La pobreza ha traspasado los límites de los telediarios y ha trascendido las fronteras. Está aquí, entre nosotros y basta con hacer una ligera cuenta de cuánto nos piden cada día por la calle personas que por su aspecto diríamos no parecer entrar en esa clasificación tradicional de pobres.
¿Y si no es de esa pobreza de cual hablamos?
Podríamos hacerlo de la de la de ideas. Cada vez es más creciente la percepción de una pobreza de argumentos o de conversaciones largas en las que se enhebran los pensamientos de forma coordinada hasta pensar que nos encontramos ante alguien que tiene opinión nos guste o no- ante alguien que ha invertido su tiempo en estudiar, documentarse y finalmente atreverse a opinar de forma razonada.
La falta de esto es pobreza.
Podríamos hacerlo de pobreza tecnológica en el sentido que marcamos más el acento en aquello que nos es, parecer ser, más propio, más nuestro. El sol, la playa etc. y dejamos de lado la inversión en capital humano.
No tengo nada contra el flamenco, los castelltes, el cantode la sibila mallorquina recién nombrados, entre otros, Patrimonio de la Humanidad por la Unesco, antes bien al contrario, disfruto con ello.
Me faltan acerías, industrias químicas, tecnología punta en comunicaciones, inversiones en medicina para enfermedades raras y más dinero puesto allí.
Podríamos hablar de pobreza moral. Pregunto: ¿Hemos perdido generosidad y espíritu de sacrificio para con el otro, sobre todo si el otro es más débil? ¿Nos falta comprensión con respecto de los problemas del otro? Algunos lo llaman empatía. Ética digo yo. Buenos días.