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César Campoy

Banda sonora

Ahuyentando viejos fantasmas

Seis años después de su separación, Polar vuelven a subirse a un escenario coincidiendo con la celebración del Deleste

 

Surgidos, a mediados de los 90 del siglo XX, en aquella Valencia musical que soñaba con asaltar los cielos impulsada por la tristemente fallida Explosión Naranja, a Polar le bastó, apenas un lustro, para convertirse en uno de los emblemas del buen hacer sonoro que emanaba de esta tierra. En su década y media de vida, Jesús de Santos, Miguel Matallín, Paco Grande y Jesús Sáez prácticamente lo lograron todo en el universo independiente. Tras hacerse con el Circuit Rock valenciano, de hecho, pisaron los escenarios del FIB, el BAM, el Tanned Tin o el Primavera Sound, y actuaron en compañía de referentes como Damon & Naomi o Luna. Seis años después de ofrecer su último concierto, la banda retorna, en exclusiva, con motivo del Deleste 2016, que se celebra los días 4 y 5 de noviembre en la Rambleta: «Surgió de una manera natural. Juan Enrique León soltó la chispa proponiéndonos tocar en el aniversario de Tranquilo Niebla, pero sólo nos dio una semana de margen para decidirnos. Polar no es un grupo de prisas, precisamente, pero eso nos volvió a poner en contacto. A partir de ahí, un par de conciertos, barras de bares y cervezas de nombres extraños hicieron el resto», aseguran.

 

El cuarteto, en 2016. Por Pau Martínez

Su cosecha discográfica, salpicada de verdaderos ejemplos de sensibilidad y ensoñación sonora, combinados con mágicos instantes de rabia, del estilo de Comes with a smile o Surrounded by happiness, se cerró con el brillante Fireflies in the alley. En aquel momento, todo parecía indicar que el retorno de la banda sería algo casi impensable. ¿Con qué espíritu y objetivos vuelve a sonar Polar?: «Cuando nos juntamos no nos pusimos ningún objetivo. Lo que nos unió fue el placer de volver a tocar algunas canciones, y teníamos que ver si la magia volvía a fluir, porque si no, no tenía sentido. Apareció en apenas segundos. Parecía como si nunca hubiésemos dejado de tocar. Era bastante plausible la opción del Deleste, y nos apetecía tocar en el auditorio. Así que hasta el momento es lo único que tenemos confirmado. Pero es que ni siquiera nos hemos planteado algo más», aclaran, mientras se muestran poco seguros en torno al futuro próximo del proyecto: «Cada uno de nosotros podría decirte una cosa diferente, y posiblemente variaría dependiendo del día de la semana. Somos una banda de funcionamiento plenamente democrático, y eso a veces dificulta tomar decisiones. Hay muchos otros proyectos en los que estamos y eso también marca las posibilidades de futuro. No me aventuraría a afirmar que no va a haber más conciertos de Polar, pero sí que me atrevo a decir que estos serán esporádicos, en el caso de que los haya».

 

 

El lector avispado, en general, y el seguidor acérrimo del combo, en particular, habrán comprendido, sin duda, que la esencia tan particular de Polar sigue viva. Es la misma que se cinceló, día tras día, a partir de las personalidades tan acusadas de sus miembros. Cuidado con este retorno, que no es baladí. Ni lo es, faltaría más, la elección de las canciones que sonarán en tan esperada cita: «El setlist no está cerrado todavía. La decisión de los temas surgió de una manera, de nuevo, bastante democrática. Cada uno votó 10 temas, y los que más se repitieron son los que estamos ensayando. Y como toda democracia que se precie, tiene sus fallos, y los resultados no suelen dejar satisfechos a todo el mundo. Hemos visto agujeros en dichos resultados. Incluso al conformar un setlist con una segunda votación, hemos visto que fallaba la dinámica del show. Así que estamos introduciendo alguna modificación fuera de los temas que habían salido votados. La corrupción también nos llega a nosotros. Pero no, no habrá temas inéditos, aunque sí muchas caras B de singles».

En el aire también está, por cierto, la realización de una suerte de continuación de aquel Polar: Home, el intenso documental sobre el grupo que rodaron, durante varios meses, los realizadores valencianos Pau Martínez y Gabriel Ochoa, aunque ambos ya se encuentran registrando algunos de los instantes clave de esta reunificación que tantas y tan variadas sensaciones está despertando en el cuarteto: «En mi caso [Jesús Sáez] he de decir que son sensaciones extrañas. Por un lado el placer de la química musical que hay entre nosotros. Siempre he pensado que Polar sólo podría ser lo que es por los cuatro componentes que lo forman. El perfil musical de cada uno es casi único, y difícil de encontrar. Suena romántico, y lo es. Pero, por otro lado, también aparecen los fantasmas. La metáfora de la exnovia funciona muy bien. Se echan de menos cosas, pero en seguida aparecen también esos detalles nimios, casi ridículos, que el desgaste del tiempo se encarga de hacer exasperantes. Y precisamente el tiempo es lo que se nos va acabando, inexorablemente».

 

La banda. Por Pau Martínez

Justo en el momento de la disolución del conjunto, Polar ya llevaba varios años figurando en la primera línea de la independencia estatal. ¿Se sintieron, en algún momento, sus integrantes, justamente valorados? «El mundo de la música ha buscado otras líneas de desarrollo muy lejanas a las que nosotros practicábamos. Si antes el slowcore era una música difícil, ahora creo que habría mucha gente a la que le costaría entenderla, por descontextualizada, aunque estoy convencido de que funciona de manera atemporal. Pero, desde luego, no veo muchos reflejos ni influencias sobre la escena actual, ni revisiones, críticas o listas que recuperen nuestros discos como uno de los mejores del lustro más allá de la Albufera. En estos casos no creo en la justicia. La industria musical no es justa. La vida, tampoco. Y, en particular, el concepto de justicia poética me parece muy etéreo y relativo. Es lo que es. Me sentiría ridículo reclamando una justicia que ni siquiera se cuál debe ser. En cualquier caso, el Deleste nos ayudará un poco a ver los restos del incendio. Pero la última palabra siempre la tiene el tiempo», aclara Sáez.

 

 

Desde entonces hasta ahora, como adivinarán, todo aquello relacionado con el mundo de la música ha cambiado demasiado: las nuevas tecnologías y la inmediatez que suponen, la inmensa cantidad de trabajos que ven la luz cada mes, el rediseño de todo el entramado estructural de la industria… ¿Cómo hubiera tratado de sobrevivir Polar en un contexto como éste? «En cierto modo, Polar murió, un poco, por todo eso. El grupo se disolvió en un momento en que las cifras de ventas de discos bajaron radicalmente, en que una propuesta musical como la nuestra se convertía en algo casi marginal, en que mover una furgoneta con una formación rock dentro se convertía en casi una utopía. Esa fue la chispa. Pero creo que, en ese aspecto, tenemos muy claro lo que queremos y lo que somos. Asumimos las derrotas en lo estructural, pero, para nosotros, la música sigue estando ahí. Está al alcance de cualquiera que quiera estirar la mano y hacer uso de ella. Y nosotros hemos decidido volver a hacerlo, caiga quien caiga».

 

 

Las condiciones y el ritmo en los que Polar vuelva a bailar con esa música que tanto adoran son todavía una incógnita para la mayoría de los mortales. Tal vez nos dé una pista saber cuál de sus trabajos editados marcaría el estado de ánimo y filosofía del combo en estos mismos momentos: «Cuando empezamos a tocar, nos volcamos en nuestra parte más slowcore, la de New day, A letter for the stars y Comes with a smile. Y, poco a poco, hemos ido acercándonos a nuestros últimos discos, más eléctricos y ágiles. Siempre he visto la evolución de nuestros trabajos como algo muy lógico y natural, así que, en cierto modo, era previsible que ocurriría algo parecido cuando revisáramos nuestros repertorio. En los últimos años nuestros conciertos eran mucho más contundentes. De todos modos, en el Deleste habrá presencia de ambas facciones», sentencian, mientras aclaran cómo afectará este retorno a proyectos como The Standby Connection o Llum, desarrollados en los últimos años por algunos de los miembros del grupo: «Es obvio que se verán afectados por esta nueva situación. Pero, de momento, no ha sido nada crucial. The Standby Connection tienen disco grabado que saldrá en breve, y de momento no ha sufrido significativos retrasos por culpa de la reunión de Polar. Algo similar ha pasado con el libro/disco de Llum, Marieta Ganduleta, y el próximo disco que vamos a grabar. Pero sí es cierto que a mí me parece como una especie de lucha entre presente y pasado, entre lo que quiero hacer ahora y lo que hice, y es un equilibrio que, a veces, resulta complicado de llevar, y que estamos intentando conseguirlo. De momento parece que funciona, aunque nunca se sabe por cuánto tiempo será así. Y supongo que no será demasiado. Somos muy de vivir el presente, pero también de mirar al futuro con decisión», concluye Sáez.

 

Quique González y Xoel López, cabezas de cartel del Deleste

 

La cita musical que supondrá el retorno de Polar reunirá, en la Rambleta, el 4 y 5 de noviembre, a artistas del renombre de Quique González, Xoel López o Delorean. El público también podrá disfrutar con los directos de otras propuestas como las de Magnolia Shoals, Bigott, Amber Arcades, Los Vinagres, El Lobo en tu Puerta, Perlita y Maïa Vidal, mientras que en la extensa representación valenciana nos toparemos con opciones tan recomendables como las de Aullido Atómico, Gener, Geografies, Holy Paul o Tardor.

 

 

In memoriam: Bolo y su generación

 

Julio (I), con Los Scooters.

El pasado 11 de octubre nos dejó Julio Llopis, más conocido como Bolo por los innumerables amigos que atesoró a lo largo de su vida y su carrera musical. Recordado por las buenas vibraciones y energía que emanaba, lideró, a mediados de los 80 del siglo pasado, la banda mod valenciana por excelencia: Los Scooters (más tarde formó parte de Los Básicos y Los Nerviosos). Con ellos rodó por toda la península, aupados por unos directos intensos y festivos, repletos (como es de rigor) de himnos de la talla de Generación 80 o Tiempos lejanos. Posiblemente, en la manera de ser de Bolo tuvo mucho que ver su condición de chico de barrio, del personalísimo barrio de Patraix. Posiblemente, en la escasa repercusión en el gran público que han tenido, tanto su trayectoria profesional, como el fallecimiento de uno de los rostros más populares (al menos) en los círculos en los que se ha desarrollado nuestra escena musical, tuvo mucho que ver su condición de apasionado de los riffs y los redobles nacido en una ciudad tan poco justa con la mayoría de sus artistas como Valencia. No obstante, a quienes admiraron a Julio Llopis siempre les quedará el consuelo de saber que, más de 30 años después de que, de punta en blanco, rasgara sus primeros acordes, todavía perduran algunas almas que consideran, muchas de sus interpretaciones y composiciones, parte ineludible y emocional de la banda sonora de sus vidas.

 

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Sobre el autor

Curioso por naturaleza. Más de media vida escribiendo.


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