite adentrarnos en dos temáticas claramente diferenciadas: por una parte, la que hace referencia al amor y la amistad y, por otra, la que profundiza en temas sociales. Dos campos en los que Julio siempre se ha sentido muy cómodo: «La vida de toda persona está marcada por las circunstancias sociales e históricas a las que se ve estrechamente ligada. Por mi parte intento que mi vida personal, artística y social no vayan dispersas, con ello intento dar unidad y coherencia a todo lo que hago», afirma. ¿Dispuestos para ronronear?

 

 

El disco de la semana

 

Cándida

Arbolito brutal (20 centavos Records-Malatesta, 2014)

La pareja formada por Candi Imbernón y Juan Barcala es un ejemplo claro de lo que representa, en esta tierra, ser artista por cuenta propia, ir por libre andando caminos sin necesidad de mirar atrás, ni a los lados. Desde que, años ha, la primera decidiera, aventura argentina incluida, explorar las complicadas y polémicas sendas del conocido como neotango, los derroteros del proyecto han ido evolucionando sin complejos. Y todo ello ha venido a desembocar en este Arbolito brutal, tan inclasificable (dentro de la marca frecuentada), como evidente en ese proceso creativo-vital en que se ha convertido Cándida. Tal vez por eso, a la hora de definir este tercer trabajo, los responsables del asunto insisten en dejar claro que las fronteras sonoras siguen abriéndose de manera ruda, pero firme, huyendo de complicadas etiquetas, aunque muchas de ellas se encuentren reflejadas en una amalgama de rock, blues, milonga, quasicumbia, western…

En definitiva, Candi y Juan siguen demostrando una impávida querencia, ya no solo por expandir las posibilidades de sus propias obras, sino también por redefinir criaturas ya existentes. Lo hicieron con aquel So payaso de Extremoduro, revisitado en su Mi casa, mi alma, mi amor, mis zapatos (2012), y lo hacen ahora con el Elástico de Miquel Gil y Casañ, y con el clásico Johnny Guitar. Dos piezas que se integran dignamente en un engranaje en el que el tema que da título al disco, El cantante y la cantanta o Antonio el Negro, elevan el nivel de lo ideado durante estos años. Todo ello, a partir de las inestimables participaciones del habitual David Albelda, Javier Cárdenas al bandoneón, Chumi a la armónica y, sobre todo, Antonio J. Iglesias a las baterías y percusiones. Lo envuelve todo un cuidado diseño de carpeta con impagables fotos de Clara de Luna.

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Sobre el autor

Curioso por naturaleza. Más de media vida escribiendo.


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