“Toda mi gente me dice cosas buenas sobre ti,
cosas tan buenas que no sé si hablan
de la misma chica que yo conocí,
o si hablan de un ente divino enviado por Bon Scott”
La maldición de los planetas, Jordi Cassette (2012)
Posiblemente, el gran Juan Pardo no mostraba tal grado de inspiración compositiva, en lo que a texto se refiere, desde aquel Conversaciones conmigo mismo del 74. Hotel Tobazo (1975) y Calypso Joe (1976) no fueron discos menores, y con aquel Juan, mucho más Juan con el que inauguró la década de los 80, este gallego-balear universal abrió el camino de su enésima era de fervor popular a través de éxitos ineludiblemente pegadizos como aquel picarón No me hables.
No obstante, fue con su segundo disco para Hispavox, del 82, el que da título a nuestro texto de hoy, con el que mostró un incontestable estado de gracia creativo dirigido, sobre todo, a un público que ya tenía controlado y estudiado. Hasta mañana, Hay que ver, No hay porqué, Dame una oportunidad, Estrellas, A la vuelta del jardín, Suspiros de amor, Y ahora qué, y, sobre todo, aquel ¡Bravo por la música! futurista, que en sus actuaciones escenificaba a partir del concurso de un acongojante hombre-robot (hito solo comparable a la coreografía del futuro Caballo de batalla) configuraron un elepé de dignos sonidos y maduros textos.
En ¡Bravo por la música!, Juan conseguía reunir mensajes para todos los protagonistas del hecho creativo y asimilativo (“bravo por los súbditos, bravo por sus árbitros, bravo por los críticos de una canción”), definía perfectamente la pasión que es capaz de despertar tan noble arte en todos nosotros (“con sonidos únicos, juegan con tus ánimos y provocan cambios extremos de humor”), o abría nuestros ojos al hecho de que grandes piezas puedan surgir de algo tan aparentemente simple (“siete notas clásicas forman cualquier clase de combinación”), mientras trataba de definir, en una frase, todo aquello que es capaz de sentir cualquier alma sensible a sinfonías elitistas, riffs caraduras, ritmos industriales machacones o acordes pop: “Serás mi dueña, sin horas, serás mi amante a la vez, porque te quiero señora y te querré”.
Con todo ello, nos atrevemos a llegar a la conclusión de que el gran Pardo no eligió aquel año de manera gratuita para lanzar aquel disco. Según muchas fuentes, fue precisamente aquel 1982 cuando Jack Lang, por entonces ministro de Cultura del Gobierno francés, decidió institucionalizar el 21 de junio como jornada en la que celebrar la Fiesta de la Música. La misma que, en los últimos lustros, ha ido ganando aceptación mundial, pese a que tampoco faltan las voces que sentencian tajantes que no se trata más que de una celebración para consumidores eventuales de acordes y arpegios, y que la reivindicación sonora ha de ser vivida día a día.
El caso es que, durante este fin de semana, gentes y locales varios de estas tierras se unen a esta fiesta sonora. Algunos de ellos, haciendo hincapié en ello. Entre los primeros, las familias de La Viejita Música y la incombustible sala Wah-Wah, con una doble y variada jornada cuya primera parada se producirá este viernes, día 20, con la concurrencia de dos bandas repletas de maestría, a partir de piezas que pueden ser consideradas historia viva de nuestra música más reciente. Cerrarán la noche Perro Muchacho, consistente combo que vive de contundentes adaptaciones de grandes de los 70 como ZZ Top o Patti Smith, sustentado en viejos conocidos de la escena valenciana como Rafa Murcia (Los Tramperos), Sergio Radiador y el gran Vicente Vila ‘Metralla’ (hoy en Los Radiadores, y años ha en leyendas como Scooters). Todos ellos arropan los registros vocales de Bárbara Arwen.
Compartirán escenario con uno de los “retornos” más gratos de esta temporada: El de imprescindibles de los sonidos patrios como José García del Real (Scooters, Los Cangrejos, Tent), David Campillos (Los Canadienses, Tent, Néstor Mir, Trinidad) y José Montoro (Inhibidos Quizas, Tent, Carolina Otero & the Someone Elses), es decir: The Grannies Band. Les acompañarán Rebeca Ibáñez (Uncle Son, Néstor Mir) y Ramón Manzaneda (Individual, The Basement). La formación se subirá a las tablas del Wah-Wah con un magnífico puñado de canciones grabadas bajo el título de 01 The Grannies Band. Una inmejorable excusa para todos aquellos que sigan echando de menos aquella tremenda rabia sonora llamada Tent, y una magnífica noticia para cualquier amante de los acordes que se construyen a partir del sincero homenaje a los grandes de la música. Todo ello, como siempre, bajo el peculiar tamiz creativo y registro vocal del bueno de Pepe García.
Dignísima manera de sumergirse en estas festividades musicales, que en la sala Campoamor concluirán, oficialmente, con el concurso de otras dos formaciones de altura. Los de Desayuno atesoran experiencia y cinco referencias sonoras a sus espaldas, a partir de un pop sencillo, de fácil digestión y sincero. La Hora del Té, por su parte, se han convertido en una de las revelaciones indiscutibles de las últimas temporadas. Su disco homónimo, lanzado a finales de 2013, hizo patente, tanto el buen gusto compositivo de estos amantes del pop, el rock y el folk sentidos, como sus buenas maneras para desarrollar sus incontables referencias. Sin duda, uno de los proyectos a seguir de cerca, y una de nuestras esperanzas sonoras de cara a mirar hacia el horizonte.
Como hacia el futuro gustan de atisbar los organizadores de Distrito 008, cuya cuarta edición desembarca en Extramurs y alrededores durante estos 20, 21 y 22 de junio. Una ambiciosa y plausible aventura a partir de 150 propuestas artísticas en más de medio centenar de espacios: mercados, muestras gastronómicas, exhibiciones de grafitis, mediometrajes, danza, actividades para los más pequeños, teatro… y música, mucha música.
De las 12 horas de sonidos y arte ininterrumpidas en La Llimera, al 18 aniversario de La Edad de Oro (actuación especial de Funked Up), pasando por varias decenas más de citas, o el esperado homenaje a los Ramones en el Loco Club en el que, cuatro décadas después de que naciera una de las bandas de rock más trascendentales de la historia, pisarán las tablas de Erudito Orellana para ofrecerles sus acordes y almas las gentes de Los Radiadores, Crimentales, The Por Ella Rummers y The 89 Pounds. Los primeros ya han anunciado que se atreverán con clásicos como Chinese Rock o I Wanna live, y que otra leyenda musical valenciana, El Bolo (Scooters, Los Nerviosos), compartirá escenario con ellos.
¿Que con esto ya tienen bastante? Pues vamos a intentar ponerles las cosas más difíciles, y a contribuir a que enloquezcan ante tremendas hordas de músicos ansiosas de celebrar que son unos privilegiados por dedicarse a una de las pasiones más reconfortantes que existen. Este mismo viernes (19 horas), Giménez e Hijos y Cándida actuarán en la explanada de la Biblioteca Pública de Valencia. Ese mismo día, Arthur Caravan y Mugroman clausuraran esa encomiable iniciativa llevada a cabo en la sala Matisse, el Cicle Matisos, por el que han pasado una quincena de formaciones de diversa filosofía y espíritu. Los primeros llegan a la capital en uno de los momentos más álgidos de su carrera, tras su sonado éxito en la edición de los últimos Premis Ovidi, mientras que los segundos siguen inmersos en su gira de despedida, tras 12 años de carrera y media docena de referencias musicales editadas. Además, la familia de Munube pretende organizar una buena en Jerusalem Club, a partir del concurso de Soledad Vélez, Tórtel y Delocksley (ganadores del concurso Munube Stage), y de las filigranas a los platos de Los Átomos djs.
Además, un día más tarde, este sábado 21 en la activa Librería Bartleby también han decidido dar gracias a la música reuniendo a un buen puñado (también aquí) de nombres de altura del universo sonoro valenciano de las últimas décadas. Fíjense, que se lanzan a la fiesta con la connivencia de Lanuca, Gilbertástico, Cisco Fran, Doctor Divago y los más que sugestivos Pentatronika.
En definitiva, ¿qué quieren que les digamos? Que bravo por la música, que nos hace mágicos; que bravo por la gente que está en conexión, y que, semana tras semana, no paramos de encontrar razones para seguir invitándoles, de corazón, a consumir cultura y, si es cercana y de calidad, mejor que mejor. Por regla general, no se arrepentirán.