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César Campoy

Banda sonora

Todo comenzó en Sarajevo

Gilbertástico estrena ‘Gavrilo’, la primera parte de un ambicioso proyecto basado en un musical sobre la Gran Guerra

 

De manera absolutamente enigmática, la fecha del 28 de junio está grabada, a sangre y miel, en el devenir de Yugoslavia, en particular; de los Balcanes, en general, y de buena parte del planeta, prácticamente, por obligación. Aquel mismo día, en 1389, en el kosovar Campo de los Mirlos, las tropas cristianas comandadas por el príncipe Lazar eran derrotadas por las otomanas del sultán Murad I. Se abría, para el imaginario serbio, un hecho histórico convertido en leyenda y motivo de reivindicación nacional, como recordó el propio Slobodan Milošević, justo 600 años después, sobre aquella misma campa, en un discurso que está considerado una más de las chispas que prendieron la mecha de las diferentes guerras yugoslavas de los 90 del siglo XX, que dieron al traste con el estado ideado y mantenido por un Tito que, otro 28 de junio (en este caso, de 1948), encajó, tras su expulsión de la Kominform, uno de los envites más fuertes de un Stalin que acabó fracasando en su empeño de derrocar a aquel díscolo mariscal.

Un 28 de junio de 1921 (faltaría más) se había aprobado la constitución más ambiciosa de la primera Yugoslavia. Exactamente 80 años después, el círculo se cerraba con la entrega del propio Milošević al Tribunal Penal Internacional de La Haya. En medio de todo este maremagno histórico, efectivamente, un suceso trascendental, rodeado, eso sí, de cierto componente cómico, servía como excusa para que el gobierno austrohúngaro lanzara un ultimátum al serbio. Como adivinarán, todo aquello desembocó en la primera gran guerra mundial. El 28 de junio de 1914, varios miembros del grupo nacionalista Joven Bosnia llevaban a cabo, en Sarajevo, uno de los magnicidios más rocambolescos y chapuceros de la historia, a partir de una sucesión de hechos increíblemente patética, que finalizó con el asesinato, por parte de un pobre diablo llamado Gavrilo Princip, de, nada más y nada menos que el archiduque Francisco Fernando de Austria y su esposa, Sofía Chotek.

 

Gilbertástico, por Sabina Pascual

Hace unos días, más exactamente (lo adivinaron) el 28 de junio de 2016, el artista valenciano Gilbertástico hacía pública la primera entrega de una ambiciosa obra sonora titulada 14-18, una suerte de «electrópera-rock» en tres capítulos sobre la Gran Guerra. Para cuajarla, el músico valenciano ha contado con la colaboración de Dani Cardona, en asuntos musicales, y de Lucilda Velasco, en el arte gráfico: «Todo empezó cuando me aficioné a escuchar podcasts por las noches. La historia me gusta como hobby en general y estoy suscrito a alguna revista, así que pensé en buscar algún programa del tema y encontré mogollón de cosas. Entre todas ellas estaban los Pasajes de la historia, una sección de La Rosa de los Vientos que hizo Juan Antonio Cebrián hasta su fallecimiento en 2007. Me quedé fascinado y los escuché todos, pero especialmente me gustaron los dedicados al Barón Rojo y a la muerte de la familia Romanov. El contexto de estas dos historias es la Primera Guerra Mundial y vi que era un hecho prácticamente desconocido para mí en comparación con la Segunda, y quise ahondar un poco más. A cada paso que daba más me gustaba. Vicente Maicas, el dueño de Discos Epicúreos, tiene parte de culpa, porque él me animó mucho, sobre todo al principio, cuando esto era sólo una idea en mi cabeza, y en parte gracias a él me decidí a darle la forma definitiva: haría mi propio Pasaje de la historia pero, en vez de radio, sería melódico, de canción musical, que al fin y al cabo es un género en el que me siento muy cómodo y que me da más vidilla que la canción ‘normal’. Aparte de esto, la Gran Guerra es un cambio histórico sin precedentes, es el principio y final de muchas cosas. Hoy día quedan muchísimos flecos abiertos todavía, 100 años después. Creo que bucear en ello te ayuda a comprender el presente y el pasado inmediato de una forma más clara», asegura Gilbertástico.

 

 

Para embarcarse en tan ambiciosa aventura, el músico valenciano, uno de los seres más peculiares que ha dado nuestra escena en los últimos lustros, decidió sumergirse en un trabajo de investigación y documentación apoyado en diversas referencias bibliográficas (sin ir más lejos, La paga de los soldados, de William Faulkner) y audiovisuales. Todas ellas le llevaron a decidirse por titular la primera de las entregas Gavrilo: «Pese a que su protagonismo es fruto de la casualidad, su pensamiento y sus ideas fueron siempre muy claras y las llevó hasta el extremo que ya conocemos, morir en una cárcel maltratado y tísico. Era uno de los ‘peones’ de la organización, pero precisamente por eso era uno de los que perseguía el objetivo puro en esencia: liberar a su pueblo y a sus hermanos eslavos, más allá de intereses personales o de poder futuros. Después, las declaraciones de Gavrilo en el juicio ya me inclinaron totalmente a su favor. Tenía 17 años, por eso no pudieron condenarlo a muerte. ¡Era un chaval! Había que homenajearlo de alguna forma».

El desarrollo de los acontecimientos de aquel 28 de junio es, como apuntábamos, propio de una película de Berlanga. La sucesión de los hechos es, incluso, cómica, repleta de pifias y situaciones absurdas que, no obstante, el gran público desconoce: «Sí, los hechos son accesibles, pero no muy conocidos porque la magnitud e iconografía de la Segunda Guerra Mundial hace mucha sombra a la Primera. De todas formas empiezo a pensar que si la historia pone como inicio de la Gran Guerra el atentado de Sarajevo es porque, a lo mejor, explicar el complicado entramado de odios ancestrales entre las potencias europeas, constantemente en guerra desde hace siglos, resulta complicado, pero yo lo veo así: Gavrilo simplemente tropezó con la bola de nieve que otros llevaban tanto tiempo amasando».

 

Gavrilo, custodiado tras el magnicidio

El estilo musical desarrollado en 14-18 se identifica con la filosofía más rococó de Gilbertástico, pero también con otras posibles influencias como la de óperas rock del estilo de Jesucristo Superstar, que tan bien conoce el artista. ¿Cómo se fue gestando el cuerpo musical de la obra? «El modus operandi era ir sacando piececillas de piano e ir juntándolas, pero intentando sorprenderme un poco. La verdad es que sí, he seguido un poco algunos recursos ‘superstarianos’, pero adaptados a un sonido más electro-barroco en la línea de lo que podría ser Battiato o el Mike Oldfield de Incantations. Y en el fondo de todo siempre están mis adorados Gorky’s Zygotic Mynci, menos visibles en este trabajo».

Llama la atención, por otra parte, el papel jugado por unos textos que se convierten en una especie de narración de los hechos, repleta de datos históricos (acompaña, incluso, una detallada guía de escucha): «El texto lo adapté a la música, y de hecho tuve que quitar bastantes párrafos que estaban en una versión inicial, pero era bastante insufrible por lo denso del asunto. El reto era saber qué contar, cómo organizarlo y cómo hacer algo que no fuera una absoluta simpleza y al mismo tiempo que no estuviera en exceso codificado. Algunas de las frases están extraídas de citas históricas, pero adaptadas a la música y a la rima. El título de la segunda canción El infierno es demasiado bueno para los hunos era una pancarta que llevaban soldados ingleses en una de las marchas prebélicas. Se trataba de hacer canción a partir de la historia, y la canción, como tal, tiene otro lenguaje diferente al académico, así que había que adaptar el discurso, y la verdad es que fue divertido, porque cuando quieras puedes hacer de narrador o poner en boca de uno de los personajes la siguiente frase, adquiriendo así mucho más significado», asegura.

 

 

Como hemos apuntado, a Gavrilo le seguirán otras dos entregas. La primera de ellas, a principios de otoño y, la última, ya con la edición física, de cara a Navidad: «El siguiente capítulo se centra en Manfred Von Richthofen, el Barón Rojo, y en otros aspectos de la guerra generales. Sí que te puedo avanzar que no es un musical autoconcluyente, con principio y final; es como una novela cruzada en la que los capítulos son independientes pero se complementan».

Durante todo el verano, Gilbertástico irá mostrando los entresijos de 14-18 en diversas plazas valencianas y madrileñas. A medida que la criatura vaya creciendo, su puesta en escena también lo irá haciendo: «De momento estoy haciendo premieres en las que explico un poco la obra y la toco con apenas el piano y las bases rítmicas. Más adelante entrarán las proyecciones y la versión con cantantes de apoyo, pero vamos, el objetivo es más hacer un disco musical y dejar la interpretación a la cabeza de la gente, pues así es como yo escuché la mayoría de musicales, sin imagen, y la sensación es diferente a la visual», sentencia.

Aquella Gran Guerra finalizó, oficialmente, el 11 de noviembre de 1918. Unos meses después, ya entrado 1919, se firmaba el Tratado de Versalles. ¿Adivinan qué día?

 

 

El disco de la semana

 

Xaluq

Empelt (Mésdemil, 2016)

En apenas dos años, las gentes de Xaluq han conseguido armar un proyecto sólido, que suena tremendamente auténtico, y que en cualquier país que honrara a sus músicos estaría llamado a figurar como una de las opciones con más posibilidades de convertirse en digno representante de los sonidos tradicionales actualizados y arreglados desde el respeto más absoluto. Todo surgió con aquella ensoñadora recreación de la Malaguenya de Barxeta, ideada por Sandra Monfort y Toni Fort. Afortunadamente, ambos decidieron continuar esa senda de recuperación de la herencia melódica de la tierra, y unieron a sus esfuerzos el buen hacer de un grupo de amigos (todos, dignos intérpretes), y los consejos de elementos básicos de nuestra cultura como Miquel Gil o Pep Gimeno ‘Botifarra’. No obstante, y seguramente en honor al nombre del proyecto, Xaluq va más allá de la mera influencia de esencia valenciana. Así es la idiosincrasia autóctona, tan variada e impregnada por todos aquellos olores que los vientos nos han servido, a lo largo de los siglos, provenientes de todos los rincones del Mediterráneo. Por eso, tal vez, también en este Empelt se advierten evidentes aromas orientales y otros que perfuman de esencia árabe e, incluso, flamenca, un compendio de sabiduría rescatada (muy loable la labor de investigación), con la connivencia de eminencias como Eliseo Parra o Xavi Lozano.

Un trabajo, en definitiva, que merecería figurar en cualquier lista internacional de la denominada World Music, una etiqueta, en la mayoría de ocasiones, demasiado impersonal, pero que, como en este caso, abriga propuestas que, desde la raíz y lo sentido como profundamente propio, son capaces de fabricar manjares que deberían ser degustados por espíritus sensibles de todo el planeta.

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Sobre el autor

Curioso por naturaleza. Más de media vida escribiendo.


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