FLASH
Lo público
Carlos Pajuelo de Arcos
Ayer visité a un enfermo en un Hospital público y me sorprendí ante la avalancha cariñosa de gentes que ocupaban la habitación; unos venía a ver a “mi enfermo” y otros hacían lo mismo con los dos enfermos que compartían la habitación.
Había “un llenazo” y aunque todos procurábamos mantener un cierto tono de voz hospitalario el “run-run” era majestuoso. No eran vuvuzelas, que ahora están provisionalmente de moda, era la mezcla de as, bes y todas las letras del vocabulario, formando frases ininteligibles.
Me fui enseguida, no sin antes echar un vistazo a la televisión que dominaba desde arriba la escena añadiendo más confusión a la visita y al enfermo que con un rictus de media sonrisa y los ojos cerrados se dejaba invadir por la oleada de cariño horrísono contra la que nada podía hacer, inmovilizado como estaba por su enfermedad.
Creo que se hubiera ido de poder hacerlo e incluso es posible que ya lo hubiera hecho mentalmente, a la manera de la filosofía “zen”.
Esta escena es habitual en momentos destinados a las visitas que, por cierto, están relajados hoy en materia de horarios.
Antaño estaba el celador -una persona filtro -destinada allí, en las puertas del Hospital, como guardián de la calma, de la intrusión.
Hoy “lo público” ha adquirido patente de corso a caballo de la libertad y las gentes se creen con derecho a invadir espacios que aun siendo públicos establecen una línea de dignidad, respeto y atención, en este caso al enfermo.
Es cierto que cuando los recursos sanitarios no dan para más y las habitaciones son de tres camas la posibilidad de acumular el estado de cosas que he relatado se incremente y por eso cuando se habla de nuevos hospitales y se habla, en Valencia de la Nueva Fé y se hace hincapié en las habitaciones individuales me alegra. No todo es público. Buenos días.