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César Campoy

Banda sonora

Desfibrilador para el rock and roll

Los Radiadores presentan su último trabajo, Los perros ladraron, este viernes 14 de julio en la sala 16 Toneladas

 

Uno tiene la sensación de que, a este ritmo, Raúl Tamarit, José A. Nova, Sergio Domingo y Vicente Vila están predestinados a ver pasar cadáveres, más o menos exquisitos, mientras ellos, inalterables, siguen conjugando el verbo perdurar. Los Radiadores van tachando estaciones en esa suerte de agridulce via crucis en que se ha convertido una carrera que, disco tras disco, va afianzándose. Los perros ladraron (BonavenaTrilobite), su última criatura, es una nueva-buena muestra de ello. Un arañazo que evidencia, de nuevo, la progresiva evolución de una banda alejada de modas, postureos, nichos y familias.

Pero, vayamos por partes: Los textos. Se evidencia que mejora su factura, y se constata que hay elementos que siguen vigentes: los que retratan, de manera crítica, la sociedad en que vivimos, eso sí, huyendo del lloriqueo facilón y lo manido. Se explica, sin rodeos, el propio Raúl: «No suelo escribir lo primero que se me ocurre; me gusta darle vueltas y mirarlo desde otro prisma e incluso hacer autocrítica. De una misma letra hay, a veces, distintos borradores hasta que doy exactamente con lo que quiero. La línea que separa el punto crítico y punzante, y el rollo panfletario y la demagogia es extremadamente fina. Lo fácil, igual, es arremeter contra todo lo que se menea, pero también hay que mirarse por dentro para darse cuenta de que el comportamiento externo que nos molesta puede incluso estar en nosotros mismos. No soy de lamentarme, soy más de acción. Los lamentos me los guardo para otros momentos más íntimos».

 

Están de suerte. Por Josep Escuin

Están de suerte. Por Josep Escuin

Medirse a las letras de Los Radiadores (del propio Tamarit) supone un curioso ejercicio de sentimientos encontrados. Remiten a referentes de sobra conocidos (de 091 a Parálisis Permanente, pasando por Doctor Divago), pero siempre acaban barnizadas por una suerte de fina capa que dota de personalidad propia al texto y que, en ocasiones, incorpora muescas marca de la casa. Sin ir más lejos, el elemento ‘familiar’. Pasajes que, intuimos, tienen que ver con la rutina diaria de Raúl. Y lo que nos llama la atención es que no suele ser muy habitual que una banda de rock muestre esos episodios tan íntimos: «Sí que es cierto que el concepto de banda de rock tiene un mensaje más genérico en cuanto a musicalidad y textos. En nuestro caso soy yo el que hace las canciones, por lo cual llega un momento en que tengo que sacar lo que llevo dentro, y si es algo personal, pues también. Además, hablamos de un lenguaje universal; no somos únicos con nuestras cosas. Todo el mundo, de una forma u otra, se puede sentir reflejado e identificado. Al principio, igual sí que lo escondía un poco más, pero en este disco he querido ser más pragmático en algunos aspectos; llegaba un momento en que el mensaje me parecía demasiado críptico para trasmitir lo que quería contar. Estamos tan expuestos en las redes sociales que los momentos más personales acaban desvaneciéndose, así que por qué no aplicarlos en una canción».

 

 

¿Un ejemplo claro? Felicidad, una especie de Lucy in the Sky with Diamonds (se dice que Lennon se inspiró en un dibujo de uno de sus hijos para crearla) versión Los Radiadores, además, aderezada con especias que huelen a onírico, a psicodelia: «Desconocía la historia del dibujo del hijo de Lennon, pero lo cierto es que la inspiración la saqué de un dibujo que todavía no se había empezado a crear. En cualquier caso, me gusta que hagas el paralelismo, salvando obviamente las distancias, ya que precisamente hay un guiño a la letra de esa canción en la frase ‘con cielos de purpurina y flores de celofán’ (‘cellophane flowers of yellow and green towering over your head‘). Siempre me han gustado ciertos elementos de la psicodelia (The Byrds, The Doors…), pero realmente no había profundizado demasiado. En los anteriores discos había algún guiño, pero quizá aquí es más patente; al menos es lo que se pretendía, aunque creo que estamos todavía estamos bastante lejos de conseguirlo. También hay un pasaje que está inspirado directamente del Sangri-la de los Kinks».

 

A mí con esas... Por Josep Escuin

A mí con esas… Por Josep Escuin

Efectivamente, andamos desmenuzando parte de la historia del rock, concepto, a estas alturas, prácticamente imposible de delimitar y, casi, definir. Que se lo digan, si no, a Los Radiadores que, prácticamente desde su nacimiento, han tenido que lidiar con uno de los sambenitos más recurrentes del universo musical, esa etiqueta, tan etérea y peculiar, que te define como banda de “rock clásico”: «Totalmente de acuerdo. Es una etiqueta que es como un cajón desastre: todo vale. El rock, per se, ya es clásico. Da igual que la influencia sea americana o el indie de los noventa; lo hagas en castellano, en valenciano o en inglés, la personalidad, a veces, brilla por su ausencia. Y el tratamiento de las letras se ha convertido en algo frívolo, que tiene que estar porque, si no, hablaríamos de temas instrumentales, y quizá se esté dando más importancia a sacar determinado sonido. Está muy bien que hayas conseguido el sonido de Fugazi o de Spacemen 3, pero si lo que me cuentas en los textos es una castaña, y no hay algo de propio, de personalidad, pues ya no tiene mucho sentido seguir. En cualquier caso, no nos molesta en absoluto. Estamos en el siglo XXI y hacemos rock and roll de nuestro tiempo. No creo que sea negativo, son nuestras raíces y creo que es honesto que salgan, y no esconderlas».

 

 

Pues ya que estamos enredados en etiquetas, vayamos un poco más allá. Más en concreto, a otro de los senderos frecuentados por Los Radiadores, verdaderos defensores del denominado, por unos, “rock español” y, por otros, a partir de un término, “rock castizo”, que, por un efecto simplificador, se ha venido relacionando con adjetivos como “chulesco”, “vacilón”… ¿Vamos, poco a poco, corrigiendo esa generalización? «Sí parece que, poco a poco, se van dejando atrás prejuicios, y vamos aceptando que el rock en nuestro país ya ha adquirido unas formas genuinas y un estilo característico, aunque todavía haya gente a la que no le interese, y siga mirando lo anglosajón como fiel reflejo de la realidad musical. Si el rock and roll tiene un aire fronterizo o sureño, pero del sur de Estados Unidos está mucho mejor visto. Ahora, si rebuscas en cosas que hicieron en su momento Los Brincos, Gabinete Caligari o, en los últimos tiempos, Grupo de Expertos SolyNieve, entre otros, ahí llegan los problemas. En el caso de Buddy Holly buscábamos ese punto que tenían Los Brincos y algunos grupos de los sesenta: la españolización del genero como un estilo autóctono. Es, al final, con lo que más me identifico, y sí, lo que se hace en Boston está muy bien, no seré yo quien lo discuta, pero es que conozco a más gente de Almería o de Córdoba, y he estado más veces allí», aclara un Tamarit que asegura que, con el paso del tiempo, la banda ha ido abriéndose más, aunque, imaginamos, también sigue marcándose unas líneas rojas a la hora de idear y desarrollar sus composiciones: «Se trata de saber hasta dónde podemos llegar, y que no se desvirtúe el concepto. No nos gusta el concepto estándar de grupo de rock. La palabra rock and roll se utiliza de una forma tan gratuita que todo lo revolucionario que llegó a ser en épocas pasadas se ha desvirtualizado tanto que ha llegado a convertirse en un concepto más reaccionario que transgresor. En mi caso me gustan los Stones, y cómo rompieron clichés en los sesenta acabando con cánones de décadas anteriores, y Sonic Youth… Pero llega un momento en que se ajustan tanto los patrones que se convierten en algo estándar, porque de ahí parece que no se puede salir. O eres de los unos, o de los otros. En el local de ensayo el disco que más veces sale a la palestra es el Sandinista de los Clash. No es que pretendamos hacer algo parecido, ni de coña, pero sí es cierto que nos atraen las formas con las que los Clash rompieron moldes».

 

El cuarteto, dispuesto. Por Josep Escuin

El cuarteto, dispuesto. Por Josep Escuin

Los perros ladraron, grabado, de nuevo, bajo la batuta de un Dani Cardona («sabe perfectamente como hemos querido sonar en cada momento, y qué es lo que mejor nos sentaba musicalmente»), será presentado este viernes 14 de julio en la sala 16 Toneladas de la capital valenciana. Allí, precedidos de Los Amantes, la banda castellonense liderada por Patrizia Escoin, que mostrará los temas de su Open 24 hours (GatuelaLucinda, 2016), Los Radiadores saltarán al escenario mientras otra de las aventuras en que andan metidos se ultima: un cómic (universo que fascina a uno de los integrantes del combo, Nova, alias El Joven) sobre la banda, a cargo de Domingo Giner: «A Domingo lo conozco desde que éramos niños; vivíamos pared con pared, y siempre ha tenido una gran destreza para el dibujo. Es quien me introdujo en el mundo del grafiti y del rap. Gracias a él descubrí cosas muy interesantes del genero. Y es muy aficionado al cómic, pero nunca ha querido publicar nada. Hace poco me lo crucé y me dijo que estaba haciendo uno sobre Los Radiadores, y que quería publicarlo, y, claro, me alegré mucho. Me contó un poco de qué iba y me gustó. Ya ha publicado alguna cosa en las redes, y está realmente bien. La idea es que el cómic vaya a acompañado de un single. Una de las canciones que se incluirán será Police on muy back, de los Equals, que hace tiempo que la hacemos en directo, y por temática entra en el cómic perfectamente. El Joven es un gran apasionado del cómic; es toda una enciclopedia. Si alguna vez comentamos alguna cosa, siempre acaba dejándonos a la altura de betún. Desde los ochenta, cuando empezó haciendo en Radio Klara un programa sobre el género, siempre ha estado muy relacionado y siempre nos descubre a alguien nuevo. Recibió la noticia con gran entusiasmo».

 
 

El disco de la semana

 

disco-urbaliaUrbàlia Rurana
De tornada a les ribes (Mésdemil, 2017)
Con el inicio de la década de los 90 del siglo pasado nació uno de los proyectos más dignos y sinceros que ha dado el folk valenciano. Desde la publicación de aquel mítico A la banda de migjorn (Tram, 1992), de hecho, Urbàlia Rurana ha venido realizando un impagable trabajo de creación, recuperación y adaptación de los sonidos de la tierra, además, oteando, en distintos parajes del Mediterráneo, simientes en las cuales fijar también el oído y el alma. Es una buena noticia para nuestra música que los de Rom i café vuelvan a demostrar que no sólo son una formación de certeros directos y retornen al estudio (los Tressets Àudio de Algemesí), y un placer comprobar que siguen manteniendo vivo ese afán por escarbar en los surcos de las tierras húmedas de los cuatro puntos cardinales del territorio: de La Plana (las emocionantes Marineries, vigorosas las Seguidilles de Nules) a La Marina (Saloma), La Ribera Alta (Seguidilles de la brisa o la celebérrima Ja ve Cento) y La Vall d’Albaida (la jota L’estudiantina), pasando por Els Ports (Albades d’Hortells, la sobria Corrandes de Villores). Un emocionante viaje aupado con homenajes a sonidos hermanos (hasapikos griegos, tarantelas del Nápoles profundo, el tan reivindicado e intenso klezmer desarrollado por las comunidades judías del Este de Europa), piezas de un valor incalculable (el Panegíric/Eyfonts terribles, a partir de un texto del poeta andalusí, nacido en la Taifa de Dénia, Ibn al-Labbana), y composiciones propias (enérgicas La Vall de les Cordes, Roda i volta y La serp, y festiva hasta más no poder A l’est) que convierten este De tornada a les ribes (título extraído del poema de Marc Granell, aquí musicado, Esbós de xiquet eixint d’escola) en una verdadera loa a una manera de ser y vivir, la mediterránea.

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Sobre el autor

Curioso por naturaleza. Más de media vida escribiendo.


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