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César Campoy

Banda sonora

Recuperados de la resaca

Doctor Divago regresa a la sala Wah-Wah tras casi año y medio sin pisar un escenario en Valencia

 

Más de un año llevaban Doctor Divago sin subirse a un escenario en Valencia. La agenda de la banda estuvo reservada, en 2014 y 2015, a la celebración de sus 25 años de carrera: disco, libro, documental, gira… Con aquella vorágine y con aquella resaca hizo el amor el grupo hasta caer desfallecido: «Fueron meses intensos y agotadores, con varias celebraciones y acontecimientos. Hubo cosas muy gratificantes, como la publicación del libro de Mariano López y la del documental de Rubén Soler, hacer Los Conciertos de Radio 3 de nuevo, nuestro recopilatorio Especial de la casa… Las fiestas de aniversario fueron emotivas y estimulantes, y pudimos realizar una gira por distintas ciudades en unas condiciones un poco más dignas de lo habitual, ya que la AIE, después de muuuchos años de presentar nuestra candidatura, nos incluyó en su programa Artistas en Ruta», recuerda Manolo Bertrán, vocalista, guitarrista y alma mater del proyecto.

 

Sin reproches, por Jorge Bellver.

Ahora, invitados por una de las salas de concierto de referencia de la capital valenciana, Wah-Wah, lugar frecuentado por el quinteto en infinidad de ocasiones, y con motivo de otra celebración (los 16 años de existencia del local), Doctor Divago vuelven a pisar las tablas (el 18 de noviembre) tras ese periodo de descanso: «Sí, bueno, la efémeride estaba sobradamente celebrada, no había ningún disco nuevo que presentar y, para nosotros, lo lógico en estos casos es retirarse de la exposición pública constante para poder concentrarse en un nuevo trabajo». En todo este tiempo, no obstante, la banda ha seguido trabajando pensando en el futuro: «Creo que hubo dos o tres semanas de descanso después del fin de gira, y enseguida nos pusimos con una canción nueva. Luego, paramos dos o tres semanas cuando nació mi hijo, en junio de este año. Ésos han sido los únicos paréntesis. El resto del tiempo hemos estado ensayando todas las semanas con mayor o menor intensidad, preparando canciones nuevas, sin ninguna prisa, pero de forma constante», aclara Bertrán.

 

 

En esta ciudad, tan limitada musicalmente en algunos aspectos, y en la que algunas bandas de la tierra optan por actuar varias veces por temporada, pese a que haya quien asegura que Valencia no es capaz de digerir tanta actividad sonora, acaba resultando difícil tomar la decisión de desaparecer de las tablas durante un espacio prolongado de tiempo. Manolo y los suyos tienen su teoría: «Para nosotros, una vez al año en Valencia es más que suficiente. Es preciso que el público ‘haga gana’, dosificarse y no saturar. La última en Valencia fue en junio de 2015, hace casi año y medio. Creo que, para un grupo veterano, tiene que ser así. Si existe alguna ocasión que merezca la pena, como ahora la de Wah-Wah y su aniversario, adelante. Pero creo que no se debe torrar al público, aunque también entiendo que hay gente que está empezando, se está fogueando y se tiene que dejar ver. Nosotros también lo hicimos en su momento», explica el líder de Doctor Divago mientras razona sobre cómo ha ido modificándose, prácticamente sin que nos hayamos dado cuenta, la percepción del paso del tiempo que tenemos los humanos: «No sé si ha cambiado la percepción sobre los grupos o su trabajo, porque a nosotros, en 1996, con dos o tres discos ya se nos consideraba un grupo veterano, y ahora creo que eso no pasa, que todavía se les considera promesas. Quiero decir que ahora parece que esa fase de ‘estar empezando’ se extiende muchísimo más y quizá provoca, de alguna forma, que grupos con varios discos sientan la necesidad de tocar todas las semanas en cualquier garito. Seguramente, esto tiene que ver también con el valor que damos actualmente a un trabajo larga duración, que creo que ha sufrido una progresiva devaluación de 20 años a esta parte».

 

La banda huele a felicidad, por Jorge Bellver.

Devaluación que, por otra parte, convive con cierta sensación de euforia con respecto al momento creativo que vive la escena valenciana: infinidad de bandas, grabaciones, eventos culturales, festivales…: «Es muy interesante que haya movimiento, desde luego. No sé si son demasiados eventos, pero quizá falta algo de coordinación, reflexión o trabajo en esas ofertas que se hacen, incluso por parte de los propios grupos, para conseguir una media de público razonable que justifique esa efervescencia. No veo que los músicos nos estemos haciendo más visibles, no; mucho menos nuestras obras. Hay demasiados festivales y saraos pretendidamente musicales que utilizan la música más como un pretexto que otra cosa, pero esto no es nuevo tampoco».

 

 

Mientras tanto, Doctor Divago, camino ya de sus tres décadas de existencia, camina firme, como el hombre tranquilo, y ya piensa en su próximo trabajo discográfico: «Hay ya material para un disco nuevo completo de 10/11 canciones, la mayoría bastante avanzadas en el proceso de arreglos. En el concierto de Wah-Wah adelantaremos algunas de ellas. Respecto a los derroteros, cuando salen los discos la gente suele ser más hábil que nosotros para calificar las canciones. Nosotros sólo podemos decir que son canciones de Doctor Divago, fieles a nuestro espíritu y que, como siempre, nos han traído sensaciones nuevas en estos meses de trabajo. Seguimos cocinando a fuego lento. Hay que ir probando el guiso para comprobar cuándo está en su punto. Saldrá en 2017», confiesa Bertrán.

 

Wah-Wah celebra sus 16 años de directos

Convertida, durante muchos años, en uno de los centros neurálgicos de la escena valenciana (también lo fue antes, bajo la marca Sonora), la sala de la calle Campoamor de la capital valenciana sigue resistiendo los envites que estos tiempos frenéticos vienen brindado al universo musical. Durante noviembre, el local celebra su 16 aniversario con citas tan destacadas como las de Corizonas (días 11 y 12), Tórtel y Malva-Rosa (17), Triángulo de Amor Bizarro (19), Kakkmaddafakka (24) o Arco (26).

 

 

Disco de la semana

 

Badlands

Handmade pieces (Autoeditado, 2016)

Inmersos en una vorágine compositiva y productiva, las gentes de Badlands han mostrado, desde su nacimiento y, más en concreto, en la última temporada, una increíble energía que les ha llevado, de unos meses para acá, a consagrarse como una de las grandes esperanzas sonoras de la escena valenciana, además, impulsados por un vistoso y efectista directo. Tras el cierre de su trilogía de epés, a partir del más que correcto Howl, May Ibáñez y los suyos decidieron entrar en los RPM Estudios de Roger García para construir un trabajo, Handmade pieces, que debería convertirse en el empujón definitivo del combo hacia territorios más allá del Cabriel.

A partir de colaboraciones como las de Andreu Ferrer, Carles Chiner o el incombustible Pedro Bueno, el sexteto ha conseguido plasmar en este trabajo toda su pasión por aquellos territorios explorados en todo este tiempo (country, folk-rock, bluegrass…) mostrando, de manera más evidente, esa vena vital que contribuye a hacer de este disco una criatura tremendamente energética, y que retrata, de manera más que fidedigna, la esencia y filosofía del proyecto. Lo comprobamos en piezas muy elaboradas como una You and me and somebody else repleta de vistosos arreglos y coronada por unas líneas vocales que invitan a la emoción, o una The Goldrush, convertida en vehículo de lucimiento para el violín de Rafa Adrián y el banjo de Raúl Pruñonosa, ambos, en estado de gracia. Todas ellas contrastan con momentos de logrado recogimiento como Echo (en su vertiente más calmada) o A cheap piece, sometimes a great piece, que logran compensar tamaño huracán servido a partir de un lucimiento instrumental constante, al cual se enfrenta la propia May con un desparpajo y altura vocal que, en ocasiones, abruma.

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Sobre el autor

Curioso por naturaleza. Más de media vida escribiendo.


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