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César Campoy

Banda sonora

Balada de sal y miel

La Gran Esperanza Blanca celebra sus 30 años de vida con una cita muy especial que tendrá lugar en el Loco Club

 

Hubo un tiempo en que la mili se convirtió en excusa perfecta para dar rienda suelta a las inquietudes artísticas, por eso de compensar la balanza. Les ocurrió, sin ir más lejos, a Cisco Fran y Spagnolo Ferocce. A mediados de los 80 del siglo pasado, cuando formaban parte de Inhibidos Quizás?, fueron llamados a filas y destinados a tierras baleares. Poco tiempo después, nacía La Gran Esperanza Blanca (LGEB), con la intención de presentarse a un concurso musical organizado por el Ayuntamiento de Palma. Aquel certamen coronó a La Granja, y tanto Fran como Ferocce decidieron, una vez retornados a tierras valencianas, seguir regando aquella semilla que, tres décadas después, se ha convertido en un robusto roble que, a lo largo de estos años, ha sufrido traumáticas podas, y alguna que otra época mustia, hasta reverdecer en los últimos lustros, de cara a encarar un aniversario muy especial: «Supongo que, por decirlo de una manera sencilla, nos gusta más la música que todo lo que la rodea. El hecho de crear y compartir la creación, ésa es la clave de esta larga trayectoria», asegura un Fran convertido, en todo este tiempo, en el jardinero fiel que ha venido curando las heridas de LGEB.

 

Los chicos del tren. Por Víctor García

Treinta años dan para mucho. Esta afirmación, sin duda, es una perogrullada. Lo que no lo es tanto es tratar de descubrir en qué momento de este devenir, sobre todo en estas lindes que nos contornean, llega uno a convencerse de que vivir única y exclusivamente de esa pasión, que es la música, va a resultar bastante difícil: «En nuestro caso fue muy pronto. Durante el periodo 1983-1985, con Inhibidos Quizás?, nos pasaron muchas cosas buenas. Era divertido y parecía que se nos abría un mundo en el que hasta nuestros estudios podrían haber quedado apartados y sustituidos por una vida dedicada única y exclusivamente a la música. Cuando a finales de 1985, Citra editó nuestro mini-elepé El precio del dolor supimos que debíamos centrarnos en nuestras carreras. Todo era tan cutre que lo vimos muy claro. Así que cuando en la primavera de 1986 formamos LGEB ya sabíamos que sería una actividad placentera pero totalmente alejada del profesionalismo», se sincera un músico que, a la hora de echar la vista atrás y rememorar algunos de los momentos más intensos en la historia de la formación, es capaz de localizarlos en etapas muy diferentes del recorrido de esta locomotora: «En primer lugar, la primavera de 1987 cuando el grupo, ya en Valencia, adquiere su formación clásica, con Chiti Chitez al bajo y Chuso Al a la batería. En segundo, enero de 1993, cuando fallece nuestro violinista Fiddler Paul. Fue un golpe duro y modificó también el camino musical de la banda. Por último, 2012, cuando editamos, junto a Los Radiadores, La balada de Diarte y Kempes, donde se incluía Nostalgia de Bell Ville, la canción dedicada al Matador, que nos devolvió a la escena con una fuerza rejuvenecedora, y esperamos quedarnos, al menos, otros 30 años», sentencia este valencianista declarado, capaz de sentir casi la misma pasión por el escudo del murciélago, como por los sonidos de profunda y sureña raíz norteamericana.

 

 

De ellos ha vivido LGEB durante muchos años, construyendo incontables criaturas recubiertas de un sentidísimo espíritu rockero que se abraza, sin miramientos, en el blues, el folk y el country (la sombra dylaniana, siempre presente). Tras tantas horas de trabajo, y después de haber creado tantos temas, ¿cómo mira uno a cada una de esas composiciones? «Son mis canciones, forman parte de lo que es mi vida, eso es indudable. Podría hacer un cierto recorrido emocional por mi vida apoyándome en ellas, me leería a mí mismo. Todas han tenido sentido y lo siguen teniendo en algún momento, aunque otras quedan varadas en la playa tras haber cumplido su misión».

Algunas de ellas entrarán por la puerta del Loco Club de la capital valenciana, el próximo 23 de abril, y sigilosamente, se subirán al escenario invocadas, para una fiesta muy especial en la que otros ilustres de nuestra escena musical formarán piña para reforzar los cimientos de aquel roble: De Manolo Bertrán y Chumi (Doctor Divago), a Raúl Tamarit (Los Radiadores), pasando por Pepo Granero (Goodfellows), Micalet Landete (Senior i El Cor Brutal), o Rafa Adrián y May Ibáñez (Badlands). Como adivinará el lector avezado, hablamos de varias generaciones de artistas de la tierra. Todos ellos, surgidos en las tres décadas en las que ha estado vigente LGEB. Intérpretes cuyos proyectos Fran y compañía han visto nacer y desarrollarse: «No soy muy buen historiador, pero sí he estado presente todo este tiempo, y cierta visión panorámica creo que, al menos, tengo. Hay diferencias en la excelencia de los músicos jóvenes actuales, muy preparados e instruidos, frente a cómo éramos en los 80. También veo una fractura de las propuestas basadas en los estilos y eso hace más difícil seguir una actualidad de la escena valenciana como un todo. Por otro lado, los músicos jóvenes son muy abiertos y entusiastas, un aspecto de la juventud, sin duda, pero también del hecho de que parten de una situación socieconómica mejor que la nuestra. Este aspecto favorece la creatividad, sin duda».

 

Y en el principio fue...

Calidad y creatividad noveles, frente a, según se dice, cierta falta de actitud (entiéndase esta afirmación, por supuesto, como una generalización). La buena música y el virtuosismo, sin imagen y personalidad arrolladores, ¿están condenados al fracaso? «La palabra es carisma. No la veo por aquí, salvo en algunas propuestas como la de Senior i El Cor Brutal, donde Landete desborda carisma a raudales, pero no creo que sea un problema de la escena local. No veo carisma en casi ninguna de las escenas nacionales, y menos aún en lo que va promoviendo Radio 3, que me parece una radiofórmula indie que normaliza, y vacía de contenido».

 

 

Los discos de la semana

 

Adrian Levi

Under songs (Nevada Music, 2016)

Adrian Levi (Jordi Llopis), apostó fuerte cuando, tras su paso por Suidhe y Crow Jane, decidió embarcarse en una personalísima aventura en solitario repleta de sentimiento y recovecos. Si My hidden pockets, su primera referencia, invitaba a la introspección, hasta cierto punto, dramática, con este Under songs se adivina cierta liberación personal y, sobre todo, interpretativa, sin duda, a partir del involucramiento, ya total, de José Rodríguez y, sobre todo, Carlos Soler y Manolo Tarancón en el proyecto. Precisamente han sido estos dos últimos, junto al propio Adrian, los encargados de producir un trabajo que es capaz de pasar de lo épico (Universe) a lo etéreo (Fall inside), transitando entre sendas que, ora coquetean con la furia (Low places), ora abrazan cierto optimismo (Fragile). Todas ellas, eso sí, caminando de la mano de un componente mucho más natural y próximo.

 

Maronda

Nefertiti/Viernes 6 de la tarde (La Máquina Infernal, 2016)

Pablo Maronda y compañía tienen la mágica capacidad de conseguir transportar al oyente a diferentes ambientes físicos y emocionales. Sus temas no sólo se escuchan: Se huelen y sienten. Sucede con la pieza inédita que acompaña a ese tremendo chute de energía que es Nefertiti. Editado en formato sencillo y en vinilo, para seguir prolongando la vigencia de su último elepé, Vibraciones, Viernes 6 de la tarde se grabó tras la publicación de La orfebrería según los místicos, aunque su hipnótica improvisación final fue añadida posteriormente. Como viene siendo habitual, pop de altura coronado a partir de una letra y una transición instrumental intermedia sensacionales.

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Sobre el autor

Curioso por naturaleza. Más de media vida escribiendo.


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