Los Radiadores presentan este 16 de mayo su último trabajo, Gasolina, santos y calaveras, en la sala 16 Toneladas: rock and roll libre de prejuicios
Cada disco editado y cada riff sobre un escenario han supuesto, para Raúl Tamarit, Sergio Domingo, El Joven y Metralla, una batalla ganada contra descreídos y seres de poca fe. Su rock and roll de esencia pura y directa ha ido sumando adeptos a medida que sus criaturas se iban gestando. En 2011, se presentaron en sociedad con aquel crudo mini-elepé titulado Bienvenido (Flor y Nata Records). Dos años después, ya bajo el manto de Bonavena Música, se marcaron un descarado Manual de supervivencia. El siguiente paso, este Gasolina, santos y calaveras (no quedaba otra), debía suponer la consolidación de un proyecto que, a estas alturas, a pocos debería hacer dudar: «Hemos intentado poner toda la carne en el asador e, incluso, quitarnos ciertos prejuicios. Teníamos que dar un pasito más. Por suerte o por desgracia, ya no tenemos 20 años. Se trataba de hacer rock de una forma más madura, eso sí, manteniendo la impronta y la frescura que siempre ha caracterizado el género», asegura Tamarit.
Claramente, este disco evidencia un paso adelante. Así lo confirman algunos arreglos, ambientes o detalles vistosos como las guitarras de El Joven en pasajes de Hasta el final o Buzo: «No hay una idea premeditada. Llevo las canciones al ensayo, con la idea, y entre todos las vamos arreglando. Van sugiriendo cosas y se prueban. A veces nos atascamos porque no damos con el arreglo que haga respirar al tema, pero al final es la canción la que te sugiere una cosa u otra. Luego, en el estudio, es Dani Cardona quien ofrece su visión externa sobre aquello que nosotros no hayamos podido ver al llevar el material viciado del local de ensayo», afirma, mientras el cuarteto fija su mirada en el próximo 16 de mayo. Ese día, en el 16 Toneladas de la capital valenciana, la banda presentará Gasolina, santos y calaveras, en compañía de Punka! y Dj Savoy Truffle, y seguirá repartiendo las cartas de una baraja cuyos referentes surgen de inmediato, a la primera escucha.
Porque Los Radiadores huelen a Enemigos, a Fernando Alfaro, a Parálisis Permanente, a Gabinete Caligari, a Doctor Divago, a Los Planetas… No obstante, todo ello parece ir configurando, poco a poco, un sonido propio, que se agarra, faltaría más, al particular registro vocal de Raúl: «Todos los grupos que nombras han creado una forma de hacer rock con una personalidad indiscutible, todos nos gustan, y absolutamente todos tienen un registro de voz muy particular. Lo que quiero decir es que somos de esa escuela, del rock con personalidad, más allá de posibles influencias. Todos la tienen. No queremos parecernos a nadie, queremos ser Los Radiadores, y en ello estamos. Al principio, las comparaciones nos podían molestar, pero es algo que ya tenemos asumido. Es normal que te identifiques más con un tipo de Madrid, de Albacete o de Granada que con un señor de Wisconsin o de Carolina del Norte que no tiene nada que ver contigo, ni tiene la misma cultura, ni la misma historia, ni las mismas tradiciones. Por otra parte, siempre tuve claro que tenía que ir educando la voz, encontrando mi sitio, y al final eso se convirtió en una especie de obsesión. Pero, a día de hoy, y aunque hay que seguir trabajando, no me preocupa tanto; es lo que hay. Es la voz que tengo, y no es una voz precisamente estándar; para ya eso ya están los concursos de televisión. Hablamos de rock and roll», sentencia Tamarit convencido.
Curiosamente, o precisamente por lo apuntado por el compositor y vocalista del combo, pese a que la banda cultiva el género más internacional de la historia de la música, son esos referentes ibéricos los primeros en perforar tus oídos e instalarse en tu cerebro cuando te sumerges en el universo de Los Radiadores. ¿Consciente o inconsciente?: «Alguna vez me he encontrado por ahí a algún tonto que me ha dicho que no le gusta el rock en castellano. Es una lástima, y debería hacerse mirar sus complejos. Desde la década de los 60 se ha conseguido llegar a un nivel muy importante en cuanto a composición y letras. Sí, es cierto, lo inventaron ellos, pero lo hemos heredado nosotros y lo hemos defendido hasta crear un lenguaje autóctono propio. Eso no quiere decir que lo anglosajón no marque también a Los Radiadores: Desde el rock de los 50, pasando por el glam, el punk-rock, el post-punk…».
Mientras tanto, Raúl sigue ideando textos directos, punzantes en ocasiones. Realistas y abiertos: «Cada vez me cuesta más escribir, supongo que por ese afán de superación, o por evitar repetirme en algo que ya se ha dicho. Pero, al mismo tiempo, cada vez me gusta más y me siento más cómodo. Eso sí, la organización en ese aspecto sigue siendo un caos: Tengo montones de papelitos y documentos en el ordenador con frases que luego nunca llego a desarrollar. Al principio me encargué de la composición, básicamente, porque tenía que hacerlo. Ahora ya está asumido», aclara un Tamarit que, tras varios años de funcionamiento, aprovecha para hacer balance de Bonavena Música, el sello y agencia musical que, analizada la paupérrima estructura de nuestra escena, decidió poner en marcha junto a Manolo Bertrán: «Te diría que se ha confirmado lo que sospechábamos: Que el cotarro lo manejan unos cuantos, y resulta cada vez más difícil meter la cuchara. Pero en cualquier caso, para la infraestructura que tenemos, estamos bastante satisfechos con el trabajo hecho. No vamos a bajar la guardia».
Los discos de la semana
Fuego (Hall of Fame, 2015)
Simplemente por su condición de rara avis en el devenir de nuestra historia musical de las últimas décadas, a Guillermo Artés hay que prestarle atención cuando se anuncia que anda labrando nuevos surcos. Las cosechas que produjeron aquellos (afortunadamente) inclasificables Kindergarten y, más recientemente, Guillemka, han convertido a su ideólogo en una suerte de cantautor disidente que, en la mayoría de las ocasiones, ha sabido rodearse de valiosos compañeros de viaje.
Ahora, junto a nombres como los de Dani Cardona, Gilberto Aubán o Carolina Otero, Artés ha optado por seguir construyendo un estilo sin par que se balancea del krautrock al blues árido. En medio, todo aquello que se puedan imaginar. Crítica social (Políticos diciendo la verdad), puyas (Chicas con ukelele) y punzadas que bailaría frenético el mismísimo Walter White.
Canción de amor a Russian Red (Autoeditado, 2015)
El interesante proyecto comandado por Jordi Sempere (ahora, en Polonio, y, antes, en Petit Comité) se vio cristalizado, la temporada pasada, en un delicioso mini-elepé titulado El hijo pequeño. Pop trabajado y letras de altura que, hace poco, ha vuelto a quedar plasmado en el sencillo Canción de amor a Russian Red (acompañan las Bledes, es decir, Mar y la también de Polonio, Lourdes Casany), una cama a base de folk luminoso, en la cual reposa un texto repleto de ironía. Mientras tanto, Sempere sigue construyendo las bases del que será su próximo trabajo, un elepé que verá la luz, si todo va bien, el próximo otoño.