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César Campoy

Banda sonora

Disfrutando al ir con todo

Desde la mesa de mezclas de sus estudios Sountess, Pablo Peiró se ha convertido en una referencia para toda una generación

 

Si, algún día, todo el maremagno que rodea a la música valenciana consigue asentarse en una esfera de normalidad, digamos, básica, en la que cada engranaje de la maquinaria cumple su función como mandan los cánones. Si, algún día, la cultura sonora de esta tierra logra formar parte ineludible del día a día de esta sociedad, a Pablo Peiró las masas le rendirán tributo por varios motivos. En primer lugar, por haber ideado, junto a Marcos Junquera y José Guerrero, una de las bandas más trascendentales que ha dado nuestra música en muchos lustros, Betunizer. Y, en segundo, por haber creado, desde sus estudios Sountess, un sonido definido, recubierto de una filosofía que huele a independencia, a resistencia, a inconformismo. Por allí han pasado decenas de combos que, pretendiéndolo o no, han acabado por conformar una especie de corriente cultural autóctona con denominación de origen que, en la mayoría de los casos, suena como una bofetada de advertencia en la mejilla del oyente.

 

Pablo, melómano

Los propios Betunizer, Jupiter Lion, Cuello, Capaje, Teletexto, Césped de Verdad, Carmonas, Negro, Acapvlco, Antiguo Régimen, Flipping Colors, Cigüeña… Sí, en estas lindes hace tiempo que viene pasando algo: «Valencia es una ciudad curiosa, que ha generado y genera muchísima música. Sólo veo un problema constante: No hay facilidades para que las bandas toquen; es decir, no hay facilidades para que los locales oferten música en directo sin sanciones administrativas. Valencia saca pecho de la larga tradición musical pero reprime algo tan necesario como locales que muestren otro tipo de música que no sea acústica. Hay que ser más tolerante. Y eso hay que trabajarlo todavía mucho. Así que la conclusión es que sería infinitamente mejor si se dieran unas facilidades mínimas y la gente no tuviera que desperdiciar tanta energía para hacer algo tan básico como tratar de tocar en directo. Y nada cambiará mientras la ciudad trate así a sus músicos. Pocos somos a los que todavía se nos pierde algo por aquí, superados los treinta y dedicándonos a este sector», sentencia, seguro.

Dejando las cosas claras desde el principio, Pablo aclara que no se siente productor: «Trato de plasmar la esencia del grupo en algo tan limitado como es un audio estéreo. Mi papel es mas bien la de técnico de sonido, que no es poco. Creo, con todo respeto, que el título de productor se utiliza muy a la ligera, ya que es un papel al alcance de muy poca gente. Los conocimientos que hay que tener de armonía (melodía musical) y de ingeniería de sonido (técnica de grabación sonora) son poca broma», afirma, mientras, echando la vista atrás, añade que no recuerda el momento exacto en el cual decidió ponerse delante de la mesa de mezclas: «Se podría decir que mi formación la vivo de manera progresiva desde que me interesé por la música. Hoy por hoy, mi tiempo lo divido entre Sountess y Betunizer. Lo que aprendo recorriendo mundo con Betunizer es muy enriquecedor para mi día a día en Sountess».

 

 

Consciente de todas y cada una de las grabaciones en las que ha intervenido («demasiadas horas pensando en cómo transmitir la esencia de las bandas»), Peiró está convencido de que este trabajo exige mucha dedicación y paciencia («es muy duro psicológicamente, toda grabación ha tenido su particular quebradero de cabeza»). Paciencia y convivencia que, como comprenderán, dependerá de la relación establecida entre ambas partes. Porque, ¿debería ser el productor quien dirigiera por completo el proyecto en el que se embarque, y que el artista delegara en él, o debería de ponerse al completo servicio de dicho artista? «Si lo que quieres es un productor, debes relegar en él todo el peso del trabajo, porque un productor es el equivalente a un director de cine. Hay que dar por hecho que si buscas un productor es porque buscas un resultado muy específico, que ya ha reflejado en otros discos. Pero la realidad es que, de partida, debes ponerte al servicio de la banda. El papel del técnico de sonido es el de plasmar, lo que tiene la banda en la cabeza, en una pista estéreo».

 

Betunizer, por Josu Kuro

Todo ello teniendo muy en cuenta, imaginamos, el nivel de conocimientos del artista: «Efectivamente. Hay que saber leer cuándo una banda necesita una respuesta o decisión para seguir avanzando en el proceso. A mí me gusta enseñar a la gente cómo funciona el mundo de la grabación, tumbar mitos y proporcionar una pauta de trabajo sencilla. Esto es necesario para que el músico vaya mejorando disco a disco. El ensayo es una disciplina, el directo otra y el estudio, la más difícil y exigente. Por mucho que hayas ensayado no significa que vayas a hacer un buen directo. Por mucho que hayas tocado en directo no significa que vayas a grabar un buen disco. Es la disciplina más exigente y desagradecida de la música porque se puede perder la esencia de la banda muy fácilmente». Cristalino, ¿no creen? Porque, pese a lo lúcido de sus afirmaciones, y aunque no lo crean, Pablo vive inmerso en una suerte de locura, la impuesta por la necesidad de enfrentarse, cada cierto tiempo a la aventura de meter en el estudio a su propia banda. Palabras mayores: «Te enfrentas a la inseguridad tú solo, sin nadie que te oriente ni apoye. Eso no mola nada, aunque la libertad de tiempos que tienes es total. Pero hay que tenerlo muy claro para no diluirse en continuas pruebas que hacen perder la perspectiva de lo que se quiere».

 

Música es felicidad

Partidario de crear un entorno de trabajo tranquilo y positivo, en el cual el músico no adivine el más mínimo atisbo de conflicto («el arte y la tensión no casan para nada»), se considera «un obseso del hercio». El resto de la humanidad, además, le considera, junto a sus dos compañeros de fatigas, el responsable de haber creado una máquina totalmente adictiva (sí, Betunizer). Él ríe cuando surge el tema: «No sé si crea adicción el hecho de que la frase ‘mi uno no es tu uno’ fuera la mas repetida al principio de la banda. Tenemos puntos diferentes de vista de un mismo ritmo, eso crea riqueza en su conjunto. Y eso, sumado a estructuras de canción sencillas, puede resultar poco cargante y atractivo para el oyente. Lo de la adicción habría que hablarlo mejor con un psicólogo; saben mejor que yo de esas cosas».

 

Tres discos históricos (según Pablo Peiró)

 

Astor Piazzolla

La Camorra (American Clave, 1989)

«Este disco suena increíble. Está grabado en directo. La profundidad que tiene y la dulzura que le proporciona haber sido registrado en cinta son maravillosas».

 

Rapoon

The Fires Of The Borderlands (Relapse, 1998)

«Dark Ambient en toda regla, sólo que con una densidad de capas abismal. La textura del sonido es como un masaje cerebral. Estuve durmiendo durante año y medio todos los santos días con este disco. No va de coña».

 

Neurosis

Times of Grace (Relapse, 1999)

«Éste y el Grace de Tribes of Neurot puestos a la vez, en plan cuadrafónico. Estos discos hay que ponerlos a la vez, enfrentando dos equipos de sonido y escuchándolo como si fuera una grabación cuadrafónica. Como produjo Steve Albini, en cuanto a sonido es un referente para mí. Lo de la gente de Neurosis y Tribes of Neurot (que son los mismos) no tiene igual. En estado de gracia total».

 

 

Los discos de la semana

 

Ona nua

Un gat i l’home al seu costat (Mésdemil, 2016)

Inmerso en la anhelada (por tantos) calma que te confiere disfrutar de la vida con las prisas justas y necesarias, Josep Pérez ha tenido tiempo para cincelar con cuidado y mucho sentimiento su primer trabajo en solitario después de alguna que otra aventura compartida, y tras formar parte de universos tan edificantes como los de Òscar Briz, Néstor Mont, Aljub o dELADO. Ha jugado con ventaja Pérez. Su experiencia y el tiempo empleado han demostrado ser cruciales para que una colcha tejida mientras navegaba en tres universos (mediterráneo, norteamericano y africano) se muestre blanca y radiante, generosa y delicada, íntima y sincera. Y con tanta ventaja ha jugado Josep, que, evidentemente, ha recogido, de entre las flores de azahar y las ramas de nogal (vía perlas del estilo de L’olor de les tomaques), uno de los discos más preciosos que han brotado del fértil árbol de la música valenciana.

 

Artychokes

Democracy lives in ecstasy (Autoeditado, 2016)

Tras aquel The truth is there, in that box, Vicente Delhom y Sergio Sorace han visitado de nuevo los Estudios Black Elephant para diseñar un sencillo compuesto por dos temas, que, siguiendo someramente las premisas de aquel trabajo, tratan de mostrar la amplitud de miras de un proyecto que, en próximas entregas, debería concretar definitivamente su senda. Mientras tanto, y en esta ocasión, parecen haber desterrado antiguos sonidos de esencia más ambiental, para centrarse en su vena más abruptamente guitarrera. Lo atestigua un Democracy lives in ecstasy que da paso a una grave revisión del psicodélico Girl from New York de Billy Nicholls.

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Sobre el autor

Curioso por naturaleza. Más de media vida escribiendo.


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