Después del unánime aplauso conseguido con su último disco, La orfebrería según los místicos, Maronda ultima con mimo su próxima aventura sonora
Los Hippy-Loyas es el nombre de un conjunto beat que integraron, a finales de los 60 del siglo pasado, nada más y nada menos que Tony Leblanc, Concha Velasco, Alfredo Landa y Manolo Gómez Bur. Llegaron a publicar un vinilo (cotizado entre cierto sector del coleccionismo), de la mano del sello Belter, que incluía, entre otros, los temas Ama y odia, Love, love, love, y Los negros con las suecas. Todos ellos formaban parte de la banda sonora del filme Una vez al año, ser hippy no hace daño, dirigido por Javier Aguirre en 1969.
El primero, que presentaba a los miembros del grupo y los definía poco menos que como unos antisistema, basaba su estribillo en el eurovisivo La, la, la, del Dúo Dinámico y Massiel. El segundo, una singular (y mítica) mofa de las bandas españolas que, por aquellos años, cantaban en inglés (a través de un acento macarrónico, nuestros protagonistas recitan una letra sin sentido), es la prueba evidente de que la atronadora polémica surgida en la España de los 90 en torno al idioma frecuentado mayoritariamente por el universo indie venía de lejos. Los negros con las suecas, directamente, es una parodia descarada del, evidentemente, Los chicos con las chicas, popularizado por Los Bravos. El cuarteto anda componiendo su hit en la playa. Leblanc plantea una melodía prácticamente calcada a la de la banda liderada por Mike Kennedy, pero en tono menor. Landa le replica con la original, pero Tony le responde: «Eso está muy visto; no se puede tirar uno tan descaradamente a lo comercial». La Velasco sentencia: «Que esto no es para pueblos; es música pop». El resultado final incluye pasajes del estilo: «Los negros a las suecas perseguirán; las suecas a los negros divertirán; todos juntos y unidos se abrazarán». El (más) tradicional Gómez Bur protesta: «No tiene argumento, y las letras de las canciones tienen que contar algo». Tony es tajante: «Ésta es una letra de protesta. Es un grito lanzado contra los convencionalismos burgueses». Evidentemente, Aguirre, siguiendo el texto de José Luis Dibildos y Juan José Alonso Millán, reflejaba de manera, en ocasiones cruel, otras simpática, a veces patética, los clichés que en aquella época llamaban «yeyés». De hecho, el propio Saza ejerce, al más puro estilo Maharishi Mahesh Yogi, de gurú espiritual timador.
Para más inri, el propio Aguirre había sido el encargado de llevar a la gran pantalla, un par de años atrás, las primeras aventuras de los propios Bravos, aquella Los chicos con las chicas que batió récords de taquilla y alaridos. A estas alturas, ignoramos si el realizador renegaba de aquel primer producto, practicaba ese ejercicio de estilo que él mismo denominó ‘Anti-cine’ o (sospechamos que por aquí vendrían las cosas) simplemente trataba de reírse de sí mismo y del mundo.
A buen seguro que, en aquella época, se lo hubiera pasado bien Pablo Maronda. No en cuanto a (falta de) libertades y pensamiento rancio, se entiende. Sino por lo que respecta a la efervescencia musical que se vivía en una península que, por aquellos años, asistía a los últimos coletazos de los grandes grupos pop, y encaraba la siguiente década con la vista puesta en nuevas propuestas: «A finales de los sesenta hay varios focos que me parecen interesantes: por un lado están los hippys del sur de España, que empiezan a calcar el underground americano que entraba en forma de vinilos por la base de Rota, con sonidos parecidos a los que se facturaban en Baleares o Cataluña más cercanos a lo progresivo; y desde luego el beat que hacían todos esos grupos de las matinales del Price, que también tenían un reflejo en la Barcelona sixty. Básicamente (exceptuando Madrid) el rock and roll fue importado en las grandes ciudades portuarias como un soplo de aire fresco en un país constreñido a todos los niveles. Mis grupos favoritos de aquella época son Nuevos Horizontes, Ia & Batiste, Smash, Los Ángeles, Los Brincos, Los Módulos, Los Pasos y las Vainica [Doble], claro».
¿Y con cuál de los cuatro miembros de Los Hippy-Loyas se identificaría más Maronda?: «Me parece una parodia bastante burda, como corresponde a cualquier visión del movimiento hippy hecha en las entrañas mainstream de un régimen fascista; otra cosa es que desde el distanciamiento irónico y tomándola como un artefacto pop efectuemos una lectura benévola (me la he visto media docena de veces), como cuando se relee el TBO o se escuchan las canciones de Los 4 de la Torre. La frase de Tony Leblanc de ‘soy un playboy… pero de izquierdas’ bien podrían recogerla indies del PP, Mongolia o Socialismo y Barbarie con una intencionalidad bien distinta a la de su contexto. Como solía rezar el lema de los Mondo Brutto: ‘cultura bizarra para brutos mecánicos’. Me quedo con él por jeta».
Queríamos pulsar la opinión de Pablo, porque es un tipo de vasta cultura. Devorador empedernido de cine, música y literatura, sus textos y todo aquello que envuelve el proyecto que comparte con el también incansable Marc Greenwood, Maronda (diseño, filosofía, música…), están repletos de vericuetos en los que hay que bucear con calma. Tras aquel El fin del mundo en mapas de 2011, la temporada pasada llegó, como un auténtico ciclón, La orfebrería según los místicos, una magnífica obra pop que recolectaba lo mejor del pasado para ponerlo al día de manera elegante y vistosa. Ahora, el grupo trabaja en su próximo disco que, según comenta, verá la luz a finales de 2014 o principios de 2015, y que se va a grabar, en breve, entre Valencia y Murcia (allí anda Marc montándose un estudio): «Aún no se sabe cuántos temas tendrá, si será la primera parte de otro que sacaremos a continuación, o qué, pero está claro que tenemos muchas canciones para montar un repertorio a la altura o mejor que los dos discos anteriores. Yo hago canciones a lo largo de los años y las grabo y las junto si me parece que pegan; parte de las canciones de La orfebrería… son de ahora, otras se grabaron para el primero y no entraron, y algunas son de hace mucho tiempo, como Arcadia, cuya primera demo data de 2002. El sonido cambiará en la medida en que ahora somos cuatro en directo de manera más o menos estable, y queremos reflejarlo en la grabación. ¿Referencias? Un montón: Sagittarius, The Zombies, Robyn Hitchcock, etc. Aunque esto son guiños, anotaciones al margen, que uso yo a la hora de escribir y pensar según qué arreglos. Eso sí, no va a ser un disco vintage, como tampoco lo fueron los anteriores. El caldo que usamos de base es la receta tradicional, pero tenemos ganas de ‘nouvelle cuisine’. Nunca nos ha interesado reconstruir un sonido que ya vivió su momento, y que está muy bien, sino tomarlo como referente para hacer algo distinto en conexión con el espíritu del tiempo presente».
La recomendación veraniega de la semana: Sones italianos camino de l’Alcúdia
El mago de los sones mediterráneos, Julio Bustamante, tira de maestría para ofrecernos sus opciones estivales
Es uno de nuestros creadores más polivalentes. Desde hace años, vive una especie de tercera juventud a base de constantes reconocimientos y homenajes que, como era de prever, él suele afrontar con esa modestia y ese optimismo que le caracterizan. Conscientes de su sapiencia, le pedimos que nos recomiende algunas joyas sonoras para degustar este verano: «La voce del padrone, de Franco Battiato, editado por EMI en 1981. La música italiana para mí es la más veraniega de todas. Podría recomendar también un buen recopilatorio de temas italianos de los 60: Sergio Endrigo, Mina, Gino Paoli, etc… por la misma razón. Mézclese con música de los primeros Beatles y Beach Boys, añádase granizado de limón con unas gotas de ron… ¡y un toque de Jobim!».
De paso, y sabedores de que nuestro protagonista es uno de los artistas que más y más diversos escenarios ha pisado a lo largo de su dilatada carrera, aprovechamos la ocasión para saber qué artista o grupo valenciano no se perdería, en directo, por nada del mundo, si durante las próximas fechas se cruza con él a lo largo y ancho de nuestro territorio. «Bueno, la verdad es que recomendaría un montón. Los artistas valencianos son de lo más original y creativo del panorama estatal actual. Difícil elegir uno solo. Como una excelente representación sugiero Arthur Caravan, y de solista, a Òscar Briz».
Un día sonó…
Los Top-Son: Cantan Chariot (La Voz de su Amo, 1963)
Dos temas propios y dos versiones para el primer epé de la primera formación de Los Top-Son (la integrada por Baldoví, Castelló y Olivas), sucesora de Los Milos. Impagable, uno de los clásicos valencianos de nuestro rock: El mítico Twist a María Amparo. Editó La Voz de su Amo.
Humo: Humo es humo (Polydor, 1974)
El dúo Humo será recordado, además de por viajar con Nino Bravo en el momento del accidente que costó la vida al gran artista, por ser el proyecto auspiciado por el de Aielo de Malferit, que convenció a Polydor para lanzarlos. Un único sencillo fue el resultado de aquella aventura.
Comité Cisne: El final del mar (Intermitente, 1987)
Bajo la marca Intermitente, una de las formaciones con más solera de nuestro rock (Goñi, Carreres, Macías) se desmarcó con un mini elepé que venía a confirmar las infinitas posibilidades de un proyecto repleto de ambiciones sonoras pocas veces vistas por estas contornadas: Licor, Ana Frank…
Malconsejo: Una hora sin televisión (Rock Indiana, 1997)
Herederos de la mejor vertiente del castellonense Miguel Ángel Villanueva, Santi Campos y los suyos conformaron una emocionante aventura repleta de guitarras brillantes, letras sentidas e inapelables piezas pop: Hablando con la pared, Uh la-la-la. Un verdadero tratado de elegancia.
La Habitación Roja: Radio (GEEM-Astro, 2001)
Para quien todavía no confiaba en sus posibilidades, Radio, editado por Grabaciones en el Mar y Astro se convirtió en la prueba definitiva de que los de l’Eliana estaban a punto de convertirse en lo que son: Una de las mejores bandas de pop de nuestra historia. Un día perfecto, grandiosa.
Mox Nox: Damnatio Memoriae (Autoedición, 2013)
Los de la Marina se convirtieron en una de las sorpresas de la temporada con un magnífico disco de debut, autoeditado, repleto de distorsiones y melodías que deambulan entre lo luminoso y lo tenebroso. Reminiscencias de lo mejor del noise de los 80.