>

Blogs

César Campoy

Banda sonora

El canalizador de ideas

Prácticamente 20 años como productor contemplan a Roger García, uno de los magos de la mesa de mezclas más solicitados de nuestra tierra

 

Casi dos décadas lleva cultivando Roger García su amor por la mesa de mezclas desde los estudios RPM, uno de los enclaves míticos del sonido mimado y cincelado en tierras valencianas en los últimos lustros. Muchos todavía recordarán los atronadores y vigorosos directos de aquellos efervescentes All Sex Picken, en los cuales nuestro protagonista militaba. Justo hasta que, un buen día, decidió situarse definitivamente al otro lado de la pecera: «Antes de dedicarme profesionalmente a esto siempre estaba grabando a mi grupo y a otros en el local con un cuatro pistas de cinta. Era increíble lo que llegabas a hacer con aquello. Me encantaba pasarme horas y horas buscando arreglos, sintiendo cómo crecían las canciones, o simplemente notando que no valían nada y que había que empezar de nuevo desde cero. Cuando monté el estudio y ya empecé profesionalmente, sin darme cuenta me metía de lleno en las canciones de los grupos (es mi naturaleza), aportando todo lo que desde mi experiencia podía. Así que, sin pretenderlo, acababa siendo uno más de la banda, me involucraba (y sigo haciéndolo) al 200%, cosa que por lo visto no era ni es muy común. Esto llevó a que tuviera cierta continuidad», asegura.

 

Roger, en buena compañía

Por sus manos han pasado incontables formaciones. Con ellas ha gestado criaturas de esencias tan variadas como las de La Raíz, Desayuno, Punto Alba, Witko, Kibah, Monkey Hole, Jolly Joker, Delaire, Neuròtics, Inèrcia… Incluso el magno Tuactes i rebomboris de Mox lleva la firma de un Roger que afirma tener presente todas y cada una de sus producciones: «Mucho. Soy muy crítico conmigo mismo. Cada cierto tiempo echo la vista atrás y muchas veces me sorprendo. Hace poco, con un par de discos de hace unos diez años, me quede encantado escuchándolos. Tengo que dejar que pase un tiempo para poder asimilar con perspectiva lo que hice, o, mejor dicho, lo que hicimos. Cuando un disco envejece bien es la gran prueba de que aquéllas eran buenas canciones».

Consciente de la difícil tarea del productor, que debe debatirse entre dirigir por completo un proyecto, o ponerse al servicio del artista, García, evidentemente, tiene su propia teoría: «Me gusta ser el canalizador de todas las ideas. En un grupo de cuatro, cinco o más músicos, es muy raro que todos tengan los mismos gustos en cuanto a cómo quieren sonar en un disco; sobre todo, que todos imaginen en su cabeza esa ‘idea de producción’ común de la misma manera. Yo tengo que encontrar el punto de unión sin que apenas se note, o que no lo noten, y de ser así, que sientan que ésa es la mejor opción. Ese es el trabajo más difícil de producción».

 

Los estudios RPM

Tras haber convivido con decenas y decenas de artistas, de mil y un estilos, Roger es, como muchos, de los que piensa que la música valenciana vive uno de sus momentos más creativos: «El nivel es muy alto. Hay un montón de grupos de estilos diferentes, y muchos con muy buena calidad como instrumentistas».

Muchos de ellos, sobre todo los que se han dejado caer durante una temporada por RPM, consideran aquellos estudios, prácticamente, como su segunda casa. Sobre los motivos en los que se sustenta el secreto de esa longevidad y fama, el productor tampoco tiene dudas: «Llevo ya 19 años como profesional. La gente que me conoce sabe que no he dejado de crecer como tal. Como comentaba, me involucro en cada proyecto como si fuera mío. Sobre todo imagino que el secreto está en que nunca he perdido la ilusión, la pasión por este trabajo, a pesar de las dificultades, de todo lo que has de sacrificar: familia, amigos, tiempo… Cuando llega el final del día apoyas la cabeza en la almohada y piensas: ‘¡Joder, qué bien ha sonado hoy!’ Eso no tiene precio».

La escena valenciana no sólo atraviesa una de sus fases más celebradas en cuanto a calidad y variedad musicales. También la vive en cuanto a existencia de productores y técnicos del ramo. Prácticamente ajeno a la situación del sector patrio («No escucho mucho de lo que se hace por aquí, a no ser que alguien me lo ponga; no puedo valorar algo que desconozco»), García está convencido de que lo que buscan los músicos que deciden contar con sus servicios es una visión externa «que le ayude a ver crecer sus canciones. Alguien que consiga plasmar en un disco todas las ideas y sueños sonoros».

 

Tres discos históricos

 

Red Hot Chili Peppers

Blood Sugar Sex Magik (Warner, 1991)

«Para mí es una obra maestra. Está Frusciante [John, guitarrista]. Es una época increíble. Aún no eran superestrellas, y eso se nota. Se grabó en una casa inmensa sin usar luego ninguna reverberación artificial; todo es room natural. Rick Rubin, sin levantarse del sofá, hizo un trabajo de producción excepcional y un jovencísimo Brendan O’Brien dejaba claro que iba a pisar muy, muy fuerte. No paró de hacer discazos desde entonces. Es uno de mis grandes ídolos».

 

Jeff Buckley

Grace (Columbia, 1994)

«No se puede describir en palabras. Es increíble en todos los aspectos. Producido, grabado y mezclado por Andy Wallace, otro monstruo del sonido, y uno de los pocos trabajos que ha producido. Otro discazo».

 

Paul Kelly

Ways & Means (EMI, 2004)

«Este disco es otra gran obra de este australiano. Para mí, el sonido es excepcional. Está realizado por Tchad Blake, otra bestia del audio. Está lleno de folk, pop, rock… Escucharlo es una pasada».

 

 

Los discos de la semana

 

vineWaltz

vineWaltz (Hall of Fame, 2016)

Del seno de Johnny B. Zero tan sólo podemos esperar creaciones que, como mínimo, han de merecer nuestra atención. Julio Fuertes, una de sus columnas vertebrales, es una especie de avispa inquieta: multiinstrumentista, polifacético (también escribe; hace poco publicó su primera novela)… Ahora, ha unido sus fuerzas al sello Hall of Fame para debutar, bajo la marca vineWaltz, con un jugosísimo epé de pop sintetizado que, en algunos momentos, nos hace visualizar al mismísimo Prince tirando de rabia elegante mientras se apoya en unos The Strokes refinados. Para construirlo ha contado con la inestimable colaboración del mismísimo Juanma Pastor (inconfundible ese registro), Carlos Picó y el productor Carlos Ortigosa. El resultado es tan sorprendente como adictivo, y encuentra momentos (vocales e instrumentales) cumbre en piezas tan adornadas como I was a pet o Sweet, smart, angry.

 

Lilit i Dionís

El temps dels pobles (Mésdemil, 2016)

Tras cinco años en barbecho, las gentes de Pego vuelven a alzar la voz haciendo gala, de nuevo, de esa pasión por la mezcolanza sonora que vive y resopla mientras brinca del Mediterráneo al Caribe, y retorna vía África tras pegarle un mordisco rabioso al Cono Sur. A partir de un punto mayor de reivindicación, y arropados por la producción de un Mark Dasousa que ha sido capaz de dotar del suficiente empaque sonoro a tamaño muro instrumental (muy presentes los vientos y la sección rítmica), hay pasajes que nos trasladan al punto más alto del Machu Picchu para, desde allí, adivinar malaguenyes y jotes pasadas por una suerte turbo folclórica de esencia reggae.

Otro sitio más de Comunidad Blogs lasprovincias.es

Sobre el autor

Curioso por naturaleza. Más de media vida escribiendo.


julio 2016
MTWTFSS
    123
45678910
11121314151617
18192021222324
25262728293031