Sokolov, o lo que es lo mismo, Mireia Pérez y Assad Kassab, sigue recubriendo sus sugerentes melodías de una elegante provocación
Existen muchas maneras de tratar de desmarcarse del resto, de llamar la atención en un universo, el musical, saturadísimo (dirían unos), tremendamente vivo (asegurarían otros). Mireia Pérez y Assad Kassab llevan varios años tratando de hacerlo desde la provocación; pero no vía gratuita, sino embadurnándola de un sugerente y llamativo componente visual, de un peculiar halo artístico que va mucho más allá de lo meramente textual y sonoro («procuramos dar el 100 % tanto en lo sonoro como en lo plástico; ambos aspectos son inseparables»). La cuidadísima escenificación de sus sesiones fotográficas, así como el dignísimo diseño de las carpetas de sus discos, han acabado por crear una imagen de llamativa elegancia en torno a un proyecto, el de Sokolov, que estrena nueva criatura (la tercera, tras La merienda campestre y Embeleso), una Señoras que fuman repleta de una mala leche que es repartida, a diestro y siniestro, eso sí, perfumada a base de esencias sangrantes pero distinguidas.
Lo apreciamos en temas como Erudito (‘no quiero que me cuentes qué te parece Winston Clark, no me interesa Olmond ni Shödar‘), Escenario principal (‘vais a tocar en mi festival, me encanta vuestro formato, es original‘), Qué asco me das (‘haces performances, te gusta tomar el pelo a las personas que te pagan una entrada‘). Mamporros varios ante circunstancias más o menos habituales de la vida: «Afrontamos nuestras canciones tal y como vienen: a veces con muy mala leche y otras con mucho amor, aunque resulta difícil separar ambas cosas. No es algo premeditado, sale así. En este disco todo huele a ajuste de cuentas. Para el próximo… ¿quién sabe?», asegura este dúo, convencido de que la progresión, en cuanto a textos, en este trabajo, se ha desarrollado acorde con la lograda en lo sonoro: «Sin duda, puesto que las letras de este disco son lo que hemos querido que sean. Si tuviéramos a la Filarmónica de Berlín a nuestra disposición, apostaríamos por las mismas. Cada palabra, cada frase o cada oración es una decisión tomada y meditada, inseparable de la música que la sustenta».
Tal maremagno de punzadas sonoras, visuales y textuales, ha vuelto a ser registrado en Pandemonium Studios, con la connivencia de un Uve Martínez convertido, definitivamente, en un tentáculo más de un proyecto que genera tanto simpatías, como recelos: «Uve es nuestro productor y tercera pieza de Sokolov. Con él definimos el sonido, estudiamos cada arreglo. Él nos conoce como nadie, forma parte de nuestro universo vital y artístico. Siempre nos ha dado lo mejor de sí mismo y su implicación ha sido total. De él siempre esperamos su maestría y pasión», sentencian Mireia y Assad, mientras afilan sus uñas de cara al concierto del próximo 27 de mayo en el Loco Club (junto a Salfumán). Allí, a buen seguro, Sokolov desplegará, de nuevo, su manto desafiante, no sabemos si consciente de los peligros que puede entrañar vivir constantemente en la provocación. ¿Hasta qué punto condiciona y obliga esa etiqueta? «No nos condiciona en ningún sentido. No nos sentimos obligados a nada. La provocación nunca es una premisa a la hora de abordar un proyecto. Componemos canciones de una manera libre y sin condicionantes. Creemos que el peligro va intrínseco en toda manifestación artística. Aun así, reconocemos que nuestras canciones pueden despertar en el público hostilidad. Somos conscientes, pero también puede que ocurra lo contrario y por eso estamos aquí, para seguir haciendo lo que nos apetezca, de la manera que nos nazca, igual que el público debe ser libre de opinar lo que quiera».
Posiblemente, en toda esta manera tan personal y, hasta cierto punto diferenciada, de abordar el arte, algo tendrá que ver el hecho de que la esencia de Sokolov surja a partir de una actriz y un artista plástico que deciden enfocar su pasión creativa hacia la música: «En toda medida. Es absolutamente inevitable. Lo que somos es lo que damos», afirman, orgullosos del resultado final de unos derroteros sonoros que, tras ganar en cuerpo, siguen oscilando entre la rabia vestida de seda, el pop delicado, la psicodelia o ligeras brisas orientales. Vamos, que perdura y se asienta la imagen de marca. En este punto del camino, ¿resulta más complicado evolucionar o mostrar una vena más descarada en el aspecto textual que en el musical? «El paso del tiempo es el responsable de que todo se vaya transformando en todos los aspectos, y nosotros lo hacemos con él. Evolución o involución son aspectos que deben juzgar otros. Nosotros lo vivimos desde dentro, de una manera natural».
Los discos de la semana
L’amor fora de mapa (Mésdemil, 2016)
La referencia número 100 de Mésdemil, ignoramos si consciente o inconscientemente, se ha convertido en una de las más ambiciosas y brillantes de su variado catálogo, surgida (fusionada, mejor dicho) a partir de la última novela de Roc Casagran, editada por Sembra Llibres. Siguiendo una ruta que se inicia en tierras alicantinas, Mireia Vives y Borja Penalba han dotado de melodías inspiradas en diversos vientos (ora, de poniente, ora, de levante) a unas letras que adaptan los poemas que salpican el L’amor fora de mapa del de Sabadell. Ayudados por un equipo de altura entre los que encontramos a Edu Olmedo o Pau Chafer, el dúo ha conseguido imaginar, inspirado por dos universos tan opuestos como son los de Les Garrigues y Benicalap, ambientaciones musicales variadas cuyos caminos, no obstante, acaban coincidiendo en una belleza artística que huele a sinceridad.
Mil pulmons (Autoeditado, 2016)
Mil pulmons es algo más que el tercer trabajo de Mai Mai. Representa una suerte de renacimiento del trío, a base de guitarras corajudas, coronado por un tema, el que da título a este epé, convertido en futuro himno del grupo. Toda una declaración de intenciones que, en la grabación, ha contado con la connivencia de Carles Caselles (Smoking Souls), y, en la realización del vídeo-clip (escenificado en las instalaciones de RTVV), con la de varias de las figuras representativas de nuestra música. Intensidad sonora repleta de garra que abraza unos textos que hablan de los difíciles retos que tendrán que afrontar (y protagonizar) las nuevas generaciones, pero también de esperanza.