Candi retorna a los orígenes, a las raíces puras y primeras del género, y presenta su nuevo espectáculo, ‘Vuelvo al sur’, en La Beneficència
Existe una diferencia inmensa entre hacer música y vivirla. En el segundo de los casos, cuando no eres capaz ni de comprar una barra de pan sin que en tu mente suene esa banda sonora que acompaña tu existencia, estas maravillosamente perdido. Si, además, es un estilo tan racial y embriagador como el tango el que consigue anidar en tu alma, la dulce condena se multiplica por cuatro. Esto vendría a ser lo que le sucedió a Candi Imbernón que, tras varios años militando en el pop, acabó quedando prendada de aquellos aires de bandoneón procedentes del Río de la Plata. Tal fue el grado de obsesión alcanzado por la cantante valenciana que, ni corta ni perezosa, decidió, a finales del siglo pasado, dejarlo todo y viajar hasta Argentina para buscar unos orígenes que no eran los suyos, pero, suyos sí los sentía.
Aquellos fueron años de lucha, de mucha lucha. Posiblemente, Candi sea una de las artistas más constantes y empecinadas que ha dado esta tierra. Allá tuvo que bregar con los prejuicios (una impertinente gallega tratando de robar la esencia patria); aquí, tres cuartos de lo mismo (¿una valenciana cantando tango?). Aquellos años fueron duros, muy duros. Pero ella sorteó bofetadas y codazos encomendándose a Discépolo, Demare y Gardel. Haciendo gala de su peculiar personalidad, nuestra protagonista ríe al echar la vista atrás: «En realidad creo que me he pasado toda la vida remando… Lo que no sé es si remaba más con los tangos o con Cándida. Creo que igual, pero en diferentes ríos». Cándida, como sabrán (o adivinarán) es el alter ego de aquella muchacha que, tiempo después de cruzar el charco, y en compañía de fieles escuderos como David Albelda o Juan Barcala, publicó, desde 2009, varios trabajos como Mil perdones (con el concurso de Marc Parrot) o Mi casa, mi alma, mi amor, mis zapatos (ambos con Discmedi), enmarcados todos ellos en el llamado ‘neotango’. La evolución era evidente. Tanto, que acabó cristalizando en Arbolito brutal (20 Centavos–Malatesta), una atractiva mezcla de todos aquellos ritmos sonoros que, a lo largo de los últimos lustros, han hecho que el corazón de Candi bombee a pleno rendimiento: Blues, Rock and Roll y, faltaría más, mucho tango y milonga.
No obstante, posiblemente algo en el interior de nuestra protagonista acabó por añorar la esencia. Sólo así se entiende el anuncio del retorno de Candi, en esta ocasión, en compañía del Trío Compadrón (a saber, David Albelda al contrabajo, Sergio Sánchez a la viola, y Adrián González al violonchelo): «Hay unos versos de Troilo [Aníbal, bandeonista y compositor] que dicen: ‘alguien dijo una vez que yo me fui de mi barrio. ¿Cuándo… pero cuándo?, si siempre estoy llegando’. Es decir, yo nunca me he ido del tango. El tango siempre está ahí. Lo que pasa es que, hasta ahora, no se habían dado las circunstancias adecuadas que permitieran poner en marcha un nuevo proyecto. El propio nombre del espectáculo, Vuelvo al sur, es una referencia clara a esta vuelta al tango», asegura. Un nuevo espectáculo que será presentado este 5 de noviembre en el Centre Cultural La Beneficència de la capital valenciana. Una necesidad, ya no profesional, sino también personal, vital: «Yo necesito cantar tango porque, si no, todo lo demás no funciona. Hay gente que busca su estabilidad a través del psicoanálisis, la meditación o el running… A mí, el tango me pone los pies en la tierra», sentencia. ¿Comprenden, ahora, de lo que hablamos?
No obstante, una duda nos asalta ahora que Candi vuelve a erguirse, orgullosa. ¿Qué pasará, ahora, con Cándida? ¿Convivirán? ¿Una de ellas acabará desapareciendo, definitivamente? «Ambas siempre han convivido dentro de mí, y ahora también lo harán fuera. Cada proyecto me permite desarrollar una parte de mi personalidad. Lo curioso es que me da la impresión de que soy más ‘yo’ cantando tangos que cantando mis propias composiciones. Lo de alternarse en el tiempo dependerá de si conseguimos darle recorrido a ambos proyectos». Sobre el recorrido realizado por uno de ellos, el de Cándida, la valoración es clara: «Pues ha sido duro, pero necesario, como todo lo que hago. Tanto Juan [Barcala] como yo seguimos remando en esta aventura por necesidad vital. Hemos aprendido muchas cosas por el camino. Hemos llegado a saber quiénes somos y por qué seguimos aquí, que no es poca cosa. Ahora estamos terminando nuestro nuevo disco que, esperemos, salga para principios del año que viene. A nivel musical hay menos tango, los géneros están muy, muy mezclados. Pero no es que estén enmarañados. Es como si los hubiésemos roto en pedazos y construido las estructuras de las canciones a partir de trozos de aquí y de allí. Es un disco muy geométrico. A nivel de espíritu va a ser muy ‘dicepoliano’, es decir, con letras más oscuras».
Hasta que ese momento llegue, el ahora (al menos en las próximas semanas) es Candi. La intención es que Vuelvo al sur tenga un recorrido constante, firme. Eso sí, tan sólo sobre el escenario. La cantante y compositora valenciana se muestra implacable cuando se le pregunta sobre la opción de grabar tango puro y duro: «No. Siempre he sido muy reticente a grabar tango en estudio. Prefiero emplear ese tiempo en escuchar a Goyeneche o a Edmundo Rivero». El repertorio que desmenuzará el cuarteto, por su parte, será de lo más variado: «La mayoría de los tangos son de los años 30 y 40. Aunque el repertorio abarca desde los años 20 hasta los 80; de Gardel a Piazzolla como se suele decir. Como siempre, he intentado rescatar grandes tangos desconocidos como Después (de Homero Manzi y Hugo Gutiérrez) y no tirar tanto de clásicos», explica.
Para lograrlo, como avanzábamos, Candi se hará acompañar de tres músicos de altura entre los que destaca un David Albelda convertido en parte ineludible del desarrollo profesional de la valenciana: «Gracias él he podido poner en marcha este espectáculo, ya que se ha encargado de la dirección musical y las adaptaciones a este formato. Sin él no lo hubiera podido hacer. Además, nos conocemos musicalmente desde hace muchos años y eso era algo necesario para esta aventura. Como tampoco lo hubiera podido hacer sin el resto de ‘compadrones’, Sergio Sánchez y Adrián González. Son unos fieras. He conseguido llevarlos al lado oscuro (de la clásica al ‘tuco’)», concluye.
Disco de la semana
Oh, germanes! (Mesdemil, 2016)
Carles Chiner es un tipo extremadamente inteligente, que ha conseguido transformar un ambicioso proyecto personal en una suerte de colectividad sonora sin techo, en un tremendo coro gospel que, con este Oh, germanes!, cristaliza en una explosiva ceremonia caótica en su apariencia, pero homogénea en su espíritu global. No ha de ser sencillo lograr lo que Gener ha conseguido con tremendo exorcismo en el que tantos actores consiguen poner sus cualidades al servicio de un mismo fin. Esos actores (y actrices) no son otros que, por una parte, César Castillo, Enric Alepuz, Pasqual Rodrigo y Vicent Todolí; Maria José Peris, Ana Conca y Paloma y Marta Chiner (Las Reina Magas), por otro; Paco Loco (a la producción), y Alberto Beltrán (ayudado por el propio Alepuz), en el diseño.
Todos ellos, como en una de esas misas cantadas en las que la anarquía primera acaba convergiendo, milagrosamente, en gloriosa comunión, son los responsables de haber construido un disco absolutamente brillante, cegador, convertido en un magno homenaje a la figura femenina, la más próxima y familiar, pero también aquella que forma parte de la cultura popular. Si con aquel sorprendente El temps del llop (Mesdemil, 2014), Chiner y los suyos demostraron su pasión por el folk y el blues áspero, ahora el horizonte (lógica evolución) se amplía a otros terrenos como el (mencionado) gospel o el soul (en muchas de sus vertientes). Todo ello, adornado, en ocasiones, de manera casi imperceptible, por unos aires mediterráneos que consiguen convertir, esta criatura, en un vaivén de sensaciones encontradas. Las que son capaces de desprender Convencionals, Bruixa bruixa (Al·leluia) o Les dones. Tan sólo con tratar de imaginar cómo será capaz de superar todo esto Gener en un futuro, uno acaba estremeciéndose.