En principio la prisa supone un plus de velocidad orgánica que pone en marcha una serie de músculos y que genera determinadas sustancias, como podría ser la adrenalina. ¿Eso es bueno?
Expertos tiene el asunto, pero así a “ojo de buen cubero “se diría que someter al cuerpo a ese constante exceso lo hará inmune a la reacción cuando realmente haga falta ¿No?
Existe una diferencia palpable entre Oriente y Occidente, sin duda. Yo confieso que me siento incapaz de encontrar la paciencia, al margen de la sabiduría técnica, para conseguir ensamblar a mano los 160.000 nudos,dicen, por metro cuadrado de alfombra de una de esas cuyo precio se discute en los zocos.
No hablemos de la tradicional China dónde todo virtuoso que se precie cultivara la paciencia; quizás ahora un poco menos. A lo mejor no se alcanza el número uno de la economía caminando paso a paso y hay que hacerlo sobre mecanización y velocidad. La maquina a vapor, digo yo, puede ser la primera piedra de la prisa que, como buena prisa, va ‘in crescendo’.
¿Qué hacer con tanta prisa? ¿Cómo frenarnos antes del infarto o del accidente?
Analizar las tareas, establecer cuáles son nuestras limitaciones y hacer caso de los datos que el propio cuerpo nos facilita; aprender a interpretar los síntomas del cansancio es una buena manera de afrontar al enemigo ‘prisa’. No tiene que darnos vergüenza el decir “estoy cansado” ó ‘soy muy mayor ya para este asunto’.
¿Pasa algo con renunciar? Lo cierto que mientras escribo esto me estoy haciendo un examen y, por ejemplo, trataré de terminar esta columna intentando teclear más despacio; por otra parte me equivocaré menos. Buenos días.