Lanuca cierra con Tibia Turbia una trilogía sentida y sensible, desarrollada a lo largo de cuatro años intensos
Posiblemente, Ángela Bonet necesitaba crear un sencillo con la personalidad y la capacidad de atracción hipnótica de Mi revólver para acabar dando ese puñetazo en la mesa que atrajera, definitivamente, las miradas de todos aquellos que, en algún momento, dudaron de la autenticidad de Lanuca, uno de esos proyectos con personalidad, que son capaces de equilibrar el sentido y nivel de la oferta musical de cualquier escena (en este caso, efectivamente, la valenciana).
Tibia Turbia (Infinito Discos), el disco que será presentado el 13 de mayo en la sala Carme Teatre de Valencia, cierra de manera dignísima una trilogía iniciada con Pómulo, en 2013, y continuada con Gran Mandíbula, en 2015. Una suerte de conclusión, de soldadura del triángulo perfecto, que no podía discurrir por otros senderos, pero que ignoramos si estaba premeditada desde hace años, o si su desarrollo y conclusión han ido definiéndose con el transcurrir del tiempo. Ángela nos lo aclara: «Me alegra mucho que hables de un triángulo perfecto refiriéndote a estas tres entregas. Porque, como bien sabes, a las cosas les ponemos nombre mucho después de conocerlas. Eso mismo es lo que ha ocurrido con esta trilogía. Surgió Pómulo, y luego vi que se había ajustado muy bien a las necesidades y al resultado poético-musical. Y, a partir de allí, he ido generando las otras dos entregas. Primero, Gran Mandíbula, y, más tarde, Tibia Turbia, de la que no sabía absolutamente nada cuando surgieron las dos primeras. Ahora puedo decir que estoy contenta de conocerlas a las tres».
Una de las bendiciones que envuelven al proyecto Lanuca tiene que ver, lo avanzábamos, con ese universo personal e intransferible en el que, ora, bucea por aguas cristalinas mientras el reflejo del sol le observa, paciente; ora, estalla traviesa y amenazante. En este disco sigue habiendo mucho más de lo que uno es capaz de captar a la primera. Redobla el valor de sus predecesores, y huele más a contundencia, a explosión contenida. La mencionada Mi revólver, sin ir más lejos, estalla a partir de una punzada psicodélica casi directa: «La verdad es que puede que ésa fuera la intención. Me parece que voy en búsqueda de esa contundencia, pero al nivel de Lanuca que es bastante minimal», aclara nuestra protagonista, mientras temblamos al escuchar la frase ‘se cierra un ciclo’, una expresión que suele producir, al menos, dos efectos diferentes en el ser humano: pánico total, o dulce incertidumbre a la hora de pensar en las infinitas posibilidades que, a partir de ahora, se nos presentan ante nosotros. ¿Cómo afronta Lanuca ese futuro a medio plazo, una vez la llama de Tibia Turbia se apague? «Desafortunadamente la llama de Tibia Turbia, como la de las dos entregas anteriores, es más bien pálida. Me refiero a la repercusión y a la ‘vida’ de estos trabajos, a la hora de presentarlos en directo. No hay muchas posibilidades, tampoco hay mucho público. Pero el que hay, todo hay que decirlo, es muy agradecido y superbenévolo. Yo deseo seguir trabajando, porque, aunque sea a veces un camino árido (porque no hay tanto público como me gustaría, y esto es feedback), es una cosa sincera, que sale de manera natural y deseo respetarla y mantenerla. Quiero ver hacia dónde va pero, claro, me gustaría saber que alguien lo escucha porque, si no, no tiene mucho sentido hacerlo».
Como el seguidor de Lanuca sabrá, también en Tibia Turbia hay espacio para el homenaje a esas piezas que forman parte de nuestro imaginario cultural sonoro. Posiblemente, la revisión del magnífico Mirando al mar, que popularizó el inmenso artista valenciano Jorge Sepúlveda, sea la más sentida y lograda de las afrontadas, hasta ahora, por Bonet y compañía. Evidentemente, la construcción y sentido de los temas de Lanuca están lejos de ser convencionales. Intuimos que no surgirán de manera inmediata, ni su gestación será rápida, y adivinamos que lo mismo ocurre con esas versiones de clásicos como Tú me añorarás (Bruno Lomas) o Corazón contento (Palito Ortega). Cuando afrontamos el arte bajo la premisa del riesgo, ¿qué puede llegar a ser más costoso: ir cincelando una creación propia, o revestir un tema ajeno? «Pues lo que me interesa es que también las versiones formen parte del ‘cosmos-lanuca’, y me parece que, en cierto modo, está conseguido (o así me gusta pensarlo). Tanto las canciones propias como las versiones me vienen de manera rápida. ¡Rápidas como un rayo! No sé, me dan la sensación muchas veces de funcionar como una pequeña revelación (personal) o algo así. Algunas canciones propias tardo un poco más de tiempo en elaborarlas. Pero, por ejemplo, cuando alguna se estanca, la dejo y, curiosamente, casi nunca vuelve. No suelo ser mucho de elaborar, aunque me pase el día pensando en canciones, imágenes o palabras que me gustaría oír».
Estas palabras nos hacen trasladarnos, inmediatamente, al estudio, más en concreto, a El Sótano que, hasta hace nada, comandaba Dani Cardona. Hasta allí fueron, de la mano, junto a Ángela, su inseparable Manolo Bertrán, Ana Santos y Vanessa Juan. ¿Hasta qué punto fue necesario acabar de cincelar la obra allí? ¿Qué importancia ha jugado Cardona en la definición del sonido Lanuca? «La verdad es que vamos con todo bastante determinado. Aunque, una vez allí, siempre me apetece dar pie al azar, pero hay tantas opciones que lo mínimo siempre nos parece lo mejor. Por ejemplo, en Tibia Turbia, al final de la canción, le dije a Manolo que tocara así, sin mucho sentido y, mientras él buscaba, Dani grabó y eso es lo que queda en la canción final. ¡Qué suene el inconsciente!, les dije yo. Dani cogió muy bien la onda de Lanuca desde el principio. A mí me cautivaron sus percusiones en Pacífico, que la vi hacerse mayor de pronto con Manolo y con Dani. Hasta ese momento estaba acostumbrada a tocar sola, y añadir cualquier cosa me parecía brutal y pensaba que había que hacerlo con mucho cuidado».
Al final, y pese a esa repercusión limitada que inquieta a Ángela, uno debería quedarse, como mínimo, con la idea de que Lanuca ha hecho posible muchas cosas. Una de ellas, que Manolo Bertrán muestre unos senderos guitarrísticos que, para la mayoría de los humanos, no se asociaban al estilo cultivado por él mismo en las décadas que lleva dedicándose a la música. Esa suerte de ‘transformación’, ¿surge de una petición expresa de Bonet, o ha podido trabajar y experimentar con libertad? «Surgió supernatural. Teníamos nuestras reticencias a trabajar juntos. Primero probé con una chica que tocaba el sinte y no funcionó… y probé con él y encajó. Él dice que Lanuca le vino muy bien, para estar en otro papel, aproximarse a las canciones desde la perspectiva exclusiva del instrumentista, y dar rienda suelta a una vena guitarrera, un poco desquiciada y disonante que le seduce desde siempre, diferente a lo que suele hacer con Doctor Divago. Ahora mismo es imprescindible su labor. Lanuca sonaría muy diferente si no fuera por él».
El disco de la semana
Centraal (BCore, 2017)
Hace cuatro años, el trío alicantino (proveniente de formaciones como Qualude o Zener) inició oficialmente su andadura con paso y pulso firmes. Contó, por entonces, con el apoyo de un sello, BCore, convertido en ideal vehículo de transmisión y promoción. La devoción del combo por ese post total (hardcore, punk…), y su solvente y compactado sonido, convirtieron aquel disco homónimo en un verdadero trallazo de adrenalina agridulce, en el que apenas había espacios vacíos.
Ahora, tras un periodo de reflexión y cambios en la formación (se incorpora Víctor Clemente, de Los Manises), la banda retorna con Centraal, una criatura que sigue manteniendo la presión justa, así como esas ambientaciones oscuras, pero que se adentra, sin brusquedades, en terrenos que se mecen en lo melódico, y que huelen a una mayor meditación a la hora de construir transiciones y desarrollos.
Grabado, en directo, en el solicitadísimo Miradoor de Alhama de Murcia, con la connivencia de Marco A. Velasco, David, Iván y Víctor despliegan un verdadero torrente de virtuosismo que se muestra más directo y pegadizo en piezas tan efectivas como Sin control, Atrapado o la misma Centraal; que encuentra sus muestras más caóticas y espeluznantes en bofetadas como una abrumadora Páramo o una cruel Te lo dije; y que acaba rozando el delirio en la febril Infección, o en una apocalíptica Sed industrial, que cierra el disco.
Entre las próximas citas valencianas en las que Encono tienen previsto presentar su Centraal, aquí van algunas a tener en cuenta: el 18 de mayo, en el Marea Rock alicantino; el 19, en el Magazine de la capital, y el 20, en Benissa. En todas ellas se harán acompañar por otra de nuestras formaciones con más fuerza y empuje, unos Capaje que acaban de estrenar su contundente Redox.